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Renato Ravelo

 Carandirú

Carandirú, película brasileña dirigida por Héctor Babenco filmada en 2003 sobre la masacre ocurrida en 1992 después de un motín en un penal que lleva ese nombre.

Carandirú sugiere un código ético alternativo basado en hechos reales, pues en una de sus también múltiples historias, un joven normal que trata de vivir sin violencia y sin drogas, cuando su hermana es violada por pandilleros, acude a denunciarlo ante la autoridad instituida.

Resultado de esto, es que los pandilleros lo buscan para golpearlo en el ejercicio pleno de impunidad que otorga el sistema.

Acude entonces a su medio hermano, que liderea a una banda casi juvenil de traficantes de drogas, quien le dice que con la autoridad no se arregla nada, que no tiene capacidad de hacerlo sugiriendo que hay que apelar a un sentido propio del asunto. El joven le pide un arma para protegerse y efectivamente, cuando lo encontraron en un callejón y trataron de golpearlo con tubos, éste saca la pistola mata a uno y persigue al otro hasta alcanzarlo. Por esta causa sí llega a Carandirú con el plan de haber aplicado su propio acto de justicia. El hermano también ya está preso y dentro del penal controla el negocio de las drogas. Se entretejen muchas historias, pasando el relato de la historia colectiva de la vida en el penal a las historias particulares.

La cinta se nutre de varias entrevistas desarrolladas por un médico a cargo de quien corre el relato del film, con voz en off, de excelente calidad de expresividad, con las que se va describiendo la ética colectiva que se construye dentro del penal, que incluye una especie de jurado al que apelan y respetan todos, hasta cierto punto.

El que actúa como juez interno es un hombre maduro, ecuánime, jefe de cocina cuyo “buen juicio crítico” le da autoridad sobre los bandos que se generan en el penal y con cuyos jefes instituyen un tribunal colegiado. Es decir, no es el más maldito, fortachón o adinerado quien adquiere la capacidad interna de sancionar y dirimir las controversias internas, ser respetado y dictar fallos que son aceptados por todos.

Obviamente que se establece un código común entre la población típica de delincuentes, con un sentido de justicia propio, pero no con la capacidad de contener todas las pasiones y pugnas internas, pues llegado un momento se rompe el equilibrio. Este equilibrio se podía mantener por el director del penal, un médico moderado, dúctil y sensible, que se gana la confianza de muchos con su diálogo y conocimiento de sus historias.

Pero algo rompió el equilibrio y por cualquier cosa empieza una pelea durante un partido de futbol, que se extiende a todo el penal, como desahogo de una violencia que no tiene parámetros definidos, que además, después de descargarse entre ellos, se dirige contra el escaso mobiliario y el propio inmueble, para configurar un motín.

Es entonces que llega la fuerza pública y une a toda la comunidad carcelaria. El director logra apaciguarlos y con un megáfono logra convencerlos de que suspendan el motín y que arrojen sus armas para que no entre la fuerza pública.

Por las ventanas los presos al ver el dispositivo fuertemente armado, creen en el director y empiezan a lanzar por las ventanas las armas blancas de fabricación artesanal que poseen, en señal de aceptación de esa especie de armisticio con el Estado. Logrado esto por la confianza en la palabra del director, entran entonces las fuerzas públicas y empiezan a masacrar a los presos sin consideración alguna, como aleccionados para un exterminio. Si alguna fe pudo haber en el sistema ahí quedó destruido todo. Murió una mayoría, pero con los sobrevivientes se pudo reconstruir la historia, que desde luego pasará al acervo del inconsciente político que tendrá sus productos.

El sistema se derrumba moralmente. La política en todas partes se liga con los fraudes y crímenes de los “partidos de las esperanzas” en México, Brasil, Argentina, Estados Unidos, Inglaterra, etc. En las clases intermedias y mayoritarias germinan los elementos que no sabemos cómo aflorarán, pero obviamente son críticas, más que en ningún otro momento de la historia mundial, y son portadoras de un inconsciente que acumula datos y procesa alguna alteridad.

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