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Jorge G. Castañeda

México podría importar petróleo de Estados Unidos

 

A reserva de que la cancillería o Los Pinos informen algo más de lo que se conversó en Washington el martes entre los presidentes Peña Nieto y Obama, o que los medios mexicanos –todos– abandonen su complacencia con el Presidente y le exijan que responda a preguntas como todos los mandatarios del mundo, hay poco que destacar de la visita de Enrique Peña Nieto a la capital estadunidense.
Más allá de los lugares comunes de siempre en toda reunión de esta naturaleza, lo único interesante parece ubicarse en una entrevista que concedió la Secretaria de Comercio de Estados Unidos a Reuters. Penny Pritzker, informó que Obama estaba contemplando permitir la exportación a México de 100 mil barriles diarios de crudo ligero, recurriendo a una medida de excepción o waiver presidencial.
Dijo, “Estados Unidos sostiene discusiones con funcionarios mexicanos sobre si exportará crudo ligero a su vecino del sur. Se trata de una discusión activa y abierta con el gobierno de México, y es algo que estamos viendo si podemos cooperar en esta materia”. Como se sabe, a partir del embargo petrolero de la OPEP de 1973, Washington prohíbe por ley la exportación de crudo de Estados Unidos, pero puede hacerlo bajo ciertas circunstancias. Es el caso del intercambio con Canadá, donde por razones logísticas, a ambos países les conviene un swap o cambalache de crudos. Según Reuters, el director de Pemex mencionó que deseaba importar ese volumen de petróleo desde Estados Unidos, para incrementar la cantidad de gasolina refinada en México, pero debía esperar el visto bueno del gobierno estadunidense.
El tema es novedoso por dos razones. En primer lugar, porque si bien México importó crudo de Estados Unidos hasta mediados de los 70, no lo hemos hecho desde entonces; si bien es cierto que Venezuela es otro país productor de petróleo que importa ahora crudo para equilibrar su mezcla con los aceites pesados de la Faja del Orinoco, pero no quisiéramos ser Venezuela; y también es cierto que en noviembre nuestra factura de compras externas de productos petrolíferos superó la de ventas foráneas, no parecía ser una tendencia que ameritara un cambio estratégico para el país.
En segundo término, se trata de un fenómeno inédito para Estados Unidos, aunque previsto por algunos. Ya había zarpado en buque-tanque cargado de crudo desde Galveston, en Texas, hace unos meses; algunos analistas consideraron que con los niveles de producción actuales de shale oil en ese estado y Dakota del Norte, Washington puede incluso cambiar la ley de 1973 y liberar la exportación de crudo a todos los países.
Pero también se puede volver un tema conflictivo en México, para un gobierno archí debilitado, y dentro de nuestro vecino del norte, para un presidente en el último cuarto de su mandato y donde el tema de la dependencia energética ante Venezuela, Arabia Saudita y otras fuentes de confiabilidad relativa, en el contexto del Estado Islámico y los atentados ahora en París, puede impedirle actuar con toda la libertad que quisiera.
Ojalá los medios mexicanos, y nuestros expertos en materia petrolera –que hay muchos, y muy buenos– expliquen qué puede significar esto, para bien o para mal. Y nos ilustren, como lo han hecho algunos, qué proporción de las ventas anticipadas de Pemex para este año están cubiertas a 79 dólares el barril. Un ex director de la empresa dice que todo; otro ha escrito que solo 57 por ciento. Es toda la diferencia del mundo.

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