Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Llama don Ezequiel Mora a los otros 42 padres de normalistas desaparecidos a no desistir en la lucha

Carlos Navarrete Romero

El Pericón, Tecoanapa

En el Pericón, un hombre que enviudó hace cinco años ahora espera la llegada de un pedazo de hueso y un diente de su hijo, Alexander Mora Venancio, para enterrarlo.
A don Ezequiel Mora Chora, según sus propias palabras, le “destrozaron la vida”, y ahora esperará dos semanas para enterrar lo poco que quedó del más pequeño de sus ocho hijos, uno de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos desde la noche del 26 de septiembre en Iguala, luego de ser atacados a balazos por policías municipales.
Desde el sábado hay un altar dentro de su hogar con cinco fotografías del normalista, una playera de futbol y una imagen de la Virgen María. Desde el sábado don Ezequiel no ha dejado de recibir visitas de vecinos que se enteraron de que su hijo fue identificado en los restos enviados a la universidad de Innsbruck, Austria.
Era como si lo estuvieran velando, pero sin féretro, sin cuerpo. Los rezos iban al aire y le lloraban sólo a fotografías.
Este reportero platicó con don Ezequiel. Al principio permaneció callado frente a las imágenes de su hijo. Las contemplaba detalladamente, recorría con su mirada cada una de las 14 veladoras encendidas en el suelo, las flores de cempaxúchitl, la fotografía de su esposa Delia Hernández (colocada junto a las de su hijo), muerta hace cinco años a consecuencia de la diabetes.
Tenía los ojos rojos, mordía su mano y hablaba bajo, como queriendo ocultar que su hijo estaba muerto, como queriendo no decirlo a nadie. Tragaba saliva para no llorar, hacía pausas cuando estaba a punto de hacerlo, respiraba y hablaba de nuevo.
Alexander, quien cursaba el primer año en la licenciatura de educación primaria en la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, tenía 19 años cuando entre la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre, según información de la Procuraduría General de la República (PGR), sicarios al servicio de los Guerreros Unidos lo quemaron en una fogata humana junto a otros 42 estudiantes, en el basurero municipal de Cocula. Esta versión no es aceptada por los padres de los desaparecidos porque consideran que no hay pruebas que la sustenten.
Don Ezequiel, ahora exige la renuncia del presidente de la República, Enrique Peña Nieto, a quien tachó de incompetente por no ofrecer resultados inmediatos, y advirtió que no abandonará la lucha por la presentación con vida de los otros 42 jóvenes que aún permanecen en calidad de desaparecidos. Dejó claro que continuará en las movilizaciones.
Indicó también que no aceptará una indemnización en caso de que el gobierno del estado o el federal se lo ofrezcan, sin embargo hasta ayer ninguna autoridad se había comunicado con él para notificarle lo que ya sabía.
En el transcurso del día, el titular de la PGR, Jesús Murillo Karam ofreció una rueda de prensa en la ciudad de México para informarle a los medios de comunicación al respecto; hizo lo propio el gobernador, Rogelio Ortega Martínez, en Acapulco. Pero con don Ezequiel nada, ni un mensaje, nada.
Desde el 27 de septiembre, cuando se enteró de los hechos violentos acontecidos en Iguala, en los que fueron ejecutadas seis personas, entre ellos tres normalistas, un futbolista de 15 años y dos personas más, dejó todo por ir a buscar a su hijÉl era taxista y campesino, pero cuando supo que Alexander estaba desaparecido abandonó el carro que manejaba y las parcelas de maíz que tenía, para trasladarse a la Normal de Ayotzinapa, donde los padres de los otros desaparecidos se organizaron y emprendieron la intensa búsqueda.
Llamó a los padres de los 42 estudiantes desaparecidos a que no desistan de la lucha y continúen buscando justicia y el castigo de todos los responsables de los hechos violentos de Iguala.
“Los único que le puedo decir a los compañeros padres de familia es que le echen ganas para ver si consiguen justicia para los responsables de este daño que nos hicieron”.
