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Octavio Klimek Alcaraz

Animales misteriosos

Los animales crípticos, esos animales ocultos, que en las historias y leyendas de las culturas populares de todos los países se relatan, pero que no han sido descubiertos y descritos por la ciencia convencional, tienen su ciencia o pseudociencia –según el cristal con que se mira– la criptozoología.
El ser humano desde que se tiene memoria ha imaginado seres misteriosos desconocidos, escondido en los sitios más ignotos y recónditos del mundo, en las altas montañas o las profundidades del mar. Muchos grandes animales, convertidos en ocasiones en monstruos de novelas o películas fantásticas tienen su fundamento en esos mitos. Recuerdo el calamar gigante del libro 20 mil leguas de viaje submarino de Julio Verne; el monstruo del Lago Ness, o el hombre de las nieves, y otras versiones de homínidos.
Hace unos días leí un libro sobre el tema de la criptozoología El libro de los animales misteriosos del zoólogo alemán Lothar Frenz (Siruela). Su título original en alemán es curiosamente más sensacionalista Kraken gigantes y tigreslobos. Sobre las huellas de animales misteriosos. Compré el libro debido a que me atrajo que su prólogo fuera de Jane Goodall, la reconocida naturalista inglesa, experta en el estudio de los chimpancés. Creo que el libro matizó mi imagen sobre la criptozoología, de que quienes se dedican a ella son todas personas de poca formación académica o científica, buscadoras de atraer reconocimiento a través del sensacionalismo.
Goodall nos recuerda en el prólogo del libro, que en esta época todavía pueden darse grandes descubrimientos de grandes animales. Que los científicos y en especial los zoólogos, deben mantener la mente abierta.
El libro de Lothar Frenz es un análisis bastante objetivo y ordenado de la criptozoología, narra en sus 20 capítulos, muchos de los pequeños y grandes descubrimientos de diversas especies de animales en distintos sitios del planeta, en especial los relacionados a historias de la leyenda popular, de haber sido animales misteriosos para la gente. Parte de la pregunta obligada ¿Dónde se puede hollar todavía una tierra virgen desde el punto de vista zoológico?
Frenz nos recuerda que en 1819, el naturalista francés Georges Cuvier, declaraba que existían pocas esperanzas de que en el futuro se descubrieran especies importantes de mamíferos. No obstante, se siguieron descubriendo grandes animales como el rinoceronte blanco, el tapir de la India, el ití, el koala, el ornitorrinco, el equidna, el okapi, el jabalí gigante de la selva, el gorila de montaña, el pavo real del Congo, el dragón del Komodo y el pez celacanto, entre otros animales.
En realidad, el libro reafirma lo que los especialistas en biodiversidad conocen, que solo una pequeña parte de la diversidad biológica del planeta ha sido descrita y falta todavía mucho por descubrir. Por ello, es posible que muchos de esos “descubrimientos” sean algunos de los animales misteriosos de la cultura popular. La lista de datos del zoólogo Frenz, de nuevas especies misteriosas descubiertas para la ciencia llega hasta 1999. Década y media después seguramente ya la habría ampliado, ya que son miles las especies nuevas descritas cada año. Por ejemplo, en esta década se descubrió el mono lesula en las selvas del Congo, otra especie de mono en las selvas de Birmania, así como un pequeño mamífero carnívoro arbóreo de la familia de los mapaches en las selvas del Ecuador y Colombia: el olinguito. Esto por citar algunas de las especies más carismáticas descritas para la ciencia. Pero, la pregunta es: ¿qué más habrá en las tierras ignotas de Nueva Guinea, Madagascar, la Península Indochina, el Amazonas, o en algunas áreas del sur de México? Esto solo por citar algunas de los territorios menos explorados del planeta.
Destaco, una de las historias que describe Frenz en un capítulo de su libro lleva el interesante título de La bestia del zoo de Moctezuma. Describe el caso de la onza, cómo un posible animal misterioso, un felino del zoo del emperador Moctezuma. Esta descripción proviene de los conquistadores españoles, que relatan que en dicho zoológico se encontraban tres especies de felinos: el jaguar, el puma y la onza. Dicha onza fue conocida por los aztecas como cuitlamiztli. Más tarde, en 1757, el jesuita alemán Ignaz Pfefferkorn, quien paso algunos años como misionero en Sonora describe a la onza como peligrosa y menos moderada que el puma, ya que atacaba regularmente a los seres humanos. Pfefferkorn describe a la onza como un gato parecido a un lobo: “el animal al que los españoles denominan onza se parece a un puma. Pero su cuerpo es más largo, mucho más delgado y estrecho, sobre todo en el tronco. Sus pies son más pequeños y su caja torácica más ancha. No hallé diferencia alguna en el color, salvo que la onza es más clara y posee una coloración algo rojiza. Sin embargo, no es tan tímida como el puma. Quien se atreva a atacarla debería andarse con cuidado”.
Quisiera hacer el paréntesis explicativo de que en México se tiene registrados en la actualidad a seis especies de felinos: el jaguar (Panthera onca), el puma (Puma concolor), el yaguarundi o leoncillo (Puma yagouaroundi), el lince o gato rabón (Lynx rufus), el tigrillo (Leopardus wiedii), y el ocelote (Leopardus pardalis), ninguno de estas especies encaja morfológicamente en esa descripción.
Posteriormente, otro experto alemán en mamíferos de la Universidad de Maguncia, Helmut Hemmer, impulso la idea de que dicha onza fuera un guepardo. Hemmer lanzó su hipótesis, debido a que existió un guepardo, ya extinto en América hace más de 10 mil años, el Acinonyx trumani. En la actualidad, se registra una sola especie de guepardo, el africano, Acinonyx jubatus. De ahí se impulsó la idea provocadora de que la onza azteca, en realidad fueran guepardos americanos supervivientes del Pleistoceno. El criptozoólogo Richard Greenwell investigó dicha posibilidad encontró testimonios de cazadores de la Sierra Madre Occidental y en 1986 logró examinar un ejemplar de hembra abatido. Esto lo realizó junto con Troy Best, experto en pumas. Aunque se parecía al puma, sin embargo, era muy diferente morfológicamente. Era más esbelto, de piernas delgadas que también parecían más largas que las del puma normal. El rabo y las orejas parecían asimismo más largos. Sin embargo, los estudios de biología molecular en este animal demostraron que dicha “onza” no se diferenciaba un ápice del puma tradicional. Solo un puma atípico por decirlo así. Este animal no era una nueva especie o subespecie. Así al parecer concluyó la historia del posible guepardo u onza mexicano.
En fin, hacer criptozoología puede contribuir al estudio de los animales en la naturaleza, y explicar en su caso la existencia o ausencia de animales misteriosos, como se revisa en este libro de Lothar Frenz, vale la pena leerlo.
P. D. Les deseo a quienes lean estas letras, el mejor de los años por venir. Un deseo cumplido de justicia y combate a la impunidad sería seguro de lo mejor en 2015. Mi solidaridad con las familias de las víctimas de tanta estúpida e insensata violencia.

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