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El campo militar número 1

 ESTRATEGICAMENTE

 

Jorge Luis Sierra  

Hace unos días, el secretario de la Defensa Nacional Gerardo Clemente Ricardo Vega admitió públicamente que la Brigada Blanca existió y que los militares participaron en ella. Nunca ningún otro alto mando del Ejército lo había admitido en los últimos 28 años, desde la creación de ese grupo paramilitar el 7 de junio de 1976.

El general secretario negó que la Brigada Blanca haya tenido su cuartel general en el campo militar número uno, ubicado en la ciudad de México, y dijo que ese grupo era una cosa que no atañía al Ejército. Hubo militares en ella, pero también agentes de todas las entidades policiacas del país, dijo el general secretario.

Vega intentó deslindar a la institución militar de las atrocidades cometidas entre 1976 y 1982 y que ahora están emergiendo al conocimiento público. Pero el deslinde del Ejército con el periodo de la guerra sucia será más difícil de lo que se puede suponer. Existen muchas evidencias de la participación en primer plano de jefes, oficiales y tropas del Ejército en las operaciones de la Brigada Blanca a través de mandos de dirección, efectivos, sistemas de organización, equipamiento, servicio logístico e infraestructura.

Esta organización creada en las postrimerías del régimen de Luis Echeverría Alvarez, nació para destruir a ocho comandos independientes de la Liga Comunista 23 de Septiembre que trataban de mantener sus actividades de propaganda armada en las escuelas, zonas fabriles y obras de construcción en el valle de México.

Después de la pérdida de los dos dirigentes históricos de la organización, Raúl Ramos Zavala e Ignacio Salas Obregón, del aniquilamiento de las células que mataron a los industriales Eugenio Garza Sada y Fernando Aranguren y de la destrucción de la coordinación nacional, los sobrevivientes de la Liga 23 de Septiembre arreciaron sus acciones de robo a bancos, asesinato de policías y secuestros en el Distrito Federal y el estado de México. La campaña incluyó el intento de secuestro de Margarita López Portillo, hermana del entonces presidente electo José López Portillo.

De acuerdo con un documento de la Dirección Federal de Seguridad, titulado Plan de Operaciones Número Uno Rastreo, recuperado por la Fiscalía Especial para la Investigación de los Movimientos Sociales y Políticos del Pasado y ubicado en el Archivo General de la Nación, el gobierno dispuso “la integración de un grupo con miembros del Ejército, Dirección Federal de Seguridad, Procuraduría General de la República, Procuraduría del Distrito Federal, Dirección General de Policía y Tránsito del Departamento del Distrito Federal (DGPT), Procuraduría General del Estado de México, destinado a investigar y localizar por todos los medios a los miembros de la llamada Liga Comunista 23 de Septiembre”.

Los medios elegidos fueron atroces: asalto a las casas de seguridad, tortura de los detenidos, asesinato de guerrilleros; extracción de sobrevivientes en cajuelas de automóviles y helicópteros y, según los testimonios, traslado al campo militar número 1.

Según el documento de la DFS, en junio de 1976 se creó una comisión de seguridad de la Brigada Blanca integrada por los jefes de la Policía Militar, la misma DFS, la Policía Judicial Federal, la Policía Judicial del Distrito y la DGPT. Miguel Nazar Haro, entonces subdirector de la Federal de Seguridad, encabezaba la comisión de seguridad, El coronel                           Francisco Quirós Hermosillo, entonces comandante del 2do. Batallón de la Policía Militar, era el coordinador general. Alfonso Cabrera                           Morales, quien era el jefe del Departamento Jurídico de la DFS, quedó como asesor jurídico.

La comisión de seguridad de la Brigada Blanca quedó compuesta por ocho grupos operativos integrados por personal selecto del Ejército y las diferentes policías. Además de esos grupos ejecutores, cuyo número coincidía con el de las células activas de la Liga 23 de Septiembre, la comisión de seguridad tenía un grupo aéreo, con helicópteros de la DGPT, y otro grupo de manejo de explosivos, comunicaciones y acciones especiales, al que estaban integrados expertos tiradores y especialistas en lucha contra el terrorismo.

De acuerdo con el mismo documento, los 55 vehículos iniciales de la Brigada Blanca se abastecían de 3 mil 300 litros de combustible al día en la gasolinería del Campo Militar número uno. En el documento también se afirma que las instalaciones de la                           Brigada Blanca en ese campo militar tenían capacidad de alojamiento para 80 personas (cada grupo descansaba 24 horas, mientras los otros estaban en actividad o entrenamiento).

Otros datos reafirman la ubicación de la Brigada Blanca en el campo militar número uno y la participación de personal, infraestructura, armamento y logística de la Secretaría de la Defensa Nacional. Oficialmente la Brigada Blanca no existía, pero estaba camuflada como la Novena Brigada de la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia (DIPD), cuyo jefe administrativo era el mayor Marcos Cavazos Juárez.

El semanario Proceso reprodujo el 7 de enero de 1980 un documento de la DIPD con fecha del 15 de noviembre anterior y dirigido al mayor Cavazos a la oficina con sede en el campo militar número uno, donde el teniente J. Guadalupe Zamora reporta el alta de nueve agentes en la Brigada Blanca.

En ese reportaje publicado hace 24 años se afirma que los teléfonos del conmutador de la Brigada Blanca empezaban con el número 3-95. Actualmente, la Secretaría de la Defensa Nacional conserva el mismo prefijo en los teléfonos directos del general secretario (5395-7613), del general subsecretario (5395-2736), del general jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional (5395-5788) y del general subjefe operativo del EMDN (5395-6243).

El reconocimiento de que la Brigada Blanca existió y que los militares participaron en ella no será suficiente para mantener a salvo a la Secretaría de la Defensa Nacional de la investigación de la guerra sucia. Los indicios seguirán surgiendo hasta que la participación del Ejército en la estructura y dirección policiaca y militar de la Brigada Blanca quede clara ante la opinión pública. Quizá el país necesite una admisión pública de todo lo ocurrido para que todos comprendamos que eso ya pasó y que la nueva generación de militares tiene una filosofía distinta. Milan Kundera decía que la historia es la lucha de la memoria contra el olvido. Después de todo, la importancia de mantener la memoria histórica es fundamental para evitar que

el futuro se asemeje al pasado.

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