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Renato Ravelo Lecuona

Venganza sexual  

Si la película danesa Reconstrucción hace el relato de una fantasía en plenitud amorosa de una pareja, Venganza sexual hace el relato de la vida de una familia, superficial y socialmente bien integrada y con perspectivas de progreso, que se deconstruye profundamente o simplemente se destruye por la ausencia de erotismo como expresión de amor real en la vida conyugal.

Mientras aquella apela en apoyo a la fantasía a una implosión (y ex) en la imagen, a la ruptura tanto de tiempos como de los límites entre la realidad vivida y la onírica en el relato, esta película australiana, escrita y dirigida por Rolf de Heer (2003), se desarrolla en un detallado ambiente hogareño y de oficinas, sin truco alguno que distraiga, exagere o mitifique el relato mismo que es arrollador dentro de su realismo, nos cuenta la frustrada vida de una mujer que podía ser europea, estadunidense o latinoamerica y que apunta al problema de la realización erótica cuya sensibilidad descansa en la parte femenina, la                             que ha aportado su creador punto de vista en la literatura de género y transforma ya nuestra cultura al respecto.

La frustración erótica, que es llevada al paroxismo, la encarna una actriz descrita sin ningún glamour especial, sin maquillaje embellecedor, con unos cuarenta años a cuestas, con una hija adolescente y otro varón menor que ella y un marido emprendedor, buen padre, formalmente informado de la vida familiar, empleado de empresa bien organizado en su vida profesional, hogareño, estable y contento con su vida.

Es en la intimidad donde aparece la ausencia de erotismo que pasa como un amor rutinario y amable por su parte y una receptividad sensitiva por parte de ella, quien descarga su emotividad encerrada en el baño, único anuncio del drama, para salir del compartimiento y dar una buena cara a la familia, cuya vida cotidiana nos lleva al borde del aburrimiento. Pero está anunciado que algo sucederá, desde el titulo escogido para la exhibición en México de la película y para quienes acostumbran leer crónicas y reseñas como ésta, pues de otro modo se saldrían a media película.

Y lo que sigue es una exposición de su vida de pareja por parte de ella tan penetrante, clara y explícita que hasta cesa el ruido que hacen los comelones de palomitas en la sala de cine, un silencio indicador de que están absortos, de seguro involucrados por lo expresado por ella.

Lo que en el argumento del filme, es una fiesta de cumpleaños sorpresa que prepara la esposa al marido, resulta también para el espectador que comparte en un alto porcentaje la conducta sexual (como cultura) del marido.

Ella había planeado todo de tal manera que ni el personaje de la película, ni sus espectadores, sospechábamos tal cantidad de ingeniería e ingenio desplegados por la actriz y el director de la película que obviamente asume su punto de vista, para lograr un objetivo: hacernos escuchar lo que nunca queremos, lo que rechazamos, la reflexión obligada sobre sexualidad y amor de la pareja.

En esta cinta ella evita todas luces del departamento, desordena todos los muebles y sólo deja disponibles un sillón, un televisor, solo cervezas en el refrigerador, cambia las cerraduras para impedirle que salga y lo invita a ver el videocasete que le preparó para celebrar el último cumpleaños con él.

Después del cumpleaños de los niños, los manda a dormir, pues lo que sigue es para adultos y del orden privado. Así cautivo, perplejo, lo obliga materialmente a escuchar lo que nuca pudo decirle. Pero empieza con un striptease en un cuarto sin muebles ni decorado alguno. Ella le muestra que sin el glamour de la juventud, algún escenario, vestuario o maquillaje siente erotismo y lo trasmite efectivamente, al tiempo que empieza a describir su conducta sexual hacia ella.

El que haya tenido otras aventuras no fue lo más fuerte, sino la actitud hacia ella. El hombre se siente acosado, juzgado sin apelación, quiere evadir apagando el aparato pero no puede hacerlo y tiene que volver pues no puede dejar de escuchar, se retuerce, bebe y fuma desesperado, por ratos de defiende con “estás loca”, pero es rebatido, a veces llora. Cuando llega al paroxismo él apaga el aparato y sustrae el casete y entonces entra la voz y la imagen de ella en directo. Está filmando, viendo y escuchando lo que hace él, desde la casa del vecino con quien fornica ante su vista, antes de salir despidiéndose para siempre.

El discurso completo que no puedo reproducir es digno de escucharse, pues llama a la reflexión. Si fuera de Estados Unidos en el cine no hay tantos recursos técnicos y financieros, hay bastante talento, como se puede ver. No obstante me parece que la venganza de esta mujer es desmedida por cuanto que no hay diálogo de por medio y por ello el film involuntariamente particulariza lo que se presenta eficazmente como una reflexión válida en general.

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