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Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

*El México maquillado que quiere Peña Nieto

“En este 2015, ustedes tienen la encomienda de fomentar una imagen veraz y objetiva del país, que disipe dudas o distorsiones a nuestra realidad”, ordenó el viernes el presidente Enrique Peña Nieto a los embajadores y cónsules. ¿Cuáles son las dudas y las distorsiones a las que aludió Peña Nieto y cuál la imagen veraz y objetiva del país?
No dijo el Presidente cuáles son, pero sí describió el país que le interesa proyectar al mundo. Para Peña Nieto, en México el Estado de derecho, la justicia y la seguridad son una rutina cotidiana, y el país “alcanzó en unos meses lo que muchas naciones no han logrado en años, transformarse estructuralmente”. Como prueba de esa “transformación” no ofreció muchos datos, porque no los hay, pero le cayó del cielo el reporte más reciente sobre creación de empleos. Dijo que “de acuerdo con cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social, en 2014 se crearon 714 mil nuevos empleos formales, por encima de las expectativas de los analistas del sector económico. Este incremento es, y aquí vale la pena subrayarlo, 54 por ciento superior al registrado en 2013”. No tenemos porqué dudar de la veracidad de este dato, pero suele suceder que, cuando el gobierno festeja la creación de plazas de trabajo oculta información sobre la calidad y duración de esos empleos y la bajísima remuneración ofrecida a los afortunados que los obtuvieron.
Con pinceladas suaves y tonalidades pastel dijo también Peña Nieto que “frente a los ataques contra la paz de los mexicanos, nuestras instituciones de seguridad y justicia, así como nuestras Fuerzas Armadas, han estado protegiendo a la sociedad y velando por el Estado de derecho”. Tuvo que reconocer, sin embargo, y no se encontrará otro fragmento alusivo a la realidad que discrepa de su discurso, que “2014, lo he dicho en diferentes espacios, fue un año de contrastes. Por un lado, fue un año difícil y doloroso, porque la delincuencia golpeó y enlutó a nuestro país”.
A continuación expuso los cinco objetivos que su gobierno buscará en 2015, que se entiende corresponden a la realidad no distorsionada del país y que los diplomáticos mexicanos deberán replicar en el extranjero. El primero es “fortalecer el respeto a la ley y a los derechos humanos, a partir de las medidas que anuncié el pasado 27 de noviembre, que incluyen las iniciativas de reforma para establecer las policías estatales únicas y para evitar la infiltración del crimen organizado en las autoridades municipales”.
El segundo objetivo es “continuar poniendo las reformas en acción” y que sus beneficios “se sientan en la vida diaria de los mexicanos, especialmente en su economía familiar”. Otra vez a falta de mayores datos, dijo que “esto ya está ocurriendo con la eliminación del cobro de larga distancia en llamadas telefónicas, la reducción en el costo de la electricidad y con la decisión de que en 2015 ya no habrá más gasolinazos”. Es posible que la disminución del costo de la electricidad esté en el papel, pero no en el bolsillo de los usuarios. Y sobre la gasolina no mencionó que antes de anunciar que ya no habrá más incrementos en el año, este mes se aplicó la enésima alza y el litro del combustible es más caro en México que en Estados Unidos.
Dudosamente podría tomarse con seriedad el tercer objetivo que planteó Peña Nieto, pues es el de “ampliar la transparencia y mejorar los instrumentos de combate a la corrupción”, si hace unas semanas su gobierno echó tierra cínicamente al escándalo de la fastuosa Casa Blanca que posee con su esposa y que fue adquirida en condiciones totalmente irregulares mediante la intervención de un empresario que es a la vez amigo suyo y contratista gubernamental.
Acelerar la construcción de infraestructura y de vivienda, y reforzar las acciones contra la pobreza y el desequilibrio regional son los otros dos objetivos que se impuso este año el gobierno de Peña Nieto para cumplir con lo que llama su “proyecto de nación”, cuya difusión en el mundo será tarea de los representantes mexicanos para “disipar” las distorsiones en la imagen del país. Para cumplir con esta función, dijo el Presidente, “es importante que nuestros cónsules y embajadores comuniquen, en todas las latitudes del mundo, el mensaje de que México está haciendo frente a sus problemas y rezagos, y que sigue transformándose para generar condiciones de bienestar para las familias del país”. También deberán decir que “México no se retrae ante la adversidad, que tanto en lo interno, como en lo externo, el motor que nos mueve es el de construir mejores condiciones para todas las familias mexicanas. Ese es el objetivo”.
Con esas gruesas capas de maquillaje pretende Peña Nieto “disipar” las “dudas” y “distorsiones” que afean la realidad nacional. En esa imagen no existen Ayotzinapa, la inseguridad pública, las carretadas de muertos, la brutal caída de los precios del petróleo, el anunciado recorte del gasto público, la depreciación del peso frente al dólar, el alza en la gasolina y la pobreza que angustia a más de la mitad de los 120 millones de mexicanos. Pero es Ayotzinapa lo que más le interesa a Peña Nieto minimizar en el entorno internacional, como si fuera posible ocultar a los ojos del mundo una atrocidad de tal magnitud y evadir la responsabilidad gubernamental en su esclarecimiento y debido castigo.
El hecho de que en el discurso oficial el caso Ayotzinapa aparezca considerado como una “distorsión” para la imagen del país comprueba la falta de compromiso del presidente Peña Nieto con la realidad nacional. Es una manifestación precisamente de la misma irresponsabilidad e indiferencia institucional que dio lugar a la penetración del crimen organizado en el Ayuntamiento de Iguala, con el narcopolítico perredista José Luis Abarca a la cabeza.
Es previsible, sin embargo, que los deseos de Peña Nieto de dejar atrás el caso Ayotzinapa sin resolverlo de fondo se vean frustrados una vez más. Debió entenderlo el 6 de enero, cuando a pesar del esfuerzo de la cancillería para evitar que la muerte y desaparición de los estudiantes normalistas fuera abordado durante la reunión de Peña Nieto con el presidente estadunidense Barack Oabama, éste de todos modos recordó públicamente que Washington sigue de cerca esa tragedia. Tampoco podrá evitar Peña Nieto, por más verborrea diplomática que haga difundir, las protestas que contra su gobierno y contra él se realizan