Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

La colonia Progreso,cuna del Acapulco Urbano

Guillermo Torres Madrid

 En el principio existía un pequeño caserío disperso en el Distrito de Tabares, ubicado al norte del camino a México y al nororiente de la ciudad de Acapulco que, en acatamiento del Decreto del gobierno del estado número 17, el 26 de octubre de 1932, se erigió en la cuadrilla de El Progreso.

Corre el año de 1934, el entonces presidente de la República, Abelardo L. Rodríguez decreta la expropiación de 622 de las 2 mil 214 hectáreas que conformaban la Hacienda El Placer, propiedad de la sucesión de Ignacio Fernández, para dotar al ejido de El Progreso. Por supuesto, eran terrenos no aptos para la producción agrícola, sin embargo, su cercanía con el casco urbano les confería un alto valor por su gran potencial inmobiliario.

Hacia 1945, el Consejo Consultivo Agrario legalizó el cambio del régimen jurídico de una fracción de los terrenos ejidales para constituirlos en zona urbana; con ello, el presidente Manuel Avila Camacho decretó que una superficie de 24 de las 622 hectáreas del ejido, se convirtieran en zona urbana que quedó integrada en 19 manzanas que contenían 174 lotes, más otros cinco predios destinados a diversos servicios públicos: para la autoridad ejidal, para la escuela y casa del maestro, para campo deportivo –donde actualmente se localiza el estadio de beisbol de la Unidad Vicente Suárez–, para un jardín; y para un hospital de la SSA –donde actualmente se hallan el Centro de Salud, la Iglesia de San Cristóbal y la escuela Leopoldo Díaz Escudero.

Ese mismo año se decreta el primer plano regulador de Acapulco, formulado por el Gobierno Federal, a cargo del arquitecto Carlos Contreras, que proponía un modelo de ciudad turística de primer orden, con las obras de infraestructura indispensables y los mecanismos de financiamiento para lograrlas. Para 1947, el presidente Miguel Alemán emite un acuerdo que declara de utilidad pública la realización del plan de financiamiento presentado por la Junta Federal de Mejoras Materiales de Acapulco, consistente en adquirir los terrenos ejidales de poblaciones circundantes al puerto con el objeto de desarrollarlos y comercializarlos, para que con el producto de su venta se obtuvieran los recursos necesarios para tales obras, entre ellos los del ejido El Progreso.

Por ello, en 1948 la Junta Federal de Mejoras Materiales solicitó las 597 has. restantes del ejido El Progreso y en 1949, el presidente Miguel Alemán decretó su expropiación a favor de la misma, la que creó una Comisión Administradora de Terrenos de Acapulco, con objeto de comercializarlas y con ese producto inició la urbanización de la colonia Progreso, mediante una primera zonificación en la que se preveían áreas para el comercio y los servicios y lo que sería la primera zona residencial de Acapulco, la colonia Vista Alegre, donde se asentaron los apellidos más ilustres de la población, y una zona habitacional para los trabajadores, que fuera inaugurada el mismo año de 1949.

En la zona habitacional se proveyeron lotes tipo de 200 metros cuadrados, los que tuvieron dos precios: el primero era de 4 pesos por metro cuadrado si el lote era                   base del patrimonio familiar; o de 8 pesos sin restricción alguna. En el corto plazo de un año se vendieron casi dos mil 500 lotes con grandes facilidades, por lo que de inmediato fue la mejor opción para la naciente clase media urbana acapulqueña.

Pero como nunca falta un prietito en el arroz, una superficie importante del área destinada al comercio y los servicios fué asignada, en la Noche de los Generales, al general Lamberto Hernández. En ese predio se desarrolló el fraccionamiento Comercial Acapulco, detrás del Mercado Central, el que se construyera durante la administración del alcalde Israel Nogueda Otero. Dicho fraccionamiento resultó afectado por el derecho de vía del proyecto de la avenida Durango, lo que parecía ser una obra de gran envergadura y utilidad, –a decir de la Junta Federal de Mejoras Materiales (JFMM)– pero que careció de viabilidad técnica y financiera en su ejecución, con los resultados que ahora todos conocemos.

Aunque las obras de urbanización no se concluyeron en su totalidad, –50 años después seguimos trabajando en ello–, este esfuerzo de planeación, y la intervención de un ente como la JFMM coordinando a las tres instancias de gobierno, sentó un precedente muy importante para el desarrollo de Acapulco; tal que, a la desaparición de la misma, el Plan Acapulco a principio de los años setenta regularizó muy satisfactoriamente la tenencia de la tierra y la urbanización pendiente en dos importantes núcleos habitacionales de la ciudad: los ejidos de Santa Cruz y El Jardín, beneficiando a miles de familias de acapulqueños y de recién inmigrados.

Y se acabó. En los últimos treinta años, no hemos logrado alcanzar un sólo acuerdo similar entre la federación y los gobiernos, estatal y municipal, para                   atender los problemas, cada vez más agudos, que presentan los núcleos poblacionales asentados en tierras ejidales dentro de la mancha urbana. Basta una mirada a los asentamientos en los ejidos de Las Cruces, La Sabana, El Cayaco, Llano Largo, Pie de la Cuesta y muchos etcéteras más, donde la corrupción, la improvisación y la indolencia de algunos, tienen sumidos a miles de paisanos en condiciones de vida muy poco dignas para el momento que nos tocó vivir y para el futuro que estamos obligados a prever.

Fuentes consultadas:

-Crecimiento, El torbellino del tiempo, Martínez Carbajal, Alejandro, Ed. imprenta Cuauhtémoc, 1999.

-Diario Oficial de la Federación número 36; Tomo CLIII, 13 de diciembre de 1945.

-Diario Oficial de la Federación número 23; Tomo CLX, 28 de enero de 1947.

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