Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Bailan miles al ritmo de psycho-trance

 

Xavier Rosado

Desde la noche del viernes, hasta el atardecer del domingo, se realizó el maratón musical Son Pax ante aproximadamente 7 mil seguidores del género electrónico, en las playas del poblado de El Podrido, en Acapulco.

En contraste con la calidad interpretativa y creativa de grupos internacionales como Astrix, Sub 6, Pixel, Sesto Sento, Son Kite, Minilouge, Beat Bizzare y Phony Orphants, el concierto presentó problemas de logística y acceso debido a que no se contrataron los suficientes autobuses para llevar a los asistentes desde el Centro de Convenciones, como lo anunciara en conferencia de prensa el organizador Carlos Anderson Herrera.

Por consiguiente, muchos de los ravers tuvieron que procurarse su transporte hasta el poblado, a unos 30 kilómetros de la Base Naval, pagando cuotas de taxis hasta de 200 pesos.

También hubo el acceso al lugar del concierto se retrasó, pues éste debió ser al “atardecer”, como lo anunció el organizador, pero las personas que compraron su boleto por medio de internet, se vieron obligados a regresar a la caseta de venta, a dos kilómetros de la entrada para que buscaran su nombre –manualmente– y darles el brazalete de acceso, después de hacer una larga fila y entrar dos horas más tarde a la playa donde se montaron los escenarios.

A pesar de que la misión de la Policía Preventiva del municipio era garantizar la seguridad de los asistentes al concierto, unos jóvenes de la ciudad de México, quienes prefieren mantener el anonimato, denunciaron que los agentes de apellidos Aquino, Guillén y Cárdenas –según precisaron– los extorsionaron para no llevárselos detenidos por fumar marihuana, eso sí, fueron reprendidos por el comandante Ortiz.

Unos 20 ravers de hueso colorado, al molestarse por no poder pagar los 320 pesos de entrada, decidieron brincarse el enrejado, desquiciando al equipo de seguridad del Son Pax y a los miembros del staff.

El acceso a los reporteros también se dificultó, debido a que los gafetes fueron hechos con los mismos volantes que se repartieron como publicidad, a los que simplemente se les pegó con resistol la palabra “Prensa”, de una impresión en papel bond por computadora; por lo que los organizadores tuvieron que verificar las identificaciones oficiales de cada uno de los representantes de medios que acudieron al lugar.

Los grupos que circularon por el escenario principal tuvieron apariciones de hora y media, cada uno, aunque no se sabía a ciencia cierta cual era el rol de presentaciones, debido a que nunca fue anunciado por los organizadores.

De los tres escenarios, este último fue el más concurrido, ya que el Minilounge tuvo poca gente por falta de espacio y el Chill out, estuvo dedicado principalmente a zona de relajación y descanso, previa renta de una silla a 20 pesos la hora.

El escenario principal fue dedicado al psycho trance, donde además de la música de los DJ’s, se proyectaban imágenes sicodélicas en tres enormes pantallas, otorgando estímulos visuales a los ya de por sí estimulados raveers con colores sicodélicos, imágenes de iconos como Mahoma, el Sagrado Corazón de Jesús y Buda, además leyendas como “paz”, “cree en ti mismo” y otras encaminadas a la búsqueda de la armonía de la sociedad y el respeto.

A pesar de todo lo que dijeron los organizadores, en este tipo de congregaciones abundan las drogas sicodélicas como el LSD y las más comunes las tachas o éxtasis que se vendieron en 150 cada una, pero los distribuidores estaban de oferta: si comprabas tres, te las dejaban en 100 pesos, además de la marihuana, cuyo penetrante olor estuvo presente en casi todo momento.

Hubo performances con fuego y malabares con telas de colores de bailarines que hacían figuras en el escenario, acompañando a los DJ’s.

Además de los extranjeros, también se presentaron excelentes músicos mexicanos en el género fusión del psycho trance traídos por disqueras como Maya Records y Astral Proyection como Arturo, Messie, Manolo, Chinix, Superfly, Vazik, Psychosonic, Psylent, Tini Tún y Tranciever.

La mayoría de los asistentes eran del DF, Jalisco, Hidalgo, Puebla y Monterrey.

Debido a la intensidad de la larga jornada que representaría el Son Pax, se establecieron en el predio unas 500 casas de campaña, unas tan grandes como para albergar a 20 personas, que podían comer durante los conciertos, hot dogs, cervezas, aguas y refrescos, todo a 20 pesos y hacer uso de los baños y regaderas instaladas en el lugar.

Los conciertos comenzaron el viernes a las 23 horas y terminaron el sábado a las 10 de la mañana. Continuaron el sábado a las 23 horas y continuaron hasta el domingo alrededor de las 17 horas.

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