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Maestro egresado de Ayotzinapa, activista por la seguridad en Acapulco, el vocero de los padres de desaparecidos

En el momento en que aparezcan los estudiantes, se castigue a los culpables y se haga justicia para que no vuelvan a ocurrir estos eventos, los padres desaparecerán de la escena pública, dice Felipe de la Cruz

 

Lourdes Chávez

Ayotzinapa, Tixtla

El vocero de los padres de la Normal Rural de Ayotzinapa, Felipe de la Cruz aclaró que no es papá de alguno de los 43 alumnos detenidos-desaparecidos por los policías municipales en Iguala, pero aceptó participar en el movimiento por gratitud a Dios, pues su hijo pudo ser uno de los muertos, heridos o desaparecidos en la masacre del 26 de septiembre.
Precisó que su hijo, alumno de segundo grado, estuvo al lado del normalista Aldo Gutiérrez Solano cuando recibió el impacto de bala en la cabeza que lo mantiene en coma, y que tiene afectaciones sicológicas por la agresión policiaca que a la fecha tiene un saldo de siete muertos, cuatro de ellos estudiantes, más de 20 heridos, dos de suma gravedad y 42 desaparecidos.
También informó que es egresado de la Normal Rural, docente frente a grupo en la zona conurbada de Acapulco, milita en la organización sindical de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG) y en 2011 encabezó el primer movimiento magisterial contra la inseguridad en el puerto, tras el secuestro de un maestro de su zona de trabajo.
Luego de que desconoció al presidente Enrique Peña Nieto en un mitin en la ciudad de México el 6 de diciembre a nombre de los familiares de los desaparecidos, y el secretario de la Marina, el almirante Vidal Soberón Sanz declaró que los padres son manipulados políticamente, De la Cruz ha sido cuestionado, principalmente por medios de comunicación nacionales, porque no tiene hijos desaparecidos.
Respondió que eso no impide que sienta su dolor, y los padres le depositaron su confianza para que les de voz.
Incluso señaló que el papá de un joven de segundo grado desaparecido lo propuso como vocero porque lo vio muy activo en la exigencia de justicia para dos normalistas que fueron arrollados por un tráiler en la carretera federal Acapulco-Zihuatanejo, el 7 de enero de este año.
Entonces su hijo iba en primer año, “y les decía (como integrante del comité de padres de familia) que no me gustan las injusticias, menos contra los normalistas y que queden impunes”.
De esta movilización aclaró que en el momento en que parezcan los estudiantes, se castigue a los culpables y se haga justicia para que no vuelvan a ocurrir estos eventos, los padres desaparecerán de la escena pública.
En cuanto a la mancuerna del crimen organizado con los gobiernos, que tocó tan duramente a la Normal Rural, opinó que esa lucha no le corresponde a los padres, sino a la sociedad, “porque la afectación fue directa a nosotros y de manera indirecta está afectando a todos, si se sigue permitiendo ese amasiato”.
Del 26 de septiembre recordó que su hijo menor lo llamó por celular y le explicó lo que estaba sucediendo, “por esa razón estoy aquí desde el primer día, es mi hijo y tengo que velar por él, si la gente desconoce la realidad de lo que estoy haciendo aquí, es esa la razón (…) no he defraudando a nadie, sabemos los riesgos que se corren al estar en frente de un movimiento como este, y no nos interesa otra cosa más”.
Cuando se cuestiona su intervención porque es integrante de la CETEG, de la cual se rumora que podría tener intereses distintos a la presentación con vida de los 43 normalistas, precisó que como trabajador pertenece a un sindicato, y siempre ha pensado en que los derechos se defienden porque las autoridades no los van a garantizar de otra manera.
Subrayó que sí es padre, “y no hay necesidad de que esté desaparecido mi hijo para sentir lo que sienten los demás, porque él vivió el momento, pudo haber sido uno de ellos, y en gratitud a Dios primero, porque lo tengo conmigo, y después porqué él está afectado, necesito que salga de este trauma”.
Explicó que antes era un chico alegre, jovial, ahora es distraído, y cotidianamente revive esa pesadilla, el ataque que sufrió de los policías en Iguala.
Además señaló que las autoridades quieren desprestigiar a los actores visibles del movimiento porque a casi tres meses de la jornada no lo han podido comprar ni parar, “porque esta lucha no es por plazas, es por vidas”.
De su trayectoria sindical indicó que fue fundador de la CETEG en 1989 y caminó en una manifestación de Iguala a la ciudad de México para democratizar a la sección 14 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), pero ese año sus dirigentes los traicionaron y se perdió la oportunidad de alcanzar el objetivo.
En 2011 en Acapulco, ante la ola de secuestros y extorsiones, era dirigente sindical de la sección 31 de primarias y encabezó la primera protesta en las oficinas centrales por la inseguridad.
Precisó que el movimiento por la seguridad se extendió de agosto a octubre porque comenzaron a llegar a las escuelas mensajes anónimos para exigirles el 50 por ciento de sus quincenas y de sus aguinaldos, “trabajamos para comer, no podemos permitir el hostigamiento de la delincuencia”.
El 12 de octubre de ese año, los maestros fueron desalojados por la fuerza pública de un bloqueo en la Costera de Acapulco por órdenes del gobernador Ángel Aguirre Rivero, que después de las protestas y “la paliza” se comprometió a atrapar a los delincuentes que atacaban a los maestros, a poner seguridad alrededor de las escuelas y a colocar botones de pánico “que nunca funcionaron”.
Reconoció que en ese movimiento hubo diferencias con los maestros de la SNTE, y cuando salió de Acapulco por asuntos personales sus retractores lo difamaron, “dijeron que me habían dado una clave de supervisor y es mentira, desde el 89 tengo dos plazas de maestro en turnos diferentes y sigo trabajando como docente en grupo”.

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