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Regresan al campo artesanos de Chilapa ante la baja en los precios de sus mercancías

*En Ayahualulco se concentra la mayoría de los operarios del municipio, donde se trabaja el carrizo, la palma de zoyate, la hoja de totomoxtle, las raíces y la escobilla

Beatriz García

Chilapa

Antonio Bolaños de 76 años, artesano de la comunidad de Ayahualulco, ha vivido de la elaboración de artículos de carrizo, sin embargo al ver que los precios de su artesanía cada vez son más bajos, la siembra de maíz se ha vuelto su principal sustento económico.
En la comunidad de Ayahualulco se ubica la mayor cantidad de artesanos que hay en el municipio, donde se trabaja el carrizo, la palma de zoyate, la hoja de totomoxtle, las raíces, la escobilla.
Cada domingo Antonio y su esposa colocan su puesto en las inmediaciones del tianguis dominical, amarran un plástico con una reata, esto para protegerse del sol. Su artesanía la coloca en el suelo: canastas, canastones y chiquihuites.
Para Antonio, estos últimos años no han sido buenos, por la poca venta y el regateo de la gente que lo obliga a vender barato. Para ayudarse ha optado por trabajar en el campo, sembrando maíz.
“A veces solo se llega a vender una pieza, que tanto es para ayudarse uno, no se ayuda uno, con una o dos piezas, a veces se llega a vender tantito, aquel que levanta por docena, ya si vendiste una docena te ayudas con algo”, explicó.
Antonio Bolaños, comenzó a trabajar el carrizo desde pequeño, recuerda que fue en 1970.
Sus abuelos y sus padres que también se dedicaron a la elaboración de artesanía de carrizo lo introdujeron a trabajar con ellos.
“Aunque no quiera uno, a fuerzas a uno le obligan a trabajar, ‘ándale enséñate’, me decían”, narró Antonio.
Trabajar el carrizo implica riesgo. Antonio varias veces se ha cortado con las astillas que suelta el carrizo.
Expuso, “se corta uno, yo ya me corté, luego le hecho alcohol y a seguirle trabajando”.
Antonio Bolaños tiene seis hijos: tres hombres y tres mujeres, ellos no quisieron seguir el trabajo que realizan sus padre, lo que gana no es mucho. Algunos de sus hijos prefirieron migrar como jornaleros a Sinaloa.
Las temporadas que no hay ventas, como en julio en la época de clausuras de las escuelas, aunque no vendan él y su esposa se tienen que establecer.
“Venimos nomás por el puesto que no nos lo quiten, porque si nosotros lo dejamos, otro le hace falta y lo pide, se lo dejan, si no, no debería de venir uno”, increpó el artesano.
Los precios de sus artículos, fluctúan en 30 pesos hasta 75 pesos, depende del tamaño. Los que cuestan 30 pesos los llega a dar hasta en 25 pesos.
En ocasiones se resiste a dar más barato cuando se lo piden, pues dice que los costos del carrizo están en dos pesos o más, incluso recuerda que anteriormente lo tenía que ir a cortar a la comunidad de San Jerónimo.
“Se cansaba uno, pues íbamos caminando, ahorita ya tengo una manchita de carrizo afuera de la casa, ya lo siembro”.
A pesar de lo poco redituable que resulta la venta sigue persistiendo porque es una herencia de familia con la que ya están acostumbrados.
Antonio Bolaños es unos de los mil 550 artesanos que se ubican cada domingo en los alrededores del bulevar Eucaria Apreza.
Dado a los hechos de violencia que se suscitaron el año pasado en esa población y en el municipio en julio, se quedaron sin transporte público, y hasta la fecha las camionetas que los transportan son los de la ruta Tlaxinga-Chilapa, comunidad colindante.

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