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Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

  La desconfianza mexicana  

Una reciente encuesta telefónica realizada por Demotecnia, empresa dirigida por María de las Heras Navarro, y presentada la semana pasada en el programa de Televisa Zona Abierta, de Héctor Aguilar Camín, para saber el grado de confianza de los mexicanos en sus instituciones, arroja resultados alarmantes (las conclusiones son citas textuales de De las Heras, obtenidas en la página www.demotecnica.com.mx):

1. Que es mayor el porcentaje de personas que le creen mucho a los militares, que los que le creen al presidente, a los gobernadores, al jefe de gobierno del DF, o a cualquier otra autoridad política de este país.

2. Que en un país donde prácticamente todos se reconocen católicos, el 60 por ciento le cree poco o nada a los sacerdotes, a los obispos y a los cardenales.

3. Que casi la tercera parte de los que tienen teléfono en su casa declaran olímpicamente que no le creen nada al Presidente de la República.

4. Que más de la mitad de los entrevistados no le creen nada a los partidos políticos, incluyendo los pequeños, y la credibilidad de los personajes que pretenden ser candidatos independientes está todavía peor.

5. Que a los consejeros del IFE –no hace mucho una de las instituciones en las que más confiaban los electores– el 73% de los entrevistados no les creen o les creen poco.

6. Que los noticieros de televisión, los de radio y también la prensa escrita, seguramente estarán subiendo su raiting por los escándalos políticos, pero a costa de que la mayoría de sus públicos les crean poco, empezando por los noticieros televisivos, donde el 71 por ciento de su audiencia ya se reserva el derecho de creerles.

Por si fuera poco, al final de esta lista, la directora de Demotecnia agrega un comentario demoledor en su ironía: “No me pareció apropiado incluir en la lista de personajes a los delincuentes, pero dados los míseros índices de credibilidad de los que gozan las autoridades encargadas de prevenir y procurar la justicia en este país, no me hubiera sorprendido que los maleantes los superaran en credibilidad”.

Aclara también que el sondeo se levantó después de los escándalos videograbados del Niño Verde, Gustavo Ponce, René Bejarano y Carlos Imaz.

Sin duda todas estas conclusiones son alarmantes, pero destaca la que coloca a los militares como los más favorecidos por la confianza ciudadana. Aunque el porcentaje fue muy bajo (apenas el 28 por ciento de los encuestados dijeron tener confianza en los militares), la percepción preocupa por manifestarse en un país en plena transición democrática.

No es difícil pensar que esta tendencia pudiera obedecer a la percepción que una buena parte de los ciudadanos tiene de nuestro sistema político: hundido en el caos y la descomposicion, imperando corrupción, impunidad, intereses facciosos y negocios obscuros. Esa percepción pudiera deberse a un deseo oculto de mayor orden, autoridad y gobernabilidad, de que alguien meta en cintura a nuestra clase política. Pensar en los militares como los indicados para esa tarea despierta olores fascistas, autoritarios y dictatoriales que nada bueno ofrecen a una sociedad como la nuestra.

El triste hecho es que la percepción existe, aunque sea minoritaria. Pero lo que en verdad debería ocuparnos, más que preocuparnos, es la reconstrucción de nuestras instituciones y la moralización de quienes elegimos para manejarlas.

El diagnóstico de Demotecnia, aunque sea parcial, discutible y abierto a otras muchas interpretaciones, señala cruelmente lo que es ya casi un concenso social: los mexicanos no nos sentimos bien representados a pesar de que nuestros mecanismos electorales tienen ya razonable credibilidad y confianza. Cruel paradoja.

No sin antes disculparme por mi maliciosa ociosidad, pregunto: ¿qué resultado hubiéramos obtenido los ciudadanos, si nos hubieran incluido en la encuesta? ¿Qué tanta confianza tendremos en nuestras capacidades y fortalezas civicas?

No sólo a nivel personal, sino sobre todo comunitario, ¿qué tanto confiamos en nuestra capacidad de participacion y organizacion social? ¿Qué tanto nuestro rechazo al estado de nuestra vida institucional y política nos moverá a demandar masivamente su transformación? Si tanta es nuestra desconfianza en los que nos representan, ¿quién entonces podrá convocarnos a un verdadero cambio? Si ya no creemos en la política como forma viable de organizacióny desarrollo social, ¿entonces cómo?

A los políticos les toca el reto de demostrar que están a la altura de las circunstancias nacionales. Pero a los ciudadanos nos corresponde la obligación de recordárselos y exigírselos con mayor contundencia.

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