Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Lorenzo Meyer

AGENDA CIUDADANA

*La crisis

*No existen los canales para una conversación entre los muchos mexicos, y menos un proyecto común. De ahí que la comunicación de los de afuera con los de adentro sea a gritos y con rabia.

Significado. Raras veces se puede apreciar la verdadera dimensión de una crisis mientras ésta tiene lugar. ¿Hasta qué punto la monstruosidad que tuvo lugar en Iguala en septiembre pudiera ser el disparador no sólo de una espectacular explosión de descontento sino de un proceso que modifique el equilibrio político en México? Imposible saberlo.
Causas inmediatas. La actual atmósfera de crisis se prolonga, entre otras razones, porque su punto de partida –la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa– no se soluciona. Es inexplicable que todo el aparato del Estado simplemente sea incapaz de resolver la parte más elemental del caso. El hecho, además de indignante es desconcertante, pero el correr del tiempo lleva a que la bola de nieve crezca.
Cada vez hay más elementos en el reclamo, como la aparición de fosas con cadáveres que no se buscaban o la persistencia de los asesinatos colectivos y brutales en Guerrero. A esa violencia se le suma el descontento por la corrupción generalizada y, en particular, la sospecha de un conflicto de intereses del propio presidente Enrique Peña Nieto a raíz de la publicación de datos sobre la forma en que su esposa adquirió derechos sobre una mansión de 7 millones de dólares en las Lomas de Chapultepec. Hay que sumar la frustración producida por la persistente mediocridad del crecimiento del PIB a pesar de llamadas “reformas estructurales” citadas ad nauseam desde el poder, y que prometían un Mexican moment que no aparece y que la caída de los precios mundiales del petróleo aleja cada vez más.
La manera en que la policía procedió a desalojar del Zócalo capitalino a los manifestantes de la magna marcha del 20 de noviembre terminó por revertirse en contra de las autoridades y sumarse al descontento. Y es que los videos que circulan en las redes sociales muestran una reacción policiaca desmedida. La PGR sumó un descalabro más cuando un juez federal no encontró razón para consignar a las 11 personas que esa dependencia había consignado como responsables de ese choque entre policías y manifestantes. Ahora queda cada vez más claro que se buscó usar “la fuerza del Estado” contra inconformes pacíficos (¿Se buscó desalentar nuevas manifestaciones de descontento?) y no exactamente contra el puñado de violentos que sistemáticamente desvirtúan el espíritu de las protestas. Como sea, el 1 de diciembre los insatisfechos volvieron a ganar la calle.
Un elemento más de la coyuntura es una crisis dentro de la crisis: la del PRD, que debilita uno de los pies del trípode en que se montó el Pacto por México, la pieza fundacional del actual sexenio.
Indicadores. Ya abundan los análisis sobre las causas de este repentino estallido de descontento contra un Presidente que, en vísperas de que se conociera la tragedia de Iguala, recibió de manos de Henry Kissinger, en Nueva York, un premio como “Estadista Mundial 2014”. Una explicación general del problema se encuentra en que el PRI –el partido que por 71 años sirviera de base política al presidencialismo autoritario– recuperó el poder sin haber cambiado mucho, en tanto que la sociedad se transformó más. Desde esta perspectiva, lo que hoy se experimenta es un desencuentro entre el antiguo PRI y sus arraigados hábitos, y su nuevo entorno. Las encuestas de opinión pública dan una idea de la magnitud del desencuentro: un estudio del periódico El Universal del 1 de diciembre encontró que el 50 por ciento de los ciudadanos está inconforme con el actual gobierno pero otro similar de Reforma pone la inconformidad en 58 por ciento.
El fondo. Peña Nieto es el desafortunado cosechador de frutos malignos sembrados por él mismo, pero sobre todo por quienes le precedieron en épocas recientes o mucho más atrás.
En el campo de lo social, la desigualdad extrema que llamó la atención de Alexander von Humboldt en 1803, no ha dejado de reproducirse. Hoy el 37.1 por ciento de los mexicanos viven en la pobreza y el 14.2% en la indigencia (CEPAL, 2013), pero las 15 muy afortunadas familias mexicanas que aparecen en la revista Forbes, acumularon en 2013 una fortuna calculada en más de 148 mil millones de dólares, lo que significó 18.4 por ciento más que el año anterior, pese a que la economía mexicana apenas pudo crecer arriba del 1 por ciento (Forbes, Dolia Estevez, 3/07/2013).
Otra razón profunda se encuentra en una corrupción endémica y sin castigo, de la que el narcotráfico y su violencia apenas son parte. Mientras en Brasil se pone frente al juez a quienes saquearon a la empresa petrolera estatal (Petrobras), en Portugal se hace lo mismo con un antiguo primer ministro (José Sócrates) y en España la “Operación Púnica” significó la detención de 51 funcionarios, políticos y empresarios implicados en contratos corruptos por 250 millones de euros, en México este tipo de situaciones apenas si ha llevado a la cancelación de una licitación sin competencia, la del tren México-Querétaro, pero a ninguna investigación ni menos a un castigo. Es más, en medio de la crisis, los legisladores, sin ningún pudor, insisten en su derecho a recibir y gastar a discreción millones de pesos; la impunidad campea a izquierda y derecha.
En suma. La crisis actual es resultado de la acumulación de fallas políticas históricas que han impedido la existencia de un verdadero proyecto común. Hoy, lo que hay es un reclamo a gritos y con rabia de un México contra otro, pero no una conversación real entre ambos y, desde luego, se nota la ausencia del proyecto común.
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