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Hace 17 años, estudiantes de Ayotzinapa fueron encañonados por policías en Iguala

*Un maestro recuerda esos hechos como prueba de que la represión a los normalistas rurales ha sido constante

Lourdes Chávez

Chilpancingo

En noviembre de 1997, siendo gobernador interino Ángel Aguirre Rivero, unos 40 estudiantes de primer año de la Normal Rural de Ayotzinapa fueron encañonados y perseguidos por policías municipales de Iguala, cuando el alcalde era el perredista Lázaro Mazón Alonso.
Aunque se reservó su datos, un docente en activo, no mayor de 40 años, narró con detalle los hechos del 18 de noviembre de hace 17 años, para denunciar que la represión del Estado, y determinados actores, ha sido la constante contra los normalistas rurales.
Estimó que en esa fecha, alrededor de las 4 de la tarde, una patrulla de la entonces Policía Federal de Caminos paró el autobús en que viajaban los estudiantes hacia Cuautla, Morelos a una marcha para recordar la represión de una protesta a balazos, de policías contra alumnos y padres de familia de dicha escuela, el 19 de noviembre de 1986.
De acuerdo con las notas de esa fecha, en Morelos hubo un muerto, varios heridos por exigir un cambio de nivel de Normal básica a una licenciatura con bachillerato interno.
El docente en Chilpancingo indicó que estaban a pocos metros del crucero de Santa Teresa (donde este año ocurrió el ataque contra el autobús el equipo de futbol Los Avispones), y durante unas tres horas, los federales tomaron sus nombres, edad, ocupación y fotografiaron a cada uno dentro del autobús.
Detalló que en el camión del servicio público –de los que retienen los estudiantes para trasladarse a sus actividades educativas y políticas–, iban sólo alumnos de primer año y dos estudiantes de las academias de segundo y tercer grado, a cargo del grupo.
Una vez que terminó la revisión, los policías ofrecieron custodiarlos hasta la caseta de cobro que va a Cuernavaca, pero demasiado tarde se dieron cuenta de que los llevaron hasta la comandancia de la Policía Municipal. Diecisiete años después, fueron los municipales los que entregaron a los sicarios a los estudiantes de primer grado, según la versión oficial que se ha difundido de los hechos del 26 septiembre.
“De repente vimos hasta adelante el letrero de barandillas, de la Policía Municipal, se me hizo raro, llamo al que iba a cargo y le muestro (a donde habían llegado)”.
Había caído la noche y los estudiantes saltaron del autobús por las ventanillas, que en aquel tiempo era corredizas, porque a unos 100 metros vieron a los policías municipales listos para detenerlos. “Corrimos varias cuadras, sobre la avenida Bandera Nacional, hasta donde está ahora la terminal de autobuses de la Estrella de Oro”.
Calculó que eran como las 9 o 10 de la noche cuando los rodearon decenas de policías y unas seis patrullas municipales, y el que iba a cargo gritaba “detengan a esos delincuentes”.
En la carretera, “el que iba al mando dio la orden de apuntarnos, nos encañonaron, algunos cortaron cartucho, y uno de los compañeros dijo que no habíamos hecho nada malo (por lo tanto no había razón para detenerlos) y sujetó el fusil de un policía, del que estaba a un lado del jefe que daba las órdenes, y (con un movimiento) tiró al suelo al policía”.
Enseguida salió del cerco y llamó a los demás a correr. Al parecer, sólo iban a amedrentarlos, porque no hubo disparos.
Agregó que en grupo corrieron hacia el Zócalo, en dirección contraria a la circulación vehicular para evitar a los policías que los perseguían en las patrullas. En la plaza de las tres Garantías todavía había muchos paseantes, pero nadie los ayudó. Resolvieron ir a la terminal a tomar otro autobús, pero no fue posible, pues la central estaba rodeada por policías y la empresa suspendió las corridas.
Añadió que en taxis se fueron directo a la caseta de cobro, por grupos de cuatro o de cinco, como lo permitieran los choferes, y avanzaron sobre el monte, paralelo a la autopista.
El docente recordó que seis alumnos se separaron del grueso del grupo (ahí iba él), y no se dieron cuenta de que sus compañeros fueron auxiliados por otra patrulla de la PF.
Indicó que los federales pararon un autobús para que se llevara a más de 30 estudiantes a Cuernavaca, pero no tenía suficiente cupo, y esperaron juntos otro aventón. Se fueron en un camión torton que iba a Puebla, y los dejó justo en el crucero de la Normal Rural de Amilcingo.
Los seis que se adelantaron, fueron hostigados por otra patrulla de la policía municipal que desde su vehículo, sobre la vía de cuota, les gritaban que salieran de las milpas y del monte, les lanzaron luces muy intensas para que no pudieran esconderse.
Cuando se cansaron, los policías se siguieron de largo, y los estudiantes siguieron hasta la comunidad de Platanillo, donde se recostaron frente a una tienda. Alrededor de las 2 de la madrugada, se estacionó en el lugar un camión de la Estrella de Oro para hacer una reparación, y más tarde los llevó hasta un punto donde abordaron un camión a Cuautla. Ahí se enteraron de que sus compañeros habían salido a buscarlos.

