Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Fernando Lasso Echeverría

La Revolución en Guerrero

(Segunda parte)

Tras la caída de Madero, fue nuevamente en Huitzuco donde se inicia la lucha guerrerense contra el usurpador Huerta; en esa ocasión fue el general Rómulo Figueroa Mata, al frente de sus contingentes –Los Colorados–, quien inicia la ofensiva contra las fuerzas huertistas el 6 de abril de 1913. Para entonces, ya se conocía en Guerrero el Plan de Guadalupe, bandera del constitucionalismo en la campaña nacional contra Huerta, situación que logra que los grupos zapatistas que luchaban en Tlapa, Zitlala, Huamuxtitlán, Chilapa y Teloloapán también se unieran a la lucha contra las fuerzas militares leales a Victoriano Huerta. De hecho, nuevamente la mayoría del pueblo de Guerrero vuelve a responder con dignidad para vengar la sangre del caudillo sacrificado y restaurar el orden legal; sin embargo, es entonces cuando los Figueroa –tratando de salvar la vida a su hermano Ambrosio, prisionero en Iguala– salen del estado, y las fuerzas defensoras de los intereses revolucionarios en Guerrero quedan a cargo principalmente de tres hombres, Jesús H. Salgado, Encarnación Díaz y Julián Blanco, quienes durante los últimos nueve meses de la cruzada contra Huerta en Guerrero, fueron la columna vertebral del movimiento; con excepción de la Costa Grande –donde Silvestre G. Mariscal permanecía como un firme reducto de Huerta– todo el estado estaba infiltrado por el zapatismo que amagaba continuamente a los federales, debilitando al huertismo por todas partes.
El principal baluarte del gobierno de Huerta era Chilpancingo, ya que en esta ciudad el gobierno espurio disponía de casi tres mil hombres y numerosos pertrechos de guerra, que incluían cañones y baterías de montaña; por esta razón, Jesús H. Salgado convoca en Cuetzala del Progreso una junta de jefes revolucionarios zapatistas para planear el asalto definitivo a la capital del estado, que estaba defendida por los generales Juan A. Poloney (todavía gobernador estatal), Luis G. Cartón, Paciano Benítez y el chaquetero coronel ex maderista Martín Vicario.
La captura de esta fortificada plaza por los militares zapatistas, encabezados por el mismo Emiliano, fue un hecho admirable porque el movimiento antihuertista en Guerrero no sólo careció de un mando único militar y político que favoreciera su desarrollo y cumplimiento en el menor tiempo posible, sino que también se realizó alejado territorialmente de la campaña constitucionalista encabezada por Venustiano Carranza, que avanzaba hacia la ciudad de México; por ello, el movimiento contra Huerta en Guerrero siguió su propio impulso y se atuvo prácticamente a sus propios recursos. Las acciones antihuertistas en nuestro estado se vincularon más –por razones geográficas– con el movimiento michoacano y con el zapatismo de Morelos.
Al ser tomada la plaza de Chilpancingo, Poloney y su segundo, el general Cartón más lo que quedaba de sus tropas, intentan huir hacia la costa, pero en Los Cajones son derrotados definitivamente por Julián Blanco, quien en el sitio había cercado con sus tropas la ciudad por el sur y cuidó que los huertistas no huyeran por ese lado; Poloney murió en la batalla y Cartón es tomado prisionero y fusilado en El Rincón. El botín fue cuantioso en armas y balas, mismas que le fueron entregadas a Emiliano Zapata a petición de éste a los revolucionarios guerrerenses.
Y ya lo dijo el escritor Vicente Fuentes Díaz, en dos ocasiones –1910 y 1913– el pueblo de Guerrero se puso en pie para resguardar sus derechos. Y en ambas ocasiones lo hizo con un carácter indomable, abriéndose camino en medio de condiciones desfavorables, con poco armamento, desunido política y militarmente, fastidiado por graves problemas, traicionado en varias ocasiones por quienes decían formar parte de él, abandonado a su suerte, pero con una energía y un arrojo realmente admirables.

