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Festeja Astrid Hadad el centenario de la entrada de las tropas revolucionarias a la ciudad de México

*Su interpretación de Décimas a la muerte la dedicó a los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y a los cientos de sepultados en las fosas clandestinas

Lourdes Zambrano / Agencia Reforma

Ciudad de México

Una rielera folclórica, histriónica y dicharachera, Astrid Hadad, fue la encargada de festejar el centenario de la entrada de las tropas revolucionarias a la ciudad de México, con un concierto en el que fusionó los luchas históricas con las de hoy.
A las 13:05 horas, frente al Altar a la Patria del Bosque de Chapultepec, en un domingo soleado, inició con un popurrí de canciones de José Alfredo Jiménez.
Enseguida informó al público de qué se trataba la fiesta: de cuando el 6 de diciembre de 1914 llegaron las tropas de Pancho Villa y Emiliano Zapata a la capital.
De ahí se desprendería la famosa fotografía de ambos revolucionarios sentados, lado a lado, en la silla presidencial, escena que se recreaba a unos pasos del escenario, en donde el público podía fotografiarse.
Los organizadores colocaron alrededor de 100 asientos frente al show y varios metates, aunque muchos, al toparse con el espectáculo de cabaret revolucionario de la Hadad, prefirieron permanecer de pie.
Como acostumbra, mientras avanzaba el concierto la cantante reaparecía en el escenario con un vestuario más llamativo que el anterior. Para la segunda canción, dejó el traje negro y apareció ataviada de verde para interpretar La mesera.
“No necesita uno tener su casita blanca en las Lomas para vivir bien”, dijo antes de empezar a cantar, arrancando aplausos del público.
Luego le siguieron otras como Maldito dinero y Cucurrucucú paloma, con la que invitó a cambiar la situación del país por medio de la paz, además de incluir algunos versos en francés, versión que cantará en París en un par de semanas.
Su admiración por Frida Kahlo la hizo pública con El venadito, que cantó en su honor por tratarse de la canción preferida de la pintora, acompañada con un traje incluye la pintura del mismo nombre.
También le dio una pista al público para que no confundieran a los héroes patrios, como lo hizo recientemente un cantante.
“Acuérdense, los de la Independencia son los patilludos. Los de la Revolución, los bigotones, para que no les pase como a Cristian Castro”, dijo.
Luego se vistió de trajinera de Xochimilco, de pavorreal, de teatrino de títeres, de revolucionaria, de alegoría patria y hasta de tzompantli.
Décimas a la muerte la dedicó a los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y a los cientos de sepultados en las fosas clandestinas.
Pero su cierre no fue solemne, sino todo lo contrario, con su versión de La rielera, que no tiene a su Juan, sino que lo carga, como lo dejó ver el vestuario: una gran estructura de símbolos, objetos y personajes que llevaba a cuestas, terminando con El calcetín.

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