Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Lorenzo Meyer

AGENDA CIUDADANA

*Coyuntura crítica

Cadena. La brutal, la salvaje respuesta de una policía municipal a la actitud revoltosa pero finalmente inerme de unos estudiantes en una ciudad de poco más de 140 mil habitantes (Iguala) en un estado (Guerrero) que tiene el más alto índice de marginación, (Conapo, 2010) ha detonado una crisis mayúscula en el régimen político mexicano. Y es que la tragedia de Iguala, unida a la incapacidad del gobierno federal para resolver de manera creíble el caso de seis muertes y 43 desapariciones, aunado al asesinato en Tlatlaya de 15 prisioneros por parte del Ejército unos meses antes, más el escándalo desatado alrededor de dos lujosos inmuebles en las Lomas de Chapultepec asociados a la esposa del presidente de la República y a la adjudicación de un contrato –ahora cancelado– para construir el ferrocarril México-Querétaro, son los últimos eslabones de una larga e histórica cadena de agravios que la clase política a infligido a la sociedad mexicana.
Es contra el interminable rosario de humillaciones construido con abusos, corrupción, impunidad e ineficiencia de la élite del poder, que la sociedad mexicana está manifestando hoy un enojo acumulado.
Sorpresa. La crisis hizo su arribo de manera sorpresiva, justo cuando el gobierno de Enrique Peña Nieto parecía estar “salvando a México” (TIME Magazine dixit) y empezando a cosechar los frutos de su “pacto por México” con la oposición. Con ese pacto, logró con sorprendente facilidad alcanzar en menos de dos años lo que el PAN no pudo en dos sexenios, cambiar el artículo 27 constitucional para dar acceso al gran capital nacional e internacional a la riqueza natural más valiosa, estratégica y no renovable de México: los hidrocarburos. Esa reforma histórica, fue negociada exclusivamente con y en la cúpula del poder, dejando a la sociedad como simple espectador. A éste primer éxito se supone deberán seguir otros: que el PRI obtenga en las elecciones de 2015 una proporción significativamente mayor al 38.15 por ciento de los votos del 2012, para finalmente alcanzar el tercer objetivo: controlar la Presidencia más allá de 2018. ¿Hasta qué punto los acontecimientos actuales pueden interferir con ese proyecto? Esa es hoy la gran incógnita.
Deseable pero no previsible. Lo deseable pero poco probable, sería que el horror de Iguala y la movilización social que ha provocado más la inconformidad acumulada, pudieran transformarse en una “coyuntura crítica” en el sentido que dan al término Daron Acemoglu y James Robinson en Por qué fracasan los países (Barcelona: Crítica, 2013). Este tipo de coyunturas son acontecimientos de gran calado que perturban los equilibrios político y económico de una sociedad, y que por ello tienen el potencial de provocar un cambio institucional que desemboque en un nuevo arreglo social (p. 502).
Ejemplos positivos. Acemoglu y Robinson toman coyunturas críticas de gran magnitud histórica y examinan sus efectos igualmente espectaculares, como el descubrimiento de América, los cambios que trajeron las nuevas rutas comerciales entre Europa y Asia, o la Revolución Francesa. Pero esa idea de coyuntura crítica también puede aplicarse al plano local. En el siglo XIX, por ejemplo, la invasión francesa de la Península Ibérica abrió la posibilidad de hacer de la Nueva España y de otros componentes del imperio español, naciones independientes. En la segunda mitad del siglo XIX, el fracaso del proyecto francés en México pudo transformarse en el triunfo y consolidación del proyecto liberal.
En el siglo XX, la Primera Guerra Mundial fue la coyuntura que aumentó el grado de libertad que México tuvo para dar forma a una nueva constitución sin que Estados Unidos o Europa pudieran impedirlo. La Segunda Guerra Mundial fue otra coyuntura que aceleró la industrialización del país.
Ejemplos negativos. Desafortunadamente, las coyunturas críticas también pueden desaprovecharse o, incluso, dar resultados negativos. La guerra contra Estados Unidos fue una que no sirvió para regenerar el arreglo institucional mexicano sino para empeorarlo. La pugna interna de la élite porfirista por la sucesión de Porfirio Díaz facilitó en 1910 el surgimiento y triunfo de Francisco Madero como el líder nacional de un movimiento que abanderó la democracia política, pero cuando el polvo de la Revolución de 1910 se asentó, varias cosas habían cambiado pero la democracia no apareció. La Segunda Guerra Mundial aceleró la industrialización, pero también fue la coyuntura perfecta para llamar a la “unidad nacional” e iniciar el gran viraje hacía el alemanismo y la derechización.
La última “coyuntura crítica” mexicana que se desaprovechó fue la que abrió la crisis del modelo económico en 1982, la insurgencia electoral de 1988, la aparición del neozapatismo y la expulsión pacífica del PRI de la presidencia en 2000. Las posibilidades de un salto cualitativo en la vida de las instituciones políticas mexicanas, fue entonces enorme. Sin embargo, la incompetencia, frivolidad, falta de visión y corrupción del liderazgo llevaron al retorno del PRI al poder y a la restauración de partes sustantivas del antiguo régimen.
La gran incógnita. Lo que hoy se expresa con vehemencia en las calles es un cuestionamiento del proyecto de EPN y del PRI y una exigencia de dar forma a una mejor alternativa. El gran problema es cómo aprovechar positiva, constructivamente, esta penosa coyuntura crítica para que su energía no se dilapide y México cambie para bien.

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