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Humberto Musacchio

Es funcionario, habla como opositor

 

En las últimas semanas ha sido frecuente que uno u otro funcionario se exprese como un simple ciudadano y que condene con toda energía “los actos de barbarie cometidos en Iguala… hecho que nos han lastimado e indignado a todos” (¿A todos?).
La cita textual pertenece al discurso pronunciado por el señor Aurelio Nuño, jefe de la Oficina de la Presidencia, quien nos hizo recordar a Luis Echeverría. El demagogo de San Jerónimo solía regañar a funcionarios y sectores enteros de su gobierno como si él no fuera su jefe y, por tanto, el principal responsable de lo que reclamaba.
Aurelio Nuño no es presidente de la República, pero su trabajo es influir en quien sí lo es. De ahí que cada una de sus palabras tenga un peso específico y una proyección que afecta al país. Por ejemplo, se puede estar de acuerdo con él cuando dice que “sociedad y gobierno debemos luchar codo con codo en contra de los verdaderos enemigos de México”, pero luego, cuando identifica a esos enemigos como “impunidad, pobreza, desigualdad, violencia y corrupción”, ya no hay acuerdo posible, pues esas lacras son consecuencia de políticas erráticas, de fórmulas equivocadas, de la abulia burocrática y la venalidad que existe en los tres poderes y en los tres niveles de gobierno.
Lo anterior es una falta de respeto a los mexicanos que hoy, indignados por los crímenes de Iguala, están luchando en las calles precisamente contra la impunidad, la pobreza, la desigualdad, la violencia y la corrupción. Es un pueblo lastimado e indignado, y no se puede decir lo mismo de sus gobernantes, que en estos últimos tres meses han dado repetidas muestras de indiferencia, desgano, ineptitud, frivolidad y desprecio por los pobres.
De dónde saca Nuño que “el gobierno federal asumió la responsabilidad y tomó la iniciativa de llevar seguridad adonde no la hay, de impartir justicia donde no se ejerce y de frenar la delincuencia, particularmente en sitios en que se ha infiltrado en las instituciones”. ¿Se referirá a Tamaulipas, a la sierra de Sinaloa, a Guerrero? Quizá se refiera a Michoacán, donde la Federación impuso un virrey absolutista que ha fracasado rotundamente. O tal vez, cuando habla de impartir justicia se refiera al caso de Raúl Salinas, a quien le “devuelven” riquezas que no pudo adquirir honestamente ni con todos los sueldos percibidos en su relativamente breve vida laboral.
Para hacer la ofensa mayor, Nuño atribuye la confrontación de los ciudadanos con la actual administración a “las resistencias que vienen de los que no desean perder privilegios y de quienes creen que no todo merecen las mismas oportunidades”. ¿Privilegiados los muchachos de Ayotzinapa, pobres entre los pobres? ¿Privilegiados los profesores de la CETEG, que imparten clases en salones sin sillas ni pizarrón, en lugares sin agua ni esperanza? ¿Privilegiados los mexicanos que pertenecen a esa mitad de la población que vegeta en la economía informal? ¿Privilegiados los que están hundidos en las angustias del desempleo?
Para que la ofensa sea completa, el señor Nuño dice que el proyecto del actual gobierno es “que se pague menos por la luz y el gas y se cuente con seguridad social”. Tendría que explicar porqué luz y gas son más caros en este sexenio, y porqué la mayoría de la población no tiene acceso a IMSS ni a ISSSTE. Tendría, en suma, que salir de la burbuja en que habita y bajar a vivir al inframundo, como tres de cada cinco familias mexicanas, con menos de ocho mil pesos mensuales. ¿Fácil, no?

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