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Despiden al fotógrafo Héctor García en Bellas Artes con prolongados aplausos

Oscar Cid de León / Agencia Reforma

Ciudad de México

El fotógrafo de la Ciudad, Héctor García, bautizado así por Carlos Monsiváis, recibió ayer su último adiós en el Palacio de Bellas Artes.
El fotoperiodista, María García, su mujer, y sus hijos, Yuri, Héctor y Amparo, recibieron el cariño de familiares y amigos, y de cientos de capitalinos que conocieron su ciudad a través de los ojos del artista.
Era un hombre “grandote”. Así lo vio desde niño su hijo, el también fotógrafo Héctor García, y así en cierto modo lo seguía mirando.
El calificativo ilustra el gran peso que tenía dentro de la historia de la fotografía mexicana.
“Su trabajo es legado para la memoria visual del país”, recordó durante el homenaje su alumno Marco Antonio Cruz.
Cruz destacó sobre todo su labor documental crítica y su compromiso social. Su trabajo Una semana ardiente registró con valía los movimientos mineros magisteriales y ferrocarrileros de 1958. Fue incluso un perseguido, y tuvo que esconderse.
“Nos despedimos del pata de perro, de El niño en el vientre de concreto, del escritor de luz, del ojo de águila”, lanzó Cruz.
Fue el cronista de una generación que se propuso impulsar a México a la modernidad, ponderó Consuelo Sáizar, titular del Conaculta. Su obra además dio visibilidad a los excluidos.
La presidenta del Conaculta se comprometió a construir las bóvedas que requiere el espacio y continuar la digitalización de ese material. Pidió a Alejandro Castellanos, director del Centro de la Imagen, comenzar a realizar las gestiones necesarias.
“Nació con una cámara en las manos”, recordó por su parte el periodista Alberto Carbot, quien recalcó que el mejor homenaje que le pueden hacer las autoridades culturales es apoyar a la fundación que lleva su nombre y que resguarda alrededor de un millón de negativos, a salvo gracias a María García.
Sergio Ramírez, subdirector del INBA, rememoró que el fotógrafo vivió en su casa hasta los 7 años, cuando la abandonó para vivir la calle, la vida y el mundo. Fue discípulo de Manuel Álvarez Bravo y Gilberto Figueroa.
“Héctor García reivindica y desarrolla la fotografía mexicana, supo borrar la distancia entre la imagen y el espectador”, dijo.
Ramírez ponderó también su calidad estética: “La cámara para él era una máquina que podía transformar cualquier imagen cotidiana en un rastro de belleza”.
Un extensivo aplauso cerró el adiós al Fotógrafo de la ciudad. A las 16:00 horas su cuerpo fue incinerado y sus cenizas depositadas en su fundación.

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