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Difundir la ciencia es una responsabilidad social, dice el calentano ganador del Premio Nacional de la Juventud

Cristóbal Miguel García Jaimes destaca que sus logros son por el impulso de su madre y su esfuerzo, no del sistema educativo de Guerrero

 

Óscar Ricardo Muñoz Cano

A priori, escuchar a Cristóbal Miguel García Jaimes hablar de la importancia que tiene la ciencia en su vida, de cómo con apoyo de su madre logró colarse a estudiar Física en la Universidad Nacional Autónoma de México y que recientemente obtuvo el Premio Nacional de la Juventud en la categoría Ciencia y Tecnología, es oír quizás una de tantas historias de éxito conseguidas por la necesidad o la dedicación y que se extiende entre ceremonias de premiación, comidas con funcionarios y entrevistas con la prensa.
Pero si agregamos que García Jaimes es un joven de 18 años de San Miguel Totolapan, municipio azotado por la violencia del narcotráfico, que se reivindica como heredero de la extinta etnia cuitlateca y que pasó la Navidad con su madre en el hospital, la historia se singulariza.
Su voz, en conversación telefónica dese la ciudad de México, de inmediato deja entrever su espíritu emprendedor, de querer cambiar el entorno, de buscar salidas a los problemas y sentar caminos para el desarrollo e innovación, independientemente de los gobiernos en turno como el de ahora en Guerrero, que una vez que se dio a conocer el premio le prometió de inmediato entregarle un reconocimiento pero a la fecha no hay nada.
Tras aceptar que el premio le cambió la vida, a más de un mes de que se le entregara, el alumno del primer semestre de la carrera de Física, solemne nos indica que “todavía me la paso mucho tiempo en el Instituto de Física de la UNAM, ahí es donde estoy creciendo como físico, donde conocí al doctor Efraín Chávez, mi asesor desde hace dos años, desde que tuve la oportunidad de entrar a un programa que se llama Jóvenes hacia la investigación”.
Hace una pausa, y nos revela entre risas y hasta un dejo de superstición que “escogí como asesor al maestro Chávez porque lleva el apellido del único rector de Tierra Caliente que ha tenido la Universidad, que además estudió en la Prepa 6 donde yo también estudié…”, dijo en referencia al destacado cardiólogo Ignacio Chávez.
A la natural pregunta de cómo se ha ido formando, calmo, con las pausas necesarias como las de quien recuerda varios años atrás hasta el principio, en el barrio de San Martín y sin importar el orden, narra que “cuando tenía tres años mamá me enseñó matemáticas; me dejaba rayar las paredes de la casa y me veía sumar, restar y dividir, y cuando llegué a la primaria, no sabía leer, pero eso sí, sí sabía matemáticas y eso me facilitó el aprendizaje y la curiosidad”.
Su encuentro primero con la ciencia, relata, se dio al observar un árbol; “en mi casa tenía un terreno y al ver una planta pensé en cómo crece, y entonces supe que sus hojas y tallo correspondían a una secuencia…”.
El gusto por la biología permaneció muchos años, hasta la preparatoria donde recuerda, “hice una investigación durante mi segundo año de prepa acerca del zacate y encontré potencialidad para utilizarlo como medicamento en el tratamiento de enfermedades cutáneas, principalmente quemaduras de sol, y a raíz de eso, biólogos de la UNAM vieron mis capacidades”, por lo que se le invitó a terminar la preparatoria en la ciudad de México.
Lo mío es la física, reveló, por lo que una vez que la UNAM lo invitó a estudiar con ellos eligió el departamento de Física.

