Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jorge Camacho Peñaloza

El respeto al derecho ajeno es la paz

*La justicia se defiende con la razón y no con las armas. No se pierde nada con la paz y puede perderse todo con la guerra. Juan XXIII

Mucho se ha escrito sobre la guerra y la paz, Martin Luther King escribió en prisión que la verdadera paz no es simplemente la ausencia de tensión, sino que es la presencia de justicia; AJ Muste afirmó que no hay un camino hacia la paz, la paz es el camino, y Juárez nos heredó la máxima que sigue iluminando la noción de paz entre las personas y pueblos al sostener que, entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.
Pero por otra parte, mucho se ha escrito también acerca de la violencia como partera de la historia, la lucha de clases como el motor de la historia, Carlos Marx se encargó de articular toda una teoría económica, filosófica e histórica que se sustenta en esa tesis que sostiene que la violencia es el método por el que los proletarios y comunistas deben derrocar al orden social capitalista existente, tesis que hoy en día continúa teniendo muchos adeptos.
Las guerras, sin duda han estado presentes en toda la historia de la humanidad, han tenido distintas causas relacionadas con el poder, la religión y los territorios, de ellas han surgido grandes transformaciones sociales, pero a un altísimo costo de destrucción y muerte que al final no queda bien a bien saldado en la sociedad permaneciendo una estabilidad impuesta y pugnas entre los distintos sectores sociales; sin embargo, la guerra funcionó como una forma de superar contradicciones, desequilibrios entre los grupos sociales cuando las sociedades eran pequeñas, los intereses y los derechos claramente diferenciados, y en una situación de escasa vida institucional.
Ya los propios creadores de la teoría de la lucha de clases llegaron a visualizar que las barricadas en las calles para las revoluciones proletarias constituían una circunstancia específica e histórica de la Europa de la primera mitad del siglo XIX, pero ya para fines de este Siglo de las Luces visualizaban que la lucha de clases tenía ya una nueva circunstancia en el marco de las nacientes instituciones creadas por las revoluciones burguesas, como son los poderes públicos, los partidos y los procesos electorales.
El siglo XX puede calificarse como el siglo de la violencia, durante el que seguramente murieron más hombres y mujeres resultado de las guerras y los conflictos violentos que en toda la historia de las guerras en la humanidad hasta antes de ese siglo, en el que se vivieron ejemplos del horror, terror y error de la violencia como el holocausto nazi, las dos guerras mundiales y los muertos por las dictaduras de gobiernos de derecha y de izquierda.
Estoy convencido de que la violencia que se vive en el país y en Guerrero nace en la ausencia de justicia económica, social y jurídica, una justicia que no ha sido proveída por el mismo Estado y la sociedad, lo que ha permitido el crecimiento del delito como mecanismo para la obtención de lo que lícitamente no se puede obtener en la vida económica, política, gubernamental y en la esfera de la impartición de justicia, expresado en impunidad, corrupción y deshonestidad.
La violencia desatada por la falta de equilibrios económicos, la ausencia de justicia, el crecimiento del delito y de la delincuencia organizada, por las injusticias y errores derivados del propio Estado y los grupos que apuestan por este método, no se ha traducido en partera de una sociedad mejor en nuestro país, no ha sido un motor de nuestra historia. Por el contrario, nos está afectando haciéndonos retroceder etapas que se pensaban superadas.
Es erróneo que, desde la sociedad se alimente la violencia en la lógica de que si no hay justicia para la sociedad que no haya paz para el gobierno, entre más violencia se aplique por parte de los maestros de la CETEG y los alumnos de Ayotzinapa más elementos darán al Estado para evitar una salida no plena de justicia, sino derivada de la administración del conflicto, cuidando sus intereses y apostándole al cansancio y desgaste del movimiento magisterial y estudiantil.
Por el contrario, si se apuesta a un diálogo franco y abierto en el marco de la transparencia y rendición de cuentas, con la presencia de observadores nacionales e internacionales, se podrá llegar al conocimiento de las causas, responsables y sanciones justas por los hechos registrados en Iguala el 26 y 27 de septiembre, pero si se sigue por la vía de la violencia, rompiendo el diálogo entre las partes, afectando los derechos de los demás, sólo se vislumbra una salida sin justicia, apurada y arreglada al calor de los intereses del gobierno y de los líderes del movimiento.
La violencia no le conviene a los maestros y a los estudiantes, los está aislando y restando fuerza a su reclamo de justicia, por esa vía, no llegarán muy lejos. De hecho, no han llegado muy lejos, por eso, ojalá que durante este mes que llama a la paz, ojalá que tengan la capacidad y la inteligencia para convocar a todos a ese diálogo abierto y franco, sólo ellos tienen todavía la autoridad para convocarlo porque los llamados que se han hecho desde el gobierno federal y estatal como si se hubieran hecho a propósito en el desierto, para que nadie los vea ni los escuche.
Vuela vuela palomita y ve y dile: a Mr. Obama y Mr. Castro, que ojalá nos digan de que pipa fumaron para hacer la paz porque acá en la comarca, de esa se necesita para ya estar en paz.

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