Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Danza el Taller Coreográfico de la UNAM por los desaparecidos de Ayotzinapa y sus familiares

¡Justicia!” fue el último grito que se escuchó dentro del el Teatro Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura, tras el pase de lista

Francisco Morales V. / Agencia Reforma

Ciudad de México

Las luces se encendieron y se apagó el griterío. La audiencia, de pie, enmudeció ante la pancarta que llegó al pie del escenario, frente a los bailarines del Taller Coreográfico de la UNAM y su directora, Gloria Contreras, quien bajó la cabeza en señal de respeto.
“Y aquí te espero, con mi cajita de la vida, cansada, a oscuras, con miedo; y este frío nadie me lo quita”, salió Razones, canción de Bebe, de las bocinas. Incluso para quienes no alcanzaban a leer, la consigna era clara: se pedía el retorno de 43 normalistas.
El programa de mano anunciaba el cierre de la temporada 92 de la compañía universitaria bajo el título Unidos por Ayotzinapa, una colección de coreografías de resistencia y revolución, pero también de muerte joven.
Con movimientos de picada, como de pájaro herido, el bailarín huésped Leandro Beiro cumplió la misión que Gloria Contreras imprimió a Solo para un ángel contemporáneo. Danzó como un ser que va perdiendo las alas.
Aquél, uno de los solos más famosos de la coreógrafa, va casi siempre dedicado a la memoria del Che Guevara, pero ahora se iba hacia otros lados, hacia otras muertes prematuras.
Otro deceso temprano ocurre en Give peace a chance, coreografía con música de The Beatles que resulta festiva hasta que el bailarín que interpreta a John Lennon cae precedido por un estallido de bala, justo a la mitad de su magna Imagine.
El TCUNAM logró que este jueves el Teatro Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura luciera lleno. Las coreografías de Contreras tienen siempre un mensaje social subyacente, pero en esta ocasión estaba declarado.
“Dedicado a los 43 normalistas, dondequiera que se encuentren. Dedicado a sus padres y familiares, dondequiera que los estén buscando”. Ése fue el mensaje que se proyectó antes de que Johann Sebastian Bach invadiera el aire y la compañía abriera con Magnificat.
En otro momento, ya cercano a la culminación, se proyectó el agradecimiento que Malala Yousafzai, Nobel de la Paz de este año, grabó para Arturo Márquez, quien le compuso la pieza Alas. Sobre esa base se construye Alas para Malala, de Contreras.
Llevada en brazos por los aires, frente a una escenografía que mostraba un sol en apogeo, una bailarina que interpretó a la paquistaní dio una nota más esperanzadora al resto del programa. Afuera del teatro, sin embargo, el día estaba nublado.
“¡Justicia!” fue el último grito que se escuchó dentro del foro, tras el pase de lista. La gente no salió del teatro hasta que Joel Cruz, campesino miembro del Colectivo Pueblo Unido, declamó un poema propio por una compañera desaparecida.

468 ad