Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

  Un nuevo Sur  

Si la nueva etapa de El Sur se limitara a crecer a treinta y dos páginas y a insertar cuatro planas a color, el hecho sería irrelevante en términos periodísticos. Porque la verdadera meta representa un reto mucho más complejo, que demanda, en principio, un profundo ejercicio autocrítico, no sólo sobre el trabajo de este diario, sino sobre el de la prensa escrita mexicana en general.

Autocriticarse para responder, o al menos intentar hacerlo, una pregunta concreta: ¿por qué en un país de cien millones de habitantes, apenas el 5 por ciento de la población lee periódicos?

Los periodistas encontramos, de manera simplista, un par de razones: la primera, el analfabetismo. Pero este involucra a menos de 2 millones de mexicanos… ¿y los otros noventa y ocho?

La segunda, el analfabetismo funcional y el bajo nivel socio-cultural de los mexicanos. ¿Ejercemos entonces un periodismo inaccesible para la mayoría, lo hacemos unicamente para una minoría privilegiada?

Muy pocas veces he leído o escuchado a alguien en el medio atribuir a los propios periodistas al menos parte de las razones de este fracaso. Es una culpa que se asume sólo entre iguales, en confianza. “Es que no escribimos para todos, no somos mercaderes como los que abundan en la radio o en la television”, decimos con aire de intelectuales para justificar nuestras deficiencias comunicacionales.

Por eso la prensa llega, sobre todo, a los políticos, a los universitarios, a los intelectuales, a algunos empresarios y a una delgada capa de profesionistas politizados. Un 5 por ciento de mexicanos que está lejos de representar fielmente al 95 por ciento restante.

En este porcentaje están, obviamente, mexicanos que padecen pobreza en sus distintos niveles, pero también una parte representativa de ciudadanos de zonas urbanas con niveles de educación, empleo, ingresos, y acceso a fuentes de información y entretenimiento por encima de la media nacional.

¿Acaso somos entonces un país mayoritariamente analfabeta, pobre e ignorante? Me cuesta creerlo.

Y aun siendo así, ¿acaso el periodismo no debiera ser, principalmente, un reflejo de la sociedad a la que sirve? ¿Su compromiso fundamental no consiste en informar a la mayoría sobre los temas que les afectan e interesan, sobre los asuntos que están fuera de su alcance?

La prensa escrita parece satisfecha (¿o resignada?) con mantener su modestísimo publico, con conservar su interlocución con el poder, con no renovar su papel de intermediario “a medias” entre sociedad y poder.

Periódicos y revistas juegan, en el mejor de los casos, un papel de correo entre grupos y personajes políticos; en el peor, de parte involucrada, amarrando navajas, levantando inquinas, resonando temas y silenciando otros, sólo porque no son prioritarios para su línea editorial.

En los hechos, dentro de la trilogía sociedad-prensa-poder, el papel de la sociedad se reduce casi siempre al de un testigo mudo, atónito o indiferente ante los excesos y conflictos entre la prensa y el poder.

El poder, más tranquilo y encanchado en un entorno adormilado e indolente, no informa, dice a medias, esconde y regatea mucho de lo público.

La prensa, inserta en ese esquema, ofrece escenarios en los que participan gobernantes, empresarios, líderes gremiales, políticos, representantes populares, pero difícilmente la sociedad civil.

A la sociedad la representan aquellos, diría alguien. Cierto. El problema es que muchos de esos liderazgos están desgastados, o sin legitimidad, popularidad, ni mandato ni fuerza. Además, aun vigentes, no agotarían el menú ni el reparto de la dinámica social.

Claro, es mas fácil buscar la nota en una declaración, en un evento oficial, en un discurso, que investigar y diversificar fuentes. El establishment del poder sin duda seduce y atrae al periodista por su estabilidad, por su estructura vertical que señala siempre al declarante oficial, que facilita el trabajo diario. Pero esas mismas características limitan su capacidad para ofrecer una imagen nítida y dinámica de la sociedad.

Pero aunque la sociedad esté en movimiento constante (de hecho una encuesta es apenas la fotografia de un instante social), es posible acercarse a ella, percibir sus tendencias y sus ánimos utilizando las herramientas técnicas y profesionales del oficio periodístico. La verdad periodística (si existe) está en las calles, no en las oficinas de gobierno, no en las sedes de las empresas, no en la grilla interminable. Ahí hay que aprender a descubrirla, a entenderla, a mostrarla. Si se logra, estaremos más cerca de cumplir con la responsabilidad social que al periodismo le toca.

No nada más denunciando y señalando los abusos, ineficiencias y deformaciones del poder y sus actores, sino también retratando nuestras virtudes y defectos como sociedad. Si los que tienen el poder nos engañan, nos roban, nos manipulan impunemente, también es nuestra culpa. Si sólo somos consumidores inertes y desprotegidos, es porque tampoco hemos sabido defendernos. Si les interesa sólo nuestro voto, es porque no lo ejercemos más que el día de las elecciones.

Algo entonces estamos haciendo mal. Pero no hay referentes ni pistas que nos ayuden a entendernos nosotros mismos, a corregir vicios y a aprovechar virtudes. Por lo pronto, esos referentes escasean en las páginas de los diarios.

Esa es la meta de El Sur. A darle.

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