Cuenta que, el viernes por la noche en las instalaciones del plantel, los forenses argentinos que participan en la identificación de los restos encontrados por la PGR en Cocula, fueron quienes se encargaron de informarle que un fragmento de hueso y un diente pertenecían a su hijo. Dijo que en aproximadamente dos semanas estaría recibiendo lo que quedó de él.
Luego de la noticia, ya en sábado, se trasladó a su hogar, en el Pericón, por lo que no participó en la mega marcha a la que convocó la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en la ciudad de México para conmemorar los 100 años de que los ejércitos revolucionarios de Francisco Villa y Emiliano Zapata tomaron la capital del país.
En su casa, una pequeña vivienda de adobe y tejado, deteriorada por los años y por la falta de recursos para remodelarla o ampliarla, ya lo esperaban familiares y vecinos. Por la noche recibió la visita del equipo de futbol de El Pericón, al que pertenecía Alexander, quienes externaron su solidaridad con don Ezequiel.
Durante la plática intervino su hermana, Joaquina Mora Chora, a quien le tocó criar a Alexander luego de que falleciera su mamá. Él tenía 14 años cuando esto sucedió, y encontró en los brazos de su tía el amor materno que le permitió mantenerse alejado de los vicios, según cuentan los vecinos.
Ella pidió que los responsables materiales e intelectuales del asesinato de su sobrino, de otras seis personas y la desaparición de los 42 normalistas, sean castigados de la misma forma en que lo fue Alexander.
“Lo mismo que le hicieron a los muchachos que se lo hagan a ellos (a los responsables), pedimos que le hagan así a ellos también, porque a los delincuentes los están cuidando, creo que al gobierno le preocupa más cuidar a los delincuentes que a nosotros los pobres, los campesinos”.
La ofrenda colocada a Alexander se encuentra en un espacio de escasos seis metros de largo por tres de ancho. En el lugar apenas entraban las visitas, por eso, afuera, sobre un patio polvoriento delimitado solamente por dos árboles, se encontraban poco más de 15 personas. Intentaban con su presencia disminuir la pena de don Ezequiel.
Unos hablaban con otros. Se cuestionaban la nula atención de las autoridades la noche de los hechos. Se preguntaban por qué, a pesar de encontrase a escasos 2 kilómetros de distancia, militares del Tercer Batallón de Fuerzas Especiales y del 27 Batallón de Infantería llegaron al lugar donde los estudiantes fueron atacados a balazos hasta seis horas después.
Se cuestionaban cómo el PRD postuló a la alcaldía de Iguala a José Luis Abarca Velázquez (hoy preso en el penal de Altiplano), pese a que existían en su contra señalamientos de tener vínculos con el cártel Guerreros Unidos, del que sus líderes son hermanos de su esposa, María de los Ángeles Pineda Villa.
“Pudieron las autoridades rescatar a los jóvenes en su momento, pero no hicieron nada, al contrario estuvieron en su contra, ellos fueron cómplices, sabían lo que estaba pasando y no hicieron nada”, contó una mujer que vive a un costado del hogar de Alexander y que se dijo indignada por la complicidad de los políticos guerrerenses con grupos criminales.
El Pericón es una comunidad marginada del municipio de Tecoanapa, en la Costa Chica, se localiza a dos horas de la capital guerrerense y ahí hay presencia de la Policía Ciudadana de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), que surgió a principios del 2013 en esa región como un movimiento armado para combatir a la delincuencia organizada.
El 5 de agosto de ese mismo año, los policías ciudadanos de El Pericón retuvieron a cerca de 200 militares, luego de que estos desarmaron a cinco de sus integrantes, motivando también varios bloqueos carreteros en la región. En esa ocasión, los líderes del movimiento acusaron a las autoridades castrenses de trabajar para el crimen organizado.
De ahí es originario Alexander De un pueblo inconforme donde la Policía Ciudadana es la única autoridad en la que los campesinos confían.
En el patio árido hay más de 10 perros. Algunos, dormían bajo la sombra de dos árboles que sirven para marcar el perímetro del terreno, otros deambulaban buscando comida o agua. Solamente los perros desconocían del dolor de don Ezequiel.

468 ad