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Héctor Manuel Popoca Boone

Campo descapitalizado

 A Heberto Castillo, en la hora de su reconocimiento nacional.

 Para entender en parte porqué el campo está descapitalizado, a pesar de todos los esfuerzos y recursos aplicados, debemos hacer un símil con un barril, el cual queremos llenar de agua pero tiene muchos hoyos por donde ésta se sale. Mientras no empecemos a tratar de taparlos, nuestro esfuerzo gubernamental y el de los propios campesinos será vano y estaremos trabajando para terceros, en última instancia. Veamos.

Primer hoyo. Desde el inicio del proceso productivo, en la adquisición de los insumos para su actividad agropecuaria, es donde empieza a drenar parte de los recursos económicos de los campesinos. Los precios de los insumos, generalmente industrializados, crecen más que proporcionalmente a los precios que ellos obtienen por la venta de sus productos, año con año. El precio de los fertilizantes, semillas certificadas, herbicidas, fungidas y pesticidas, cada ciclo agrícola les son más caros.

Segundo hoyo. El uso y renta de maquinaria agrícola resulta cada vez más oneroso. Por trabajar en condiciones de minifundio, a la mayoría de los campesinos no les es redituable la compra de maquinaria; debiendo pagar maquila de tractor, cuyo precio aumenta anualmente. He ahí otro momento en donde al campesino se le escapan recursos económicos propios.

Tercer hoyo. Si de usar mano de obra de jornaleros se refiere para la siembra, también ésta se pone más cara, a medida que pasan los años. En el momento de la cosecha, en condiciones de minifundio, tampoco tiene recursos económicos para hacerla en forma mecanizada; obligadamente la realiza a mano, lo que le resulta costosa, puesto que el pago de jornales es cada día más prohibitivo. El drenaje económico continúa.

Cuarto hoyo. Dado su tamaño de parcela, no les es dable al campesino contratar asesoría técnica especializada de agrónomos para una atención personalizada. Por lo que es difícil que adopte o tenga acceso a paquetes tecnológicos que le permitan incrementar la productividad y bajar, por ende, los costos.

Quinto hoyo. Para llevar a cabo el proceso de siembra y recolección de la pizca o cosecha tiene que recurrir el campesino a financiamiento particular al no tener acceso a créditos blandos y oportunos de la banca. Cae en manos de los agiotistas del campo que cobran intereses de usura. Sigue la fuga económica.

Sexto hoyo. Por no contar con una infraestructura adecuada para la comercialización como lo son bodegas, empaques, transportes y contratos de venta, el pobre campesino se ve obligado a vender su cosecha a pie de parcela o anticipadamente, a precios bajos impuestos por intermediarios inescrupulosos, es decir, coyotes o acaparadores de los productos del campo. Por este hoyo se vierte y desperdicia gran cantidad del esfuerzo económico del campesino.

Séptimo hoyo. Si por desgracia el temporal no fue bueno o hay presencia de sequía o lluvias torrenciales que hacen perder la cosecha; el campesino no cuenta, hoy en día, con ningún seguro agrícola contra siniestros. Su inversión y esfuerzo quedan total o parcialmente perdidos.

Octavo hoyo. Generalmente la venta de los productos agropecuarios, los campesinos la realizan sin ninguna agro-industrialización de por medio, que les permita obtener una mayor plusvalía. Este valor agregado se lo dan otros actores económicos que son los que obtienen mayores utilidades a la hora de venderlos, ya procesados, al consumidor final.

Para tapar todos estos hoyos y otros más, que son de diverso tamaño, es necesario empezar por el más grande, el gran boquete, que es la mala comercialización. Si el campesino no vende su producto a un precio que le reditúe un ingreso con ganancias, entonces no es negocio la labor en el campo y por lo tanto, la pobreza y la migración seguirán imperando en el medio rural.

El campesino sabe producir; pero no vender bien. Esto explica en parte su baja rentabilidad económica. De nada sirve incrementar la productividad y la producción de una unidad productiva rural si el ganador, al final de las cuentas, será el acaparador, intermediario o coyote.

A lo anterior sumemos que los gobiernos neoliberales durante los últimos veinte años le han dado la espalda al campo, entonces comprenderemos, en toda su dimensión, la descapitalización crónica sufrida.

PD1. Mi reconocimiento a la audacia y a la impunidad con que el lucrador social Gilberto Barrera alias El Copetes, bloquea la planta termoeléctrica de Petacalco cada vez que le da la gana; o mejor dicho, cada vez que se le termina el dinero.

PD2. El perverso del ingeniero Gustavo Labra, burócrata de tercera, maletero del ingeniero Morelos Vargas Gómez, que es a su vez maletero del licenciado Florencio Salazar Adame, se cree tan intocable que ya ni pela a su jefe formal, el delegado federal de la Sagarpa. ¡Habrase visto tamaña fatuidad!.

PD3. Hay que soñar siempre y tratar de vivir nuestros sueños cotidianamente; porque la imaginación y los sueños son tierra fértil donde germina toda proeza humana. Por eso, debemos tener siempre un referente, a manera de paradigma, en donde éstos puedan depositar, en todo momento, la semilla de nuestra esperanza y anhelo.

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