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Arturo Santamaría Gómez

“Los “vivos” y los “tontos” en el Año Nuevo

*Para la clase política no hay movimientos sociales ni demandas ciudadanas legítimas. Creen que todos los hombres y mujeres son iguales a ellos porque concluyen que no hay otras formas humanas de hacer política. Están convencidos de que la política es para transar, engañar y llenarse las bolsas de oro y no para trabajar en pos de una mejor sociedad. Sólo ve a un grupo de personas que los quiere quitar de donde están para ponerse en su lugar y entonces gozar del poder tal y como lo hacen ellos.

Rodeados de familiares y amigos, la tradición invita a que nos deseemos los mejores augurios para el año venidero, y no habría por qué apartarnos de esta sana tradición cristiana; sin embargo, siendo realistas, no hay vientos benévolos que nos confirmen lo que es simplemente un buen deseo.
Ni la economía ni la política nos elevan la moral ni nos hacen tantear expectativas favorables. Si se cumplen los deseos que nos anticipó Raymundo Riva Palacio en uno de sus más recientes artículos, el 5 de enero próximo Enrique Peña Nieto anunciará la remoción de Enrique Videgaray, el secretario de Hacienda, y el enroque de Ricardo Osorio Chong, el secretario de Gobernación. Con estos cambios el gran señor de Atlacomulco, intentaría, por un lado, resarcir la pésima conducción de la economía mexicana y, por otro, recomponer la crítica situación política nacional.
No son pocos los analistas que sugieren sustanciales cambios en el gabinete, incluso mayores que los que quisiera Riva Palacio, para buscar una respuesta a la crisis nacional; lo cierto es que el habitante de Los Pinos tiene que tomar decisiones de gran calado si es que no quiere que el barco se le hunda con todo y su propia humanidad.
A los priístas, periodistas e intelectuales afines se les hace ridículo y excesivo que los manifestantes de toda causa pidan a gritos la renuncia del mejor amigo de Televisa, y en efecto parece exagerado demandar tal cosa, pero los defensores y simpatizantes del presidente deben de ver con seriedad el que cualquier descontento que brota en el territorio nacional, ya sean los defraudados por Ficrea o las enfermeras sinaloenses, se acompaña del grito de “Fuera Peña Nieto”, lo que no es poca cosa ni común en la historia reciente del país.
Los asesores del posesionario de la Casa Blanca mexicana y los agentes de Gobernación y del Cisen no ven en gritos como ese más que campañas orquestadas por los “desestabilizadores del sistema”, cuando, en realidad, se trata, de una manifestación civil y masiva de hartazgo.
Tal demanda es síntoma de un hondo malestar ciudadano ante la clase gobernante y el estado actual del país y no una consigna del Peje, Carlos Slim o del EPR, las manos ocultas, según los sabios del gobierno, que agitan todas las aguas de México.
Para los políticos del stablishment, toda crisis es producto de un complot, de una trampa, de una consigna, de una campaña orquestada. Para ellos, los problemas no surgen como reacciones a políticas de gobierno mal pensadas y ejecutadas; no brotan de la corrupción y de una sociedad desquiciadamente desigual, racista y excluyente. Los políticos sólo ven a un grupo de personas que los quiere quitar de donde están para ponerse en su lugar y entonces gozar del poder tal y como lo hacen ellos en la actualidad.
Para la clase política no hay movimientos sociales ni demandas ciudadanas legítimas. Creen que todos los hombres y mujeres son iguales a ellos porque concluyen que no hay otras formas humanas de hacer política. Están convencidos que la política es para transar, engañar y llenarse las bolsas de oro y no para trabajar en pos de una mejor sociedad.
Desde Iguala a Ciudad Juárez, la ciudad de México y Chetumal pasando por Mazatlán y Culiacán la visión de la política es la misma: el poder es para usufructuarlo en beneficio propio. Creen que es un tonto quien no lo hace.
En Los Pinos apuestan al desgaste de Ayotzinapa para que las aguas regresen a su cauce y se les dé un segundo aire a las reformas neoliberales de la economía mexicana. Es evidente que no pretenden impulsar ninguna lucha real contra la corrupción y la impunidad, a pesar de los intensos reclamos de la sociedad mexicana y de las constantes críticas de los más importantes medios de comunicación globales. Tal decisión es un gravísimo error porque podrá desgastarse el enorme movimiento que se levantó alrededor de la desaparición de los estudiantes guerrenses, pero no el hastío de la gran mayoría de los mexicanos frente a la corrupción y la incapacidad de la clase política mexicana.
Es asombroso y a la vez revelador del cinismo e incompetencia de los gobernantes el que en plena crisis del Estado continúen con sus abusos y atropellos en la localidad donde pongamos el dedo.
Por ejemplo, vemos en Sinaloa como con cualquier obra pública comprobamos la incapacidad de los funcionarios y la mano negra de la corrupción.
En Mazatlán se empezó a construir un tiburonario sin la menor idea de los requisitos específicos que exigía tal obra. Van ya varios años y varias administraciones municipales sin que se pueda concluir. Ya sabemos porqué no, y eso nos lo vinieron a aclarar expertos en construcciones de tal tipo: no sirve ni siquiera para reconstruirlo. Ahí se arrojaron al caño decenas de millones de pesos del erario público. Y lo mismo con un hospital general en la misma ciudad. Pero a nadie van a sancionar por semejante latrocinio. Eso sí, júrenlo ustedes, los burócratas que decidieron mandar a construir los adefesios, se llevaron su jugosa comisión.
Y resulta que ahora el gobierno del estado se ha empeñado en regalarle cientos de millones de pesos del futuro de Sinaloa a dos de los hombres más ricos de México a través de la construcción de dos hospitales en Culiacán y Mazatlán. ¿Hay algo a cambio que va en beneficio particular o de un grupo político? ¿Por qué la necedad en beneficiar con recursos públicos a dos oligarcas a cambio de comprometer el esfuerzo del trabajo de los sinaloenses por más de dos décadas?
Es evidente que a la clase política mexicana nada la sacude nada la conmueve nada la hace retroceder en su idea de que el poder es para que lo gocen los “vivos”. Los “tontos” son lo que se creen que la política puede servir honradamente a la sociedad. Los “vivos” están convencidos que para 2015 los “tontos” ya se habrán cansado de reclamar honradez y capacidad de gobierno, así que seguirán cantando con el mismo tono. Pero lo más probable es que los “ingenuos” y “tontos” seguirán movilizándose el próximo Año Nuevo.
Salud.

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