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El Zócalo, espacio vedado a la vida cotidiana por obras que el gobierno federal decidió

Aurelio Peláez

Corazón de la ciudad, epicentro de la vida cotidiana y hasta pulso de la vida política, el Zócalo de Acapulco es desde hace tres meses un espacio vedado a todo eso. Domingos familiares que no han sido tal y un latir apesadumbrado desde hace años: eso es el Zócalo. Por ejemplo, ya no hay globeros.
Magdaleno, hoy Profe y antes simplemente estudiante, se ufanaba hace treinta y tantos años de ser ciudadano de ese pequeño espacio de la ciudad. Armando Terrazas, desde hace cuarenta quizá, de contemplar el fluir local de esa arteria desde esa esquina del café Astoria, espacio éste ahora disminuido a una esquina por conflictos equis que para los parroquianos es mejor ignorar, reparte la nostalgia entre la decena de asiduos en torno a su mesa. Esas fanfarronadas decayeron. Ni siquiera un café decente se puede tomar ahí.
Hay un no sé qué de paraíso perdido. Páneles o triplays encierran ese corazón en una remodelación que nadie pidió, que el gobierno federal decidió en junio del año pasado que hacía falta y que el estatal secundó. El municipal que preside Luis Walton, simplemente bajó las manos, como en muchas cosas más, entre ellas, la seguridad pública, que dejó a cargo del gobierno federal.
Y en el entorno, una década de narcoviolencia inintrrumpida que tiene como su última referencia un profesor asesinado apenas este viernes a unos metros del viejo Ayuntamiento. Y también, decenas de locales de negocios cerrados ya por el acoso de los violentos o porque precisamente por eso, la gente dejó de ir.
Y la remodelación del Zócalo es una obra que no termina.
Comentó en algún lado el fallecido y premio nobel de literatura, el escritor portugués José Saramago, en uno de sus regresos a Lisboa, el impacto que le causó ver a una ciudad destrozada por tantas obras inútiles y mal hechas. Antes decía, los constructores en Portugal eran corruptos pero eran buenos. Ahora simplemente son corruptos.
Caminando en el Zócalo, rodeado este domingo de páneles o triplays que rodean y esconden el área común de los acapulqueños desde hace tres meses, simplemente no se puede evadir las evidencias: algo apesta y no son precisamente las alcantarillas, desbordadas hasta hace algunos días, y que eructaban en esa zona del centro parte del estómago de la ciudad, entre ese tianguis que son los puestos de discos y películas piratas, de ropa y de chingaderitas que vuelven a lo que queda de las calles aledañas al lugar una zona intransitable.
Un recuento de mi compañera del diario, Yee Trujillo, revela el accidentado tramo de la remodelación del Zócalo: 20 de junio del 2014. La Sefotur anuncia recursos federales a siete obras para el rescate de Acapul-co: rehabilitación del Zócalo, La Quebrada, Caleta y Caletilla, la isla de La Roqueta, el Fuerte de San Diego, La Diana y la playa Manzanillo. Todos los proyectos concluirían antes del Tianguis Turístico 2015 (23 al 26 de marzo), antes de diciembre o en los primeros meses del año, y que la obra en el Zócalo iniciaría el 23 de junio, como ocurrió. Pero el 28 de julio, durante la tercera reunión de seguimiento para el proyecto de remodelación del Zócalo, el coordinador de Compromisos Presidenciales, Israel Díaz Arzate, explicó que el proyecto fue dividido en varias etapas, y la primera de cuatro etapas duraría tres meses, es decir, terminaría el 23 de septiembre, sin embargo, puntualizó que el proyecto no era inamovible y que la fecha límite de entrega de las obras era marzo.
Total, tiempos burocráticos. Acapulco siempre en obras y en donde no se castiga a nadie por no terminarlas a tiempo y bien hechas.
“Cuando era yo niño pasábamos temporadas en Acapulco. Pensaba que cuando esta fuera una ciudad terminada y no tuviera que andar uno saltando entre montones de hierba iba a ser una ciudad muy bella. Pasaron 30 años y regresé a Acapulco, y tuve que brincar entre montones de tierra”: Jorge Ibarguengoittia, Viajes a la Ámérica Ignota, 1972.
Desde que el proyecto se anunció, urbanistas, ambientalistas e integrantes de la asociación Guerreros Verdes se inconformaron por la remodelación, me dice una ficha de Yee. Sé de eso. Un amigo, el arquitecto Domitilo Soto, encabezó la movilización. Camaradas del Zócalo, un espacio que pudiera tener quizá 400 años o más de existir, desde el asunto de la Nao de China, aunque ahora es una zona rellenada porque el mar antes llegaba hasta los pies de esa iglesia que tiene aires de morisca que es la catedral de La Soledad.
Domitilo, El Domi, exponía ese plan que dejará al Zócalo como una plancha solamente para recibir sol, sin árboles de por medio.
Plancha, me dice Domi. Plancha pelona expuesta al sol será sin casi árboles el nuevo Zócalo. Uno, ciudadano del Zócalo, dice, qué pues. Ya, dale, lo que sea. Todas las remodelaciones del Zócalo han sido peores. Lo que siga no será apocalíptico. Pero que termine.

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