Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

La Torre de Míster Hayes

 La obra inacabada de La Mira y sueño del Gringo loco lleva 43 años en pie tras ser clausurada por insegura

 “Las torres que en el cielo se creyeron un día cayeron en la humillación”(Amor qué malo eres, bolero de Luis Marquetti)

 El ángel caído

 La cita que abre esta colaboración no ha sido de ninguna manera el caso de la Torre de La Mira o deMíster Hayes, no obstante la sentencia aplicada hace 43 años de que caería estrepitosamente aún con el rumor de un suspiro.

El dramático diagnóstico no fue pronunciado por un maleta “media cuchara” como El Tunco Benavides y mucho menos por alguno de muchos excelentes maistros de obra Acapulco. La letal declaratoria fue signada de puño y letra por expertos estructuralistas y sabios en mecánica de suelos no identificados ni ayer ni hoy por eso que se llama espíritu de cuerpo. Aunque, bueno, errare humanum est.

El estudio en que se basó el Ayuntamiento de Acapulco para suspender la espectacular obra de La Mira, en 1961, fue encargado a una empresa especializada de la ciudad de México. El costo del trabajo fue de 90 mil pesos y no fue cuestionado por nadie, aún tratándose de una suma respetable para la época, pues su destino era prevenir una catástrofe. El derrumbe del chipote pétreo hubiera afectado los asentamientos sobre la ladera del cerro.

La construcción de la Torre de Míster Hayes, además de envuelta en un atmósfera de caótico glamour, sobrevivió a ruinas y recuerdos del terremoto de 1957 –2:40 de la madrugada del domingo 28 de julio– uno de los más terribles en el puerto en su historia. El Ángel caído de la Independencia sería el símbolo dramático de aquella tragedia cuyo saldo fatal fue sólo en Guerrero de 18 víctimas.

Será a raíz de ese sismo de 7.7 grados Ritcher de intensidad, cuando se revisen las normas tradicionales de construcción para, además de ponerlas al día, hacerlas más estrictas tratándose de estructuras de más de un nivel. La lección se olvidará más temprano que tarde para tomarse de nueva cuenta en 1985, luego de la catástrofe de la ciudad de México. Hoy, según la opinión de expertos, se puede afirmar que Acapulco en general está sólidamente construido. Aunque los propios expertos, a la luz de la corrupción en materia de obras públicas de los últimos años, aconsejan “pegar la carrera” si uno se encuentra a la hora de un sismo en un edificio recién construido.

 El Milagro mexicano

 Se vive en los años sesenta el llamado “Milagro mexicano”. Un kilo de filete de res cuesta 12 pesos y el frijol negro 2 pesos. Una dejada de taxi 3 pesos y un Volkswagen menos de 20 mil. Acapulco completará en esta década sus primeros 50 mil habitantes                     –28 mil gentes en 1950–, para lanzarse en una carrera demográfica demencial hasta alcanzar en la década siguiente los 175 mil acapulqueños. Y es que antes no había INEGI.

En el orden político, la izquierda y buena parte de la juventud mexicana viven un clímax orgiástico con el triunfo de la revolución cubana y asumen como propia la agresión gringa a Bahía de Cochinos. Lázaro Cárdenas anuncia en el Zócalo capitalino, trepado sobre el cofre de un automóvil, su decisión de viajar a Cuba para participar en su defensa con el fusil en la mano.

–¡Lázaro, no vayas a Cuba; no la chingues! –clama desde Palacio Nacional el presidente Adolfo López Mateos.

Y Lázaro no fue.

El edificio de piedra de La Mira había surgido como por arte de magia. Sólo cuando la mole asome en el cerro, como si se tratara del monstruo japonés Godzilla, alertará al personal de la dirección municipal de Obras Públicas.

El titular Xavier Mendieta Bueno, ordenará la inmediata suspensión de la obra luego de comprobar que se ejecutaba sin contar con licencia de construcción, planos, perito responsable, en fin, sin cubrir ninguno de los requisitos exigidos para esa clase de edificaciones.

El presidente del Consejo Municipal, Canuto Nogueda Radilla, se aferrará al documento mencionado líneas arriba e incluso recurrirá a la asesoría de profesionales acapulqueños. Ello para resistir las presiones políticas y económicas en favor del propietario y constructor del inmueble. No faltaron tampoco voces públicas acusándolo de “apretarle el pescuezo a la gallina de los huevos de oro”, de frenar la inversión extranjera e incluso de patologías antiimperialistas derivadas de una extendida fama de encabezar la “comuna roja”.

 Mercedez Benz

 No obstante que el automóvil oficial de México es el Mercedes Benz –origen del rumor que acredita al presidente López Mateos como accionista de la armadora germana– el alcalde Nogueda Radilla y su síndico Constancio Tancho Martínez se mueven en sendos jeeps rojos de tracción sencilla. Su sucesor, Rico Morlet Sutter, se alineará inmediatamente con su meche a la moda rodante.

Hoy, Mendieta Bueno asegura que                     nunca nadie presentó en Obras Públicas los documentos requeridos para quitar los sellos de clausura de la Torre de La Mira. Fue un capricho del dueño Míster Hayes –acusa el ex presidente del Grupo ACA–, pues de haberlo hecho, la obra terminada cumpliera ahora sus primeras cuatro décadas de vida útil.

