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Jaime Castrejón Diez

Los juegos de apariencias

El retiro de los embajadores entre México y Cuba y la polémica que desató una redefinición de las relaciones bilaterales con la Habana, que en realidad significa también el fin de un juego de apariencias que se sostuvo por muchos años. Su inicio se dio con el presidente Adolfo López Mateos que veía en el aislamiento de Cuba un gran problema y como él era especialmente partidario de la autodeterminación de los pueblos inició una política que trató de evitar el aislamiento total de Cuba.

Este fue un legado político que los gobiernos respetaron por muchos años. Él no era un ingenuo, sabía que no era una autodeterminación del pueblo en el estricto sentido de la palabra sino que se trataba de una disidencia política en el continente que a su juicio debía ser respetada y no combatida desde el exterior.

Ese era el principio de una actitud que heredarían los siguientes presidentes. Díaz Ordaz envió un alto funcionario a Cuba y éste visitó los campos de entrenamiento guerrilleros y se le aseguró que no había ningún mexicano. El pragmatismo de Díaz Ordaz fue mantener la posición tradicional a cambio de que no hubiera actividades clandestinas en territorio mexicano auspiciadas por Cuba.

Los presidentes que siguieron aceptaron como política de Estado la solidaridad con Cuba, por un lado la gran simpatía del pueblo mexicano por el pueblo cubano y al mismo tiempo porque ninguno de los presidentes priístas quería echarse encima a la izquierda mexicana.

Hay que recordar que en esos tiempos la izquierda mexicana estaba atomizada y no tenía realmente una posibilidad de poder, pero López Mateos tampoco quería que se extinguiera la llama de la izquierda, ya que eventualmente temía que fuera la derecha la que avasallara la política del país.

Los siguientes presidentes comprendieron que alejarse de la posición Lopezmateísta, era peligroso, porque se consideraría contrarrevolucionario y vino un juego de apariencias en el que México jugaba el papel del único amigo en el continente del gobierno cubano, pero manteniendo cierta distancia. Había un chiste en la época de otro presidente que se dice que venía en su coche y le preguntaba el chofer, “hacia dónde nos vamos señor Presidente” y él le contestaba, “pon el indicador a la izquierda y da rápidamente vuelta a la derecha”, este era el concepto que se tenía de la actitud de los presidentes priístas hacia la isla de Cuba, por un lado darle un tinte izquierdista a su imagen para que la izquierda local se sometiera a la hegemonía de su presidencia.

El cambio de actitud se dio por allá por la segunda mitad de los ochenta, a pesar de que José López Portillo simpatizaba ideológicamente con la posición desafiante ante la penetración ideológica norteamericana, llegó a la conclusión de que México no necesitaba a Cuba para su desarrollo, pero que podía convertirse en un instrumento de presión hacia los Estados Unidos para obtener beneficios para el país. Después el país dio un giro hacia la tecnocracia pero se mantuvo esta actitud de apoyo hacia Cuba, más como un instrumento de presión que un apoyo real a las ideas castristas.

La situación fue más tensa durante el periodo presidencial de Ernesto Zedillo que veía a Cuba como el refugio de su archienemigo Carlos Salinas de Gortari y en alguna forma su animadversión se reflejaba en una actitud tibia. Se hizo más tensa cuando aquella crítica de Castro de que los niños mexicanos sabían más de Mickey Mouse que de sus héroes, aguantó el agravio, pero se fueron haciendo más y más frías las relaciones.

En este momento realmente podemos ver que la relación con Cuba se ha deteriorado  a punto de la ruptura. El problema se agudizó por la posición de México de que un relator especial de la Comisión Internacional de Derechos Humanos debía ser admitido por La Habana. El voto de México molestó a Fidel Castro, como le molestó el voto de Perú que también fue calificada de abyecta en el discurso del 1º de mayo, por lo que el presidente Toledo también retiró a su embajador.

El alejamiento hacia Cuba ha sido visto como una forma de acercarse a los Estados Unidos después de haberse alejado fuertemente con su voto en el Consejo de Seguridad sobre la guerra de Irak. Por otra parte en estos momentos era más importante para el gobierno de Castro el apoyo de México en los momentos en que la transición, se quiera o no se quiera, empieza a llegar a Cuba y el aspecto de derechos humanos se ha convertido en su talón de Aquiles. Llegó el momento en que por las circunstancias mencionadas han hecho entrar en una fase de intercambio de golpes, como la conferencia de prensa del canciller cubano. Lo que hace pensar sobre los dos bandos: esto ya no es diplomacia.

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