El carrancismo en Guerrero

Julio de 1914 marcó el triunfo de la Revolución constitucionalista en toda la República; el 20 de ese mes, Huerta, el presidente usurpador, salía del país rumbo a Jamaica; no obstante, se suscita entonces entre los triunfadores una división –que ya se vislumbraba– entre los moderados carrancistas, y los radicales zapatistas y villistas. En Guerrero, esta división fue específicamente entre carrancistas representados por Julián Blanco, zapatistas encabezados por Jesús H. Salgado, y la facción mariscalista que sobrevivió al huertismo.

Jesús H. Salgado

En ese momento, el general Jesús H. Salgado asume el poder como gobernador provisional del estado, y desde Chilpancingo comisionó a Julián Blanco para ocupar Acapulco y combatir al huertista Mariscal; sin embargo, en forma poco clara, pero explicable por el camaleonismo político de éste, Venustiano Carranza lo protege y ordena a Blanco que deje de acosarlo, porque el militar costeño se había sumado ya al constitucionalismo; sin embargo, Mariscal continuó creando problemas al gobierno estatal con sus fuerzas armadas, y en forma artera captura y asesina a los jefes de la Costa Grande que lo habían suplido puestos por Julián Blanco: Tomás Gómez y Manuel Villegas; por otro lado, el hecho de asumir Julián Blanco el mando del carrancismo en Guerrero lo obliga a enfrentar a Salgado, y sus tropas combatieron a los zapatistas jefaturados – además de por Salgado– por Heliodoro Castillo, de Tlacotepec, y Chón Díaz, originario de Mayanalán.
El tiempo de Salgado como gobernador fue corto, duró del 28 de marzo de 1914 al 24 de diciembre del mismo año, cuando es derrocado por el carrancismo, por ello poco pudo hacer como gobernante, sin embargo, en ese tiempo reorganizó las dependencias del gobierno del estado y cada uno de los ayuntamientos; desconoció las deudas de los gobiernos anteriores y, en octubre de 1914, fundó el Banco Revolucionario del Sur, cuya emisión en moneda con alta ley oro ascendió a 10 millones de pesos. Asimismo, ofreció tierras a los campesinos y jornaleros, y ordenó que la instrucción pública atendiera a todos los niños y jóvenes en edad escolar, creando nuevas escuelas y contratando nuevos maestros.

Simón Blanco

Los triunfos de Blanco sobre los zapatistas logran que el presidente Carranza lo designe gobernador del estado, supliendo a Jesús H. Salgado; su periodo de gobierno duró poco más de siete meses, del 26 de diciembre de 1914 al 6 de agosto de 1915, cuando fue fusilado, junto con su hijo, en el interior del Fuerte de San Diego por fuerzas mariscalistas que lo capturaron en ese lugar tras sufrir un asedio de varios días que lo obligó a rendirse por falta de agua y alimentos; poco antes, Blanco había sido atacado en forma sorpresiva por los mariscalistas en Acapulco, y se había guarecido en esta instalación militar tratando de salvarse, pero no lo logró.
Mariscal –cuyo nombre real era Silvestre Dionisio González– fue el principal escollo para el gobierno de Julián Blanco; este individuo continuó en contacto con don Venustiano –quien jamás visitó Guerrero, y nunca tuvo un panorama social y político real del estado– y en sus entrevistas intrigaba permanentemente a don Julián, a tal grado que convence al presidente –refugiado en ese momento en Veracruz, huyendo de Villa y de Zapata– para que lo designara jefe de Operaciones Militares en Guerrero, nombramiento que fue frustrado por el mismo gobernador Blanco, quien acudió muy indignado también personalmente a Veracruz en busca de una entrevista con Carranza, la cual consiguió; sin embargo, Mariscal finalmente logró acabar con Julián Blanco, asesinando al gobernante que convenía a Guerrero en ese tiempo, pues Blanco era un hombre popular, conciliador y moderado, y con objetivos sociales; sin el radicalismo de Salgado, pero sin tanto conservadurismo como los Figueroa Mata.
Mariscal y sus seguidores, sin prueba alguna y con la intención de justificar el asesinato de don Julián, le comunicaron al gobierno federal que Blanco había atacado primero y que proyectaba rebelarse contra Carranza y unirse a los zapatistas, argumento negado en forma rotunda por los partidarios de Blanco que sobrevivieron, sin embargo ya no había remedio, y el gobierno federal encabezado por Carranza –quien por su origen de rico hacendado, abominaba al zapatismo– no tuvo mucho interés de investigar si esto era verídico y, por otro lado, carecía de la fuerza suficiente para pacificar los conflictos políticos regionales e intentaba evitarlos si estos no amenazaban la integridad de su administración.