El Premio Nacional de la Juventud, un aliciente

El Premio Nacional de la Juventud se le otorgó por “toda mi trayectoria académica”, dice Cristóbal Miguel García Jaimes, sin vanagloriarse; “desde la primaria, porque tienes que saber, soy campeón de campeones académicos de Guerrero, desde la secundaria, allá en la Técnica también de San Miguel…”.
Relata que en una ocasión, durante la secundaria, para acudir a Taxco a un torneo él y su maestro humildemente acudieron “a punta de aventones en la carretera, todos polvosos y sudados, mientras que la gente de La Salle de Acapulco llegaba en una camionetota con aire acondicionado y trajecitos de marinero y uno acá con el pantalón todo roto… Pero bueno, igual y así les ganamos…”, y se ríe.
Viajes a México, Querétaro y otros lugares del país son narrados por quien en imágenes vemos es un joven sencillo que lo mismo convive con el secretario de la SEP, Emilio Chuayfet; con la secretaria de la Sedesol, Rosario Robles; o cena tranquilamente con el rector de la UNAM, José Narro Robles, para luego regresar a dormir en la obra donde es velador y así ahorrar lo más posible para seguir adelante con sus planes.
“Somos 38.2 millones que podemos recibir el premio y este año fuimos 36 mil candidatos, mismos que son nominados por terceros… A mí me propuso el doctor Efraín (Chávez), una maestra de la Prepa 6 María de la Cruz Ochoa y una coordinadora del programa Jóvenes en investigación, la mera chingona del programa, y claro, yo acepté”.
Al recordar la entrega de los premios el 20 de noviembre en el auditorio Jaime Torres Bodet, del Museo Nacional de Antropología, García Jaimes comentó que le dijeron que entre otras cosas, obtuvo el galardón porque sus propios contemporáneos, lo festejan y hasta toman sus logros como suyos, no dudamos que incluso en tu pueblo estén orgullosos, le dijeron.

Un acelerador de partículas

La plática se vuelve desordenada, pero no menos comprensible, pues en este punto pretendemos preguntarle de su vida personal, de su familia y su vida en Tierra Caliente pero de inmediato ataja y nos pregunta: ¿Ya platiqué del acelerador de partículas? Ocho meses y 43 días es lo que le tomó al joven desarrollar dicho acelerador; “lo hice porque quería llevar a Tierra Caliente uno para mostrarle a mis paisanos que yo trabajo con uno grande acá en la UNAM y el que hice sin duda el más pequeño del mundo y el más barato: mil pesos. Qué hace, pues puede producir electricidad sin cables; acelero electrones, los mando de un lado a otro sin cables y eso ya es electricidad; tiene una fuente de partículas, un sistema de aceleración, otro de enfoque óptico electrónico y un objetivo”.
Y a la explicación le sigue una anécdota: “que lo meto a un concurso inter prepas y quedo en segundo lugar porque el juez aseguraba que debía existir un destello verde, porque según él, así brillan los electrones a pesar de que le explique que los electrones no tiene color porque son tan pequeños que no se les puede ver con un color determinado… Pero que voy a la Feria de las Ciencias de la UNAM y que quedo en primer lugar”, remata jubiloso quien tan solo en el último año de preparatoria ganó tres certámenes académicos.

El futuro

San Miguel Totolapan es un municipio de la región de Tierra Caliente, y cuenta con casi 30 mil habitantes, uno de ellos es Cristóbal Miguel García Jaimes, quien en tono serio, aceptó que sus capacidades son producto de sus ganas de salir a delante, y para nada tiene que ver con el sistema educativo de Guerrero.
Su madre Sofía Jaimes Mojica padece de insuficiencia renal y recurre a la atención de diálisis (pasaron las fiestas de Navidad en el hospital). De hecho lo que obtuvo por el premio se destina a pagar las deudas de los costos de la atención de su mamá y para apoyar en sus estudios a sus hermanos Brian y Ángeles.
“El estado tiene muchos problemas en cuanto a educación, y los gobiernos muchos asesores que en lugar de ayudar a resolverlos presentan nuevos, imagínate, al lunes siguiente del premio, por indicaciones de una tal Laura, del gobierno de Guerrero, se me dijo que tenía que ir a Acapulco para recibir un reconocimiento, y aquí anduve todo el día, esperando la llamada de mi gober (Rogelio Ortega) y los boletos para ir que nunca llegaron porque según estaban en la central y tampoco, no los compraron…Perdí todo mi día, pero bueno…”, concluye la oración con un tono de resignación.
No obstante, García Jaimes tiene proyectos en mente y uno de ellos Ciencia sin fronteras, con el que pretende en estas semanas llevar pláticas de ciencia a las comunidades marginadas, “y empezaremos en mi pueblo, San Miguel Totolapan”, con el apoyo de jóvenes estudiantes y doctores que buscan también descentralizar la ciencia de la ciudad de México. “El objetivo es llevarla a los mexicanos que más se pueda, porque es una responsabilidad social difundirla”.
A ello se suman diversa reuniones con empresa particulares que lo pretenden para que colabore con ellos.
Mi madre me decía: ‘Sin educación no hay cultura, y sin cultura no hay progreso entre los pueblos. Necesitamos cultura, necesitamos educación que nos saque del atraso’”.

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