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Humberto Musacchio

Murió el líder de La Luz del Mundo

En Tonalá, Jalisco, dentro del área urbana de Guadalajara donde se halla su sede, falleció Samuel Joaquín Flores, líder espiritual de la Iglesia del Dios Vivo Columna y Apoyo de la Verdad, más conocida como La Luz del Mundo, institución religiosa nacida en México en 1926 y que hoy cuenta con más de 5 millones de fieles repartidos en cerca de 50 países, dispone de adeptos en Roma y Jerusalén, y en la República de El Salvador es la primera minoría religiosa.
La Iglesia fue fundada en 1926 por Aarón Joaquín González, quien en 1934 abrió el primer templo de su congregación, que le dio los títulos de Profeta, Apóstol y Santo Varón. Fallecido en 1964, su hijo Samuel Joaquín Flores asumió esos títulos y el liderazgo de La Luz del Mundo, que con él al frente adquirió una fuerte presencia en Guadalajara, donde por décadas sus feligreses han sufrido la violencia y las descalificaciones del clero católico.
Al margen de sus planteamientos teológicos, a los que tienen el mismo derecho que otras denominaciones, lo que sorprende es el crecimiento vigoroso, su capacidad para ganar adeptos y la amplia y permanente labor social de su jerarquía y fieles que en diversas regiones del país y del extranjero ganan adherentes con sus hechos.
Durante mucho tiempo, los feligreses de La Luz del Mundo fueron conocidos en la capital tapatía como los yeseros, porque era el oficio de muchos de ellos. Esas familias de gente trabajadora se aglutinaron en una comunidad que cumple con las leyes y respeta a las autoridades civiles, gente ordenada y solidaria que se instaló alrededor del primer templo de su credo e hizo de esa zona una comunidad ejemplar.
Además de cumplir con los deberes de su liderazgo religioso, la tarea de los Joaquín fue de educadores que formaron a varias generaciones en la responsabilidad ciudadana y el respeto a los héroes patrios, principalmente a Benito Juárez y a la generación que dio a México la libertad de cultos.
A Aarón Joaquín González le tocaron los duros años de iniciación de su Iglesia y la resistencia contra las agresiones criminales ejecutadas por fanáticos de otro credo. A su hijo Samuel Joaquín Flores le correspondió también sufrir la violencia, pero aun así pudo consolidar su institución religiosa, terminar el bellísimo templo que se levanta en el centro de la colonia tapatía conocida como la Hermosa Provincia y emprender la construcción de un gran centro social, de una moderna red de hospitales, escuelas de educación media, dos universidades y diversas obras que le dan firmeza material a la tarea que busca ganar almas.
El periodo de Samuel Joaquín Flores estuvo marcado por recurrentes campañas que pretendían descalificarlo en lo personal. Abundaron también los infundios publicados en la prensa, un tono burlesco para referirse a su Iglesia, su ritual y su jerarquía e incluso demandas judiciales que, valga subrayarlo, terminaban en la exoneración de los ministros acusados o por el desistimiento de la parte acusadora, pero nunca con sentencia condenatoria.
Al morir Samuel Joaquín Flores deja una Iglesia en la que de 1964 a la fecha hizo crecer 50 veces el número de ministros, y la cantidad de fieles pasó de diez mil a cinco millones, lo que al margen de las intenciones, le imprime una fuerza política ineludible. El líder religioso trabajó fuerte y los resultados están a la vista, sobre todo en la alegría vital y el espíritu fraterno, profundamente humano, que supo inspirar en sus seguidores. Ésa es su herencia mayor.

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