Simón Díaz Estrada

A la muerte de Julián Blanco, el teniente coronel Simón Díaz Estrada, un militar indígena originario de Coahuila (paisano de don Venustiano), fue designado como gobernador provisional del estado por una junta de militares y civiles notables encabezada por el general Silvestre G. Mariscal, comandante militar del estado, quien, o bien seguía instrucciones del presidente o pagaba de esta manera el servicio que este individuo le había hecho como comandante militar del puerto de Acapulco, al no defender –como era su obligación– al gobernador Julián Blanco del ataque de las fuerzas mariscalistas; por otro lado, Mariscal –con un incondicional en la gubernatura que le cubría las espaldas en todos los aspectos– se dedicó libremente a combatir a los zapatistas que continuaban con gran parte del estado en su poder; pero Mariscal nunca logró acabar con los partidarios de Zapata; éstos fueron debilitados por fuerzas federales al mando de los generales carrancistas Héctor F. López y Joaquín Amaro, quienes entraron a Guerrero desde Michoacán y llegaron hasta Iguala exitosamente, acabando con los reductos salgadistas en toda la Tierra Caliente y el norte del estado.
Muchos grupos zapatistas se disolvieron y sus integrantes empezaron una vida civil en sus localidades o huyeron de Guerrero y se refugiaron en Morelos; Díaz Estrada ocupó el puesto del 11 de agosto de 1915 al 7 de noviembre de 1916, cuando fue separado del cargo por Mariscal, el torvo personaje que mandaba en el estado en ese momento. Un día después de que el coahuilense dejara el cargo, Silvestre Mariscal asumió el gobierno quedando como amo y cacique de Guerrero, pues los generales López (que aspiraba a la gubernatura, contra los intereses de Mariscal) y Amaro, los únicos militares que podían haberle hecho sombra, salieron de Guerrero por órdenes de Carranza.
El poco tiempo que Simón Díaz permaneció en el poder –pues durante su corto periodo tuvo un permiso de dos meses y medio para ausentarse del cargo– fue prácticamente un pelele de Mariscal, y su gobierno se caracterizó por mantener una política de terror y de violencia; la inseguridad pública y la escasez de alimentos provocaron zozobra en la población de Guerrero; el sindicato de obreros de Acapulco, recién fundado, fue duramente reprimido, y su líder Juan R. Escudero fue expulsado del Puerto.

Silvestre G. Mariscal

Mariscal, hombre polémico, maestro graduado en el Instituto Literario de Guerrero en 1892, era originario de Atoyac de Álvarez, donde nació en 1870; en 1910 fue síndico procurador del Ayuntamiento de Atoyac y el siguiente año se desempeñó como administrador de Correos en Acapulco; estaba íntimamente ligado con las empresas españolas que dominaban Acapulco y las costas. En abril de 1911 se incorporó a la lucha revolucionaria a favor de Francisco I. Madero, distinguiéndose durante toda su vida como un militar sanguinario y cruel con sus enemigos, y como un hombre ambicioso sin ideologías claras, pues con tal de conseguir el poder local se volvió después apasionado Huertista y luego fervoroso constitucionalista, época en la cual alcanzó la gubernatura, terminando con la vida del gobernador Julián Blanco, tal como ya se mencionó. (continuará)

*Presidente de “Guerrero Cultural Siglo XXI”.

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