El contexto de la represión

Un mes antes, los normalistas de Ayotzinapa, que cada año se movilizan por demandas educativas, participaron en un paro nacional de normales rurales, con un plantón de 15 días en el Zócalo de la Ciudad de México.
Y en la marcha del 20 de noviembre del 97 en Tixtla, tras el desfile conmemorativo de la Revolución Mexicana (tras la marcha en Cuautla, Morelos), la Policía Judicial aprehendió al normalista, Macario Cruz Ventura, también dirigente de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECM), la organización estudiantil más antigua que integra a las normales rurales que quedan en el país.
Recordó que en la detención arbitraria, en pleno centro de Tixtla, los judiciales encañonaron incluso a los vecinos para llevarse al dirigente que se separó de sus compañeros para comprar un agua de frutas en el mercado.
A partir de esa fecha comenzaron acciones de protesta en Chilpancingo para exigir la libertad inmediata de su compañero, hasta el 11 de febrero de 1998, policías estatales desalojaron con violencia un plantón luego que los estudiantes cerraron los accesos del Palacio de Gobierno (el edificio que ahora ocupa el Ayuntamiento de Chilpancingo), fueron golpeados decenas de normalistas y 26 fueron detenidos y acusados de secuestro, asociación delictuosa y motín, en la plaza primero Congreso de Anáhuac.
El Sur, entonces semanario, consignó los hechos en el edición del 22 de febrero de 1998, y deja constancia del estigma de los normalistas, promovido desde las esferas de gobierno.
El secretario de gobierno, Humberto Salgado Gómez (que repitió en el cargo en el segundo periodo de mandato de Aguirre Rivero, hasta el asesinato de dos estudiantes de Ayotzinapa el 12 de diciembre de 2011), declaró: “no puedo tolerar la impunidad, por ello tiene que aplicarse la ley… los estudiantes han incurrido, una vez más en acciones que transgreden el orden legal y por eso se están integrando averiguaciones previas”.
El procurador, Servando Alanís Santos, dijo que estaban escuchando a sectores de la sociedad que estaban pidiendo la desaparición de la Normal Rural de Ayotzinapa y dejó entrever que los normalistas tiene vínculos con la guerrilla.
El 14 de febrero, el maestro recordó que recibieron una llamada para que fueran por Cruz Ventura a la prisión; estaba libre sin más trámite.

Las promesas repetidas de Aguirre

El maestro de primaria recordó que como interino, Aguirre Rivero pidió perdón a los estudiantes de la Normal Rural por la represión en el Palacio de Gobierno, y prometió la construcción de una cancha empastada de futbol, así como en 2011, cuando se reunió de nueva cuenta con los estudiantes en la escuela, antes del desalojo en la Autopista del Sol, donde fueron asesinados en un desalojo a balazos los estudiantes, Jorge Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverría de Jesús.
Aguirre Rivero se sentó como interino y como gobernador constitucional a comer dos veces con los estudiantes en la Normal Rural, y llevó de Casa Guerrero la loza para servir la comida, porque en la escuela se usan utensilios y platos de plástico.
En sus dos periodos de gobierno, sumó cuatro acciones de violencia contra los normalistas: el de febrero 1998 y 12 de diciembre de 2011, que se citan arriba, además del accidente donde fueron arrollados y asesinados dos estudiantes el 7 de enero de 2014, en la carretera federal Acapulco-Zihuatanejo, y el 26 de septiembre de 2014, que lo obligó a pedir licencia del cargo.

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