Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

María de la Luz Núñez Ramos

 Es la hora de los principios

Renuncio por decisión propia al cargo de secretaria general del Ayuntamiento de Acapulco. Mi renuncia tiene el carácter de irrevocable y es fruto de una serena deliberación. Mi conciencia, mis valores, los ideales y las causas de vida así me lo dictan. Mi renuncia corre efectos a partir de este día.

Existe un permanente, creciente y sostenido deterioro de la confianza, de la admiración, del respeto y de la amistad entre Alberto López Rosas y María de la Luz Núñez Ramos y así no es posible continuar.

Es evidente el desacuerdo. Los desencuentros han llegado a tales niveles que algunas instrucciones mías autorizadas por el Presidente son anuladas por contraórdenes.

La advertencia oportuna, encaminada a evitar la comisión de errores y desvíos no es atendida y me he llegado a sentir como un estorbo para la realización de actos de gobierno que no comparto.

Nuestras divergencia son crecientes. Donde algunos funcionarios ven amenazas, conspiraciones e intrigas; agresiones; herencias y malos legados de la administración anterior, móviles extraños o ajenos, pretensiones de manipulación, etc., etc., yo en cambio advierto inconformidades que deben ser atendidas sin prejuicios, mediante el diálogo mutuamente respetuoso. Son inocultables las omisiones y deficiencias en la información y en la transparencia; en las formas, el contenido, el estilo, los métodos de gobierno.

Las divergencias son cada día más frecuentes y tienden a convertirse en conflictos. Es preferible cortar por lo sano. No estoy dispuesta a una dualidad de funciones legales; a compartir mis facultades con quienes no cumplen con las suyas. La ambigüedad es perniciosa.

Para mí la amistad, la comunidad de ideales y de valores, el respeto son dones especialmente importantes. Sin confianza mutua entre el alcalde y la secretaria general no es posible el desempeño de las funciones que tengo asignadas.

La gota que derramó mi paciencia es la reacción airada y ofensiva, autoritaria frente a mi actitud en el manejo de la protesta legal y justa de algunos empleados de Seguridad Pública. Para mí la buena relación empieza, como la democracia, en la casa de uno.

Un gobierno no será justo si no lo es en el trato con sus trabajadores y con sus empleados quienes tienen derechos y con ello obligaciones. La relación entre los funcionarios y los empleados de base no debe ser de ordeno y mando, sino de diálogo y de colaboración. La disciplina es fruto de la conciencia y de la comunidad de objetivos no de un mal entendido principio de autoridad presidencialista, que ha sido y es la fuente del autoritarismo despótico.

Durante este tiempo nunca me tembló la mano para aplicar la ley pero siempre respetando el interés público, los derechos humanos y los de las personas después de agotadores procesos de diálogo. El Estado de derecho sólo es posible sin impunidad y mucho menos dejando pasar flagrancia por compromisos políticos. No es aceptable la dureza en contra de los trabajadores y la complacencia extrema ante reales o supuestos compañeros de grupo o de partido. La ley es la ley…

Siempre expuse mis puntos de vista y mis propuestas por escrito y con la debida oportunidad. Las que consiguieron consenso se volvieron acuerdos y las que no, las dejé en espera de su oportunidad. En un gobierno de diferentes, plural, la concertación, el convencimiento y los esfuerzos para conformar un equipo unido por ideales y un común denominador es el arte del buen gobierno.

Nunca me he guiado por afanes de poder por el poder mismo. Al poder, si una no lo cambia él lo cambia a una y termina por esclavizar a los seres humanos reduciendo a los actores políticos a meras comparsas del poder. La soberanía y el poder dimanan del pueblo, quien lo delega y lo confía provisional y transitoriamente. Los cargos, todos, son pasajeros. Estos principios reducen a su mínima expresión al llamado principio de autoridad que siempre debe ser refrendado y renovado. La democracia y la participación social sustituyeron en la historia al “ yo soy el Estado…”

Yo no vine al mundo a sostener disputas por posiciones de poder; mucho menos a participar en reyertas con seres menores, misóginos cuyo lugar en los sótanos palaciegos de la mediocridad se lo han ganado a pulso. Durante este tiempo he pasado por alto las campañitas de ataques y difamaciones, las olas de rumores de aquellos a quienes mi presencia siempre ha sido un obstáculo para sus ambiciones. Hoy ya no dudo de que se les tolera, se alimentan sus afanes y he llegado a creer en la existencia de un doble discurso.

Por ello ya no quiero seguir debilitando mi confianza y mi amistad… Por el contrario me propongo rescatar lo posible de la amistad debilitada.

En mi vida como luchadora social y política me he guiado por una cultura democrática, donde prevalecen los valores, las causas, los anhelos y los ideales; soy, he sido y seguiré siendo una militante de izquierda por el socialismo democrático. Persevero en mis anhelos por una revolución ética de la política.                             Soy una mujer libre y congruente.

