Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jaime Castrejón Diez

 La teoría del complot  

El presidente del Partido Verde inauguró la temporada de la corrupción, fue como partir plaza para iniciar la corrida. Luego se dieron una serie de revelaciones sobre la corrupción en funcionarios del gobierno del Distrito Federal que alcanzó también a muchos personajes prominentes del Partido de la Revolución Democrática. Los videos fueron explícitos, el cambio de manos de dinero, la imagen de que cuando ya no cabían en un portafolio hubo que echarse los fajos de billetes a la bolsa, son muy claros, no creo que haya duda de que esas cosas hayan pasado. El problema del secretario de Finanzas del DF y sus apuestas en las Vegas, el delegado de Tlalpan siendo implicado en estas transacciones, con su correspondiente video, lo que era un poco sorpresivo ya que Carlos Ímaz se ostentaba como uno de los paladines de la izquierda inteligente, pero como vemos la inteligencia tiene límites, especialmente cuando hay intereses de por medio.

Todos esperábamos la respuesta de López Obrador que se vino anunciando con insistencia, de hecho cambió hasta sus actitudes hacia los periodistas; el preámbulo hizo que todo mundo se esperara la gran revelación. Llegó el momento de correr el telón, muchos estuvimos pendientes colgados de sus palabras esperando una serie de datos que vinieran a echar por tierra el cargo de corrupción. Eso no sucedió, la corrupción pasó a un segundo término, el jefe de Gobierno del Distrito Federal en lugar de contestar y hacer claras las dudas que teníamos la mayoría de los mexicanos, de pronto salió con una teoría de la conspiración que ciertamente llamó la atención, es decir, a mí en lo personal me dio la impresión de que el jefe de Gobierno pensaba que el país entero estaba compuesto de retrasados mentales. La teoría de la conspiración no vino a abordar los actos de corrupción en que se ve envuelto su gobierno. Podemos darle el beneficio de la duda de que fue a sus espaldas, pero de todos modos la responsabilidad, la falta de vigilancia, el ámbito creado que permite esos actos de corrupción nos hace dudar de su capacidad como gobernante. Es más, da la impresión de que obnubilado por una posible candidatura presidencial, considera que su gobierno es solamente un trámite en espera de “la grande”.

No quedó claro quién era el verdadero villano de la fiesta, si Diego Fernández de Cevallos, si la DEA, si el gobierno federal, pero todos en conjunto estaban en una conspiración contra el jefe de Gobierno que se autonombra el representante de la esperanza de los mexicanos. La esperanza empezó a desvanecerse desde el momento en que el espectro de la corrupción empezó a revolotear alrededor de su gobierno. Más aún cuando desconoce a sus amigos. Rápidamente decía “no me unía con ellos ninguna amistad, eran conocidos, los conocí en el ejercicio de un puesto público” y casi como decía Foster Dulles de Estados Unidos, López Obrador no tiene amigos, tiene intereses. Y su interés principal es salvar lo que sea posible de la gran ventaja que llevaba en el handicap presidencial; sin embargo como suele suceder en los hipódromos, caballos de rápida salida empiezan a perder el paso a media carrera.

La renuncia de Rosario Robles y de Ramón Sosamontes es también parte de la secuela de todo este evento. La posible extorsión a industriales de la construcción queda en el aire porque de acuerdo con lo que oímos en el mensaje que salió en los noticieros, todo es un gran complot contra su persona. Yo veo que en esta participación del jefe de Gobierno, que debía haber sido moderada poniendo la responsabilidad en quienes cometieron los actos delictivos, pero daba la impresión que más que los actos delictivos él quería denunciar el complot para hacerlo público, es decir en ningún momento censuró con firmeza los actos delictivos, fue fuerte su denuncia de una conjura del gobierno de Estados Unidos, del gobierno mexicano para obstruir la carrera del “candidato de la esperanza”.

Las teorías del complot son generalmente enfermizas, es buscar la razón de los problemas no en la actuación política sino en factores externos y etéreos. Solo hicieron falta ovnis y extraterrestres para pintar el panorama claro de la paranoia.

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