Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jaime Castrejón Diez

Democracia cuestionada

El desarrollo estabilizador, el desarrollo dependiente, la alianza para el progreso, la globalización, han sido visiones del mundo que en su momento entusiasmaron a los países en vías de desarrollo. En cada ocasión el desencanto hizo que se buscaran otros rumbos. Siempre detrás de todos los esquemas había un anhelo común: la democracia. Durante seis décadas las distintas versiones del cambio fueron ensayadas sin que se dieran los resultados esperados. La población aumentó y el número de pobres también creció.

El anhelo común de la región era el respeto a su voluntad y a poner límites al poder de los gobiernos y obligar al respeto a los derechos humanos. Poco a poco en América Latina los gobiernos autoritarios fueron cayendo, entre ellos el nuestro, que por 71 años había mantenido el poder. Común en todos los casos fue que al llegar los gobiernos democráticos no hubo lo que se esperaba: la solución mágica de los problemas ancestrales. El efecto dramático ha sido la desilusión con los gobiernos democráticos. La verdad es que en el camino al cambio democrático se aseveró que el problema social y económico se terminaría cuando el voto ciudadano se respetara. En la retórica de las campañas no se distinguió entre un cambio político que daba legitimidad de origen y un cambio en las estructuras económicas que no se gana en las urnas, se tienen que trabajar políticamente.

Una encuesta que llevó a cabo el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) arroja resultados adversos a los gobiernos democráticos. El estudio encabezado por el ex canciller argentino Dante Caputo muestra una actitud alarmante el 56% de los encuestados en 18 países preferirían un gobierno autoritario que resolviera sus problemas. El común denominador de los encuestados es que el cambio de un gobierno autoritario a uno democrático no ha resuelto los viejos problemas. Se puede decir que se suman peras y manzanas, que los programas de desarrollo eran económicos y la democratización es una tendencia política. Pero eso no satisface a la ciudadanía, su aspiración no es solamente de una democracia política, sino de una democracia económica. En cierta forma el lenguaje de campaña fue demagógico, se unieron los conceptos y la ciudadanía esperaba el cambio general al llegar los nuevos gobiernos.

El mensaje que manda esta encuesta es muy claro, no es la solución económica o política aislada lo que reclama Latinoamérica; es la conjunción de las dos, es liberalizar las estructuras políticas al mismo tiempo que se modernizan las estructuras económicas. Se han visto desplazadas élites políticas y han tomado su lugar nuevas élites que tampoco satisfacen las aspiraciones populares. Lo que es peor, la política partidista se ha centrado en una confrontación de poderes que tiene como objeto hacer fracasar al contrario en el camino se da la parálisis que vivimos.

Todo indica que los viejos métodos de gobernar son obsoletos, que el monopolio de los partidos políticos y la desigual distribución del ingreso son los retos de esta nueva etapa de la vida común en Latinoamérica. La sustitución de importaciones fracasó tanto como la sustitución de élites. Es claro que tiene que encontrarse un método que respete a los ciudadanos con conceptos democráticos y que se extienda la democracia a lo económico.

Lo estamos viendo en nuestro país, las nuevas élites se comportan como las anteriores, están amarradas a un sistema que no permite cambios drásticos que son necesarios. Y el sistema sigue buscando los equilibrios para que haya cambios sin cambiar. El gatopardismo de las élites autoritarias también aqueja a las nuevas élites. El problema es de fondo, no de actores. Esta encuesta debe sacudir el mundo político.

Lo vemos en México constantemente, los índices de pobreza no mejoran y el “cambio” esperando sólo nos ha traído polémicas entre actores y partidos que repiten sin cesar los mismos argumentos, mientras los ciudadanos no vean mejoras en su bienestar empieza a haber un gran pesimismo hacia el futuro. Dan ganas de gritar: ¡ni uno es el mesías ni el otro es el rayo de esperanza!

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