Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Cuauhtémoc Sandoval Ramírez

La izquierda en la encrucijada

 (Primera de dos partes)  

Este viernes se celebrará el VIII Congreso Nacional del PRD para actualizar sus Estatutos y su línea de organización, teniendo como marco la más grave crisis que ha sufrido. Ante este Congreso, un conjunto de delegados hemos hecho una propuesta de realizar un Segundo Congreso Extraordinario que evaluaría la situación de la izquierda mexicana de cara a las elecciones de 2006.

El 5 de mayo de 1989 nació el PRD producto del movimiento de millones de personas que en 1988 se incorporaron a la lucha para derrotar al partido de Estado, instaurar la democracia y mejorar sus condiciones de vida gravemente deterioradas en las últimas décadas. También tuvo un relevante papel la voluntad unitaria de dos grandes corrientes históricas: el nacionalismo revolucionario de izquierda y las expresiones fundamentales de los socialistas mexicanos.

Quince años de esfuerzos y sacrificios han dado frutos. El PRD y el conjunto de la izquierda pueden estar orgullosos de haber sido el factor fundamental en la desaparición del régimen de partido de Estado. Hoy, con la alternancia en la Presidencia de la República ese obstáculo para la democracia ya no existe, si bien el modelo económico es el mismo de los últimos 20 años.

Hoy el país ha madurado para otra tarea histórica: la alternancia hacia la izquierda en el Poder Ejecutivo Federal, para culminar la transición democrática, social y económica de México.

Alcanzado el objetivo fundacional del partido, consideramos que se han agotado el objeto y la motivación política esenciales que permitieron reunir a diferentes vertientes de la izquierda. Además de este objetivo concreto, y de los valores más básicos de la izquierda, poco era lo que las unificaba realmente, ya que hasta ahora los programas han sido más una referencia formal que una verdadera coincidencia de ideas y voluntades, que varían notablemente de Congreso a Congreso, así como la coexistencia de acusadas divergencias en el discurso y la práctica de los perredistas.

Entre las causas de fondo de esta permanente indefinición se encuentra el agotamiento de los antiguos modelos sociales y políticos de la izquierda mundial. Hoy carecemos de un programa realista de transformación económica, adecuado a las condiciones y necesidades del México del siglo XXI y de nuestra inevitable inserción en la globalización en curso.

Otra consecuencia es nuestra falta de definiciones consolidadas en torno al régimen constitucional y político que debe reemplazar al heredado del pasado autoritario: ¿Queremos mantener el sistema presidencial o transformarlo? Y si es así ¿cómo? ¿Mediante un sistema presidencial acotado, un sistema semipresidencial o uno parlamentario? ¿Cuáles deben ser los nuevos alcances del federalismo?

Durante sus primeros años, el PRD se organizó en torno de las personalidades que simbolizan los objetivos concretos del partido. La confianza de millones de mexicanos en los dirigentes más destacados, de modo muy especial en Cuauhtémoc Cárdenas, y el deseo de derrotar al PRI, aportó la fuerza de cohesión suficiente para mantener unidas a las fuerzas del PRD.

Pero fue precisamente la excesiva concentración de autoridad en las personalidades, lo que impidió la creación de un auténtico partido, y dio origen a las corrientes, como la                                 necesaria participación de la pluralidad del PRD junto a fuertes voluntades personales. Si bien al principio estas agrupaciones fueron un paso en la evolución organizativa del partido, su incapacidad para llegar a ser expresiones de verdaderas corrientes de pensamiento las convirtió en meros grupos de interés: en facciones. Existe la percepción en amplios sectores sociales de que el PRD es incapaz de gobernarse a sí mismo.

El agotamiento de este modelo, sumado a la carencia de un núcleo programático,                                 permitió que en las estructuras dirigentes del PRD se deteriorara la vigencia de algunos valores esenciales de la izquierda, como la austeridad, la vocación de servicio y la honestidad, lo que ha propiciado, a su vez, entre algunos dirigentes y gobernantes, la búsqueda del poder por el poder mismo, sin consideraciones éticas o programáticas.

Otro factor esencial en dicho proceso fue el sistema electoral interno, diseñado como una mala copia del constitucional, que generó una gran presión económica sobre todos los precandidatos, propició el desarrollo del clientelismo y la degradación de las corrientes en facciones, pues el sistema exige en la práctica la inversión de enormes cantidades de recursos humanos y económicos. Así, los problemas de la naciente democracia los tenemos presentes en la vida interna, pues hemos construido una institucionalidad semejante a la de la República, pero todavía con menos y peores controles sobre el dinero.

De esta manera, el PRD se encuentra en medio de la más grave crisis de su historia, y a ello debemos responder con madurez y con audacia, asumiendo que por definición, una crisis es un momento en el que un sistema tiene que cambiar, ya sea para degradarse o para superarse. Es a la vez un riesgo y una oportunidad.

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