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Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

Política agónica

En su libro autobiográfico Living History, Hillary Clinton explica una de sus primeras tareas como asistente de la fraccion demócrata del Congreso norteamericano: “Explicar las discrepancias entre las cifras de niños en edad escolar y las matrículas de las escuelas de educación básica, públicas y privadas. Después de seis meses, descubrí que muchos niños no estaban inscritos en la escuela debido a alguna disfunción física, como ceguera o sordera. Tambien encontré a niños en edad escolar, cuidando a sus hermanos menores mientras sus padres trabajaban.

“De esa manera tuvimos argumentos para sustentar una reforma a la ley que obligara a padres y escuelas a ofrecer educación a niños discapacitados y otra, que garantizara la creación de guarderías suficientes para padres que trabajan”.

En su pelicula Masacre en Columbine, Michael Moore incluye una entrevista televisiva a un congresista canadiense, quien también describe sus tareas de ese momento. En síntesis, explicaba sus propuestas para construir más parques públicos, para mejorar el nivel educativo de las escuelas en su distrito y para construir centros de actividades comunitarias para jubilados.

Joaquín Calomarde, diputado español de Valencia por el Partido Popular, en reciente entrevista para la television española, resumía sus esfuerzos para exigir, junto a más de 200 mil valencianos en participación activa, mayor seguridad pública en las colonias del primer cuadro de la capital y la cancelación del impuesto para construcción de nuevos planteles escolares públicos, debido a que el proyecto había concluido.

Ninguno de los tres anteriores, ni el español, ni la gringa ni el canadiense, incluyeron en sus alegatos frases como “los intereses de la nación”, “con vocación democrática” o “con un sentido patriótico”. Tampoco denunciaron a nadie, ni se quejaron de persecución, bloqueo ni acusaron tampoco a nadie de corrupción. Ninguno se dijo víctima de un complot, ni demandaron investigación a compañero de partido u opositor. Tampoco listaron los pendientes políticos de la agenda legislativa ni trataron de explicar números macro del presupuesto de egresos e ingresos.

Todos, sin excepción, abordaron asuntos concretos, específicos, relacionados directamente con las necesidades y el bienestar de sus electores. Todos demostraron oficio político, información y sensibilidad para conocer los asuntos relevantes de la agenda ciudadana.

Estoy seguro que no es necesario citar declaraciones de diputados mexicanos para demostrar su dispareja vocación política, su desigual responsabilidad legislativa y su contrastante distancia con los ciudadanos que representan. Conocemos bien tono, contenido y objetivo de sus discursos, declaraciones e intervenciones camarales. Al menos de la enorme mayoría, seguro (esperanzado) estoy de que sí existen buenos legisladores en México.

Pero la realidad es que muchos ciudadanos mexicanos pensamos que los diputados, en general, son personas lejanas, a veces hasta desconocidas, más interesados en su carrera política y en intereses de grupos y partidos, que en el bienestar de la población. Peor aún, existe la idea, probada una y otra vez por muchas encuestas, de que los políticos en general, no sólo los diputados, son corruptos, ineficientes, impopulares y mentirosos. Terrible contrasentido en una sociedad que vive su transición democrática.

Por estos senderos anda el nivel real de la descomposición política mexicana. En un video apenas se graban sus momentos más oscuros y decadentes, aquellas escenas que han representado muchos, pero que cuando son descubiertas en el adversario sirven para curarse en salud, desgarrarse vestiduras y susurrar cínicamente, en confianza, claro, “esos son igual de rateros, pero más pendejos”.

Es cierto, todas las anteriores son generalizaciones. Como todas, lesionan a inocentes, victimizan excepciones y pocas veces le hacen cabal justicia a la verdad. Son percepciones. Ese es el problema.

Porque en política, sobre todo en países como el nuestro, en donde transparencia y derecho a la información son apenas promesas y la impunidad hecho cotidiano, la gobernabilidad, la estabilidad social y las tendencias electorales se construyen o destruyen principalmente con rumores, prejuicios, filtraciones anónimas y acusaciones sin pruebas; sociedades en las que el papel de tribunal supremo lo ejercen casi siempre los dueños de los medios de comunicación.

De poco servirá buscar, encontrar y castigar a los culpables de esta crisis política. En primer lugar porque el veredicto será apelado por muchos y despertará la desconfianza de todos, o casi todos. Y en segundo lugar, porque ¿quién será nombrado de manera unánime el juez de ese proceso?

Una razón más: porque si profundizamos en el análisis, encontraremos responsables no nada mas entre las filas de nuestros políticos, tambien entre todos los sectores de una sociedad con frecuencia cómplice, apática, cínica y pasiva.

Pero algo se tiene que hacer.

En estos meses descubriremos en Guerrero qué tanto dañará esta crisis política el desarrollo y desenlace de las elecciones a gobernador. Porque los daños, se ha visto, no los sufre sólo el perredismo, grabados con las manos en la lana, ni sólo el priísmo o el panismo o los verdes, con sus propias historias infames.

La víctima principal podría ser nuestra capacidad colectiva para creer que nuestros problemas más graves pueden y deben resolverse con el ejercicio de la política.

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