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Muere el decano de la música en México, Luis Herrera de la Fuente, a los 98 años

Nació el 25 de abril de 1916, día en que sus padres asistían a una función de la ópera Aída en el Teatro Arbeu

 

Érika P. Bucio / Agencia Reforma

Ciudad de México

La música no viaja sola, viaja con la vida, se entreveran. En eso creía Luis Herrera de la Fuente (1916-2014), decano de la música en México.
Pocas carreras musicales tan largas como la suya, equiparable, quizá, con las del violonchelista Pau Casals (1876-1973) y del pianista Mieczyslaw Horszowski (1892-1993).
Herrera de la Fuente, ya retirado, subió por última vez al podio con 95 años para dirigir el estreno de tres obras suyas con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México.
Nunca, diría, se propuso ser director de orquesta, pianista quizá. Su primera vocación era componer y a ella se volcó tras su retiro. En mayo pasado, contaba que tenía listos los primeros dos movimientos de su tercera sinfonía. Apenas el 25 de abril había cumplido 98 años. “¡Una barbaridad!”, decía.
Dirigía de memoria, así lo aprendió de Sergio Celibidache, el director rumano que de visita en México, le dijo: “Usted es director” y le marcó un nuevo rumbo, a pesar del reclamo de Rodolfo Halffter, su maestro de composición.
Nació el 25 de abril de 1916, día en que sus padres asistían a una función de la ópera Aída en el Teatro Arbeu. La música, escribió en sus memorias La música no viaja sola (FCE), estuvo incrustada desde siempre en el trajín de sus horas y días.
Tenía facilidad para la escritura, fue amigo de José de la Cabada y José Revueltas; era dueño de una prodigiosa memoria que conservó hasta el final de sus días, cuando ya no podía tocar el piano y su oído se había debilitado.
“Difícilmente podría imaginar un músico mexicano que tuvo más impacto en la segunda parte del siglo XX, y su legado será eterno”, se dolía ayer Carlos Miguel Prieto, director artístico de la Sinfónica Nacional.
La orquesta que Herrera de la Fuente recibió de José Pablo Moncayo y dirigió durante 18 años. “Lo que más disfruté fue hacer música, que a eso se reduce el arte de dirigir, hacer música con las orquestas”, contó en entrevista.
“Le dio (a la OSN) una solidez tanto musical como administrativa para poder realizar la labor que se propuso: elevar su nivel artístico, estrenó muchas obras”, dice el director Armando Zayas, su asistente en 1959.
En medio siglo encabezó orquestas en Estados Unidos, México, Chile y Perú, y fue constructor de instituciones: la Filarmónica de las Américas y la Orquesta de Cámara de Bellas Artes. Como huésped fue batuta de más de 100 orquestas en el mundo.
Con su batuta, cuidaba a sus solistas.
“Tuve la suerte de ser solista, no tantas veces como hubiera querido”, cuenta la pianista Luz María Puente. “Te decía: ‘tú toca a gusto, te voy a seguir, no te voy a echar a la orquesta encima’”.
En la música no hay secretos, decía, sólo trabajo.
“No he hecho otra cosa durante toda mi vida”.

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