 ¿Y quién es ese señor?

 Harold B. Hayes, el dueño de la Torre de La Mira, llega al puerto a la sordina deslizándose sólo entre su paisanada gringa. Es a todas luces un potentado y su riqueza proviene de sus jugosos contratos con la Secretaría de Guerra de los Estados Unidos. Los cuchicheos en noches de farra champañera hablan de un contratista eludiendo aquí el brazo largo del Departamento del Tesoro. Andaría tras él como presunto evasor fiscal, o sea, un sanababiche más despreciable que el asesino de Lincoln.

Las empresas de Hayes habían alcanzado varios récordsen la construcción de instalaciones bélicas. Habría construido durante la guerra de Corea aeródromos en 15 días y bases navales completas, incluida el asta bandera, en 90 días.                     El non plus ultra de la rapidez y la eficiencia dará aquí muestra de su vertiginosa cuchara. Levantará una torre de piedra de cinco o seis pisos en escasas tres o cuatro semanas. Estaría concebida para 15 niveles.

El gremio porteño de la construcción conservará gratos recuerdos del Gringo loco, como se le conocía. Y es que nunca, ni antes ni después, habrá patrones como Harold B. Hayes, de cuyas “excentricidades” ningún otro contratista querrá acordarse.

Dotaba a sus trabajadores del equipo necesario para su seguridad laboral, tales como botas, guantes y cascos y sólo les permitirá beber agua de garrafón. Llegará incluso a la “locura” de aficionarlos a una de las llamadas “aguas negras del imperialismo”, no otra que la deliciosa Coca Cola chica. En materia de salarios les pagará hasta tres veces el mínimo vigente y mejor remunerado aún el trabajo nocturno pues allá arriba se trabajaban las 24 horas.

El viejo Hayes no perdía detalle del avance de su estructura desde el interior de uno de sus dos CadillacsEldorado, con clima artificial, según expresión de la época. Unas veces solo, otras acompañado por alguna dama del tipo marilynmonroesco, pero siempre surtido con una jarra de Martini seco. No rechazaba, como podría suponerse, a quienes se acercaban a su ventanilla para denunciar a capataces y bodegueros rateros, aunque su respuesta no variaba: “¡boeno, boeno, okey, okey, okey!”.

El fin de semana era de fiesta en La Mira. Las colas para cobrar la raya daban vuelta al cerro y sólo algunos descubrirán que muchos de quien hacían fila no eran trabajadores de la obra sino familiares y amigos de los pagadores. Había tanta gente como dicen que hubo en la construcción de la Torre de Babel.

La de Míster Hayes será, por otra parte, un abierto y descarado tianguis de herramientas propias del oficio. Hasta allá subirán los necesitados de un cuchara, una escofina, un cincel, una llana, una plomada e incluso palas y carretillas, todo “baratito”.

El extranjero construirá también un cabaret llamado Dios del Fuego sobre el tanque de agua de La Mira y su operación la dejará en manos del “Amo de la noche” Armando Sotres. Danzas isleñas con profusión de llamaradas y peleas de gallos serán el atractivo del lugar. Llegará el momento en que no pueda servirse una cuba o una orden de tacos porque el personal se habrá llevado todo, cristalería, loza, cubiertos y mantelería. Se decía que el Gringo loco se la pasaba encerrado en el tanque meditando o “quemando”, quién sabe cuál de las dos cosas con mayor fruición.

Míster Hayes será duramente cuestionado por los profesionales porteños por su nada ortodoxo sistema constructivo. Irresponsable, lunático y excéntrico serán algunos de los señalamientos en su contra por violar flagrantemente las normas tradicionales de la construcción y poner en riesgo con ello muchas vidas.

–Allí sólo se cumplían las órdenes del gringo, dadas personalmente o a través de sus operadores –recuerda un viejo maestro de obras quien dice no haber conocido los planos de la obra.

Añade que, por ejemplo, los rollos de varilla se aventaban como se bajaban del trailer, sin ningún amarre, sin nada de nada, para luego proceder al colado.

No faltarán, sin embargo, voces en defensa de Míster Hayes, incluso de elogio. No dudarán algunas en llamarlo un revolucionario de la construcción por romper normas seculares y hacerlo con resultados satisfactorios, hoy a la vista de todos. Loco, loco no estaba, argumentarán.

 Se vende

Hoy la Torre de Míster Hayes, desalojada de familias precaristas que la han ocupado a lo largo de cuatro décadas, está a la venta. El encargado del inmueble recibe instrucciones de una compañía mexicana, apoderada de los bienes del empresario, quien, según la misma versión, habría muerto hace tres años.

La construcción de la Torre de Míster Hayes se suspendió en 1961 por razones administrativas y técnicas no especificadas La versión popular, sin embargo, derivada o no de los dictámenes oficiales, la declaró colapsada al primer temblor más o menos fuerte.

Los ha resistido, por el contrario, de                     7 a 8. 1 grados: 6 julio de 1964, 7.2 grados; 28 de agosto de 1973, 7.3 grados: 14 de marzo de 1979, 7 grados; 24 de octubre de 1980, 7 grados; 19 de septiembre de 1985, 8.1 grados, y 9 de octubre de 1985, 7.5 grados.

Y la Torre de Míster Hayes sigue en pie.

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