Vivimos momentos cruciales y críticos que incitan a la toma de decisiones y redefiniciones. Es la hora de los principios. Las decisiones trascendentes se toman cuando hay que tomarlas; en el momento oportuno. No antes ni después.

Hoy las causas de mi renuncia son evidentes y todavía no constituyen conflictos sin solución; choques, enemistades ni rupturas personales. Mi salida es un llamado político, ético y cultural para encauzar el rumbo del gobierno a los objetivos del Plan Municipal de Desarrollo y a los compromisos contenidos en la Propuesta de Programa de Gobierno Municipal.

El propósito de influir en el proceso preelectoral con la meta de construir la candidatura de uno de los aspirantes es una de las causas principales del debilitamiento de la institucionalidad, de fracturas, de choques internos desgastadores y sobre todo de un creciente descrédito ante la sociedad. Quienes no comparten esta obsesión son vistos como enemigos, rivales o contendientes. Estamos tirando por la borda el capital político acumulado hasta el 2002. Participé al lado de Alberto López Rosas en su campaña con todo mi entusiasmo gracias a una invitación que él me formalizó. Al término de la contienda, después de una victoria contundente fruto tanto del anterior buen gobierno como de la postulación y de los méritos propios de Alberto, fui distinguida como su representante personal en el grupo de entrega-recepción y, para mi sorpresa López Rosas me convocó a formar parte del gobierno municipal. Acepté ser propuesta a secretaria general ante el H. Cabildo por las razones y motivos expuestos por escrito. Alberto me pidió colaborar con mi estilo; mis ideas y mis proyectos. Los plasmados en los documentos que creí eran los mismos.

Soy leal pero nunca he sido incondicional de nadie. Servir al pueblo de Acapulco ha sido una maravillosa oportunidad y un reto. Lo he intentado con amor, con valor.

Respeto y obedezco, sirvo con humildad a las autoridades elegidas, especialmente a los síndicos y regidores de todos los partidos. Los regidores son depositarios de poder y de representación popular y por ello nunca dudé en tratarlos como tales. Hemos cultivado una amistad entre diversos sobre la base del respeto mutuo y espero no equivocarme afirmando que este es un nuevo haber en mi acervo personal. Yo los seguiré estimando y respetando.

He sido una fiel colaboradora; me he esforzado todos los días y noches de estas más de 450 jornadas para servir a Acapulco, a sus pueblos, a mis compañeros trabajadores del H. Ayuntamiento, a los funcionarios y a los miembros del gabinete, a mis colaboradores; a todos, sin distingos, ha sido mi norma.

El honor de coordinar al Gabinete –hasta donde me fue permitido– me ha enriquecido con relaciones entre diferentes unidos en la pluralidad. Me faltó mucho que intentar pero no podía ir más allá por la poca voluntad de conformar un equipo de gobierno donde los funcionarios del más alto nivel actúen como pares, no como subordinados a los dictados individuales.

Sin lugar a dudas que he cometido errores y omisiones. No es a mí a quien corresponde autoevaluarme. Quedo disponible para cualquier solicitud o reclamo de información. Sigo sometida al escrutinio de la sociedad. Quien me lo reclame o me lo solicite estaré siempre dispuesta a informar de mi actuación.

Me voy del cargo de secretaria general del Ayuntamiento con dignidad y con las manos limpias. Me llena de orgullo que durante este tiempo nunca fui señalada por actos turbios ni de corrupción. Esto hoy es un activo y una plusvalía de quienes han servido en cargos públicos. Mi hoja de vida sigue inmaculada.

Con y sin cargo seguiré entregando lo mejor de mí misma a los pueblos de México, a mi patria, a mi entidad.

Amo desde siempre y ahora mucho más que antes al pueblo de Acapulco, a su mujeres y a toda la sociedad. Tengo un renovada fe en la ciudadanía.

Reitero mi compromiso de aliada leal con el PRD, con el movimiento democrático. Retomo mi lugar como una más en las filas por la transformación democrática de Guerrero.

Tengo los pies sobre la tierra. Vuelvo a mis actividades productivas y sociales.

Voy a recuperar un poco de tiempo al lado de mi familia, de mis hijos, de mis nietas.

Renuncio con la alegría del deber cumplido. Mi amor por Acapulco creció infinitamente.

Acapulco es Acapulco.

Mi muy estimado Alberto:

Renuevo mi cariño a tus tres maravillosas hijas y mi afecto por tu dulce esposa María Eugenia. Que dios los bendiga a todos.

Muchas gracias por la oportunidad de vivir tan especial experiencia.

Fraternalmente

Por el derecho a la felicidad y a la esperanza.

 * Texto leído en conferencia de prensa el lunes 30 de marzo.

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