Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jaime Salazar Adame

Insensibilidad política

 

La consideración de que la guerrerense es una sociedad ancestralmente desigual, escindida en incontables aspectos, es como esos factores divisionistas que contribuyen a explicar su conducta apática ante los problemas colectivos porque sus miembros están más preocupados de su subsistencia cotidiana que de la forma en que están siendo gobernados.

Si la pobreza aumenta, la injusticia se reproduce incrementándose el número de ciudadanos condenados a una existencia ingrata, inaceptable e insoportable, a la vez que se ensanchan las brechas abismales que separan a pobres y ricos, a la ciudad y al campo, a hombres de mujeres y niños del resto de la comunidad.

La insensibilidad mostrada por los guerrerenses nos hace correr el riesgo de acostumbrarnos a mirar la ola de secuestros, matados, abuso de poder, prepotencia, corrupción, entre otros males sociales como algo normal. En la medida en que estas tribulaciones ocurren a la mayor distancia geográfica y afectiva, la observamos en el día a día como una noticia más, sin mayor asomo de indignación, con la eventual exclamación de compasión sentida por el otro, en un momento de extrañeza e incredulidad. Este suceso desaparece con la fugacidad de otra noticia recibida por nuestra conciencia, que es tanto como el doblar la página del periódico.

Los problemas del desempleo, inseguridad, ingresos castigados y los gastos en salud, educación y vivienda no compensan los sacrificios pedidos a la población que cada vez tiende a acostumbrarse a ver más lejana su calidad de vida, mientras mira pasar el triunfalismo con el cual, quienes debieran ser los mediadores entre el gobierno del estado y la sociedad, recogiendo ideas y aspiraciones, o sea, los partidos políticos, sólo pujan por sus propias prebendas.

Entonces es la sociedad civil organizada la que debe enfrentar las mil batallas que no pueden esperar a que las autoridades dicten su veredicto porque existe siempre la colosal sospecha de que éstas son las que articulando apoyos y complicidades conspira contra ella. Los casos son noticia fresca: la cotización en la bolsa de valores inhumanos de la industria del secuestro, la impunidad, la falta de servicios públicos y diversos ayuntamientos acusados por sus propios ciudadanos de corrupción.

Múltiples pruebas ha dado el proceso histórico suriano de que en nombre del pueblo no se tiene un cheque en blanco, y nuevamente toca a la sociedad civil asumir su preponderancia reuniendo voluntades para exigir un ¡ya basta! De la problemática hay que llegar a la solucionática como bien cantó Violeta Parra.

El mensaje de los ciudadanos recogido por los medios de comunicación masiva es claro y convincente: ha llegado la hora de una etapa de transformación profunda de la sociedad guerrerense que acabe con los privilegios, la impunidad y la desigualdad social.

Más aún en el contexto de las comparecencias de los secretarios del gabinete estatal se observarán los anhelos políticos y la cruda realidad social, por ello es deseable que las fracciones parlamentarias se ocupen de la investidura popular que coadyuve a la construcción de una sociedad justa a la altura de nuestro tiempo y a vivir la gran ilusión colectiva de la progresiva modernización guerrerense como se escuchará decir en la tribuna parlamentaria.

Consecuentemente, el Estado de derecho no debe ser únicamente una solemne declaración de principios, sino el fundamento efectivo de la base social, porque la profundidad, la serenidad y el rigor con el que hace cinco años se entregó la encomienda al actual gobierno, constituyen el imperativo para que sin dilaciones se apliquen a inyectar el vigor del bienestar y el progreso que demanda la sociedad suriana sin convulsiones ni sobresaltos como los que aquejan a la mayor parte de los municipios de la entidad.

Para ganarse el reconocimiento popular no basta decir que hemos sido capaces de transitar más o menos pacíficamente por procesos comiciales para dar continuidad a la vida institucional del pueblo de Guerrero, sino dejar sin argumentos ni razón de ser a los grupos armados que se han vuelto una constante en la historia y presente del pueblo suriano porque las causas que los originan son la pobreza, marginación, exclusión y falta de oportunidades para vivir que son la constante social, que en gran medida contribuye a la apatía por la cosa pública.

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