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Fusionan la música popular de la Sonora Santanera y la selecta de la OFUNAM

*Llenan la Sala Nezahualcóyotl 2 mil 300 personas, entre ellas el rector José Narro, que disfrutan el concierto en beneficio del Instituto de Cancerología como si estuvieran en la colonia Guerrero

Jorge Ricardo / Agencia Reforma

Ciudad de México

“¿Ya viste que está el rector?”. Llega el aviso cuando el público se ha quedado a oscuras, el director de orquesta inicia una musiquita triste como de Beethoven y 2 mil 300 personas, que llenaron la Sala Nezahualcóyotl, se preguntan ¿a qué va a sonar?.
Pero luego estallan las trompetas, suenan los timbales, el güiro hace su ruido, 4 mil 600 palmas aplauden, aplauden, al ritmo de un descubrimiento: la Orquesta Filarmónica de la UNAM más la Sonora Santanera, suena a la Santanera, pero mejor: “Este nuevo ritmo ya todos lo saben/ y ya todos dicen qué suave, qué suave/ Es la boa, es la boa.”
En lo alto de la finísima placa de acrílico de la sala se encienden unas luces de colores del mejor cabaret de la colonia Guerrero, el público ya se está moviendo en sus asientos, aunque en el palco de honor el rector José Narro se resista. Traje azul, corbata amarilla, vestido más para entregar un doctorado que para un baile tropical, está a la espera de su canción preferida: ¿Dónde estás, Yolanda?.
Tampoco los 11 músicos de la Santanera –”La única internacional”, insisten, la mitad de pelo blanco– se quedan atrás en la elegancia. Salen con pañuelos rojos, pajaritas negras y trajes grises. Y cuando junto con la OFUNAM, dirigida por Rodrigo Macías, tocan y cantan en pleno territorio puma eso de: “Todos los del Poli, lo saben, lo saben/ y también los Pumas, lo saben, lo saben/ todos los rebeldes.”, la sala ya se ha convertido en el Salón los Ángeles.
Sigue Mi adiós, Perfume de gardenias, El mudo y preparan el terreno para ese himno del buen gusto en las cantinas: “Estoy pensando en ti llorando/ la noche es bella/ llena de estrellas mas qué me importa.”.
Llega el intermedio, la gente se pone de pie –más ansiosa de baile que de salir–. Coinciden en que esto será memorable. “Es algo irrepetible, no hay diferencias, es la misma calidad de música”, dice Javier Patiño, un abogado de boina, que fue con su esposa y su hijo.
Narro se apresura a aclarar que ha ido a más conciertos de la OFUNAM y de nuevo todos adentro. Falta lo mejor: la fina duela de la Neza convertida en pista de baile. Primero una pareja, luego otra, también una mujer sola, y de pronto el área bajo el escenario es tomado por parejas al ritmo de Bómboro quiña quiña, Luces de cabaret y ¿Dónde estás, Yolanda?. Detrás del escenario, se ven asientos vacíos, pasillos ocupados.
El concierto fue en beneficio del Instituto de Cancerología, pero también para quien cree que lo mejor de la música popular y de la culta son parte de la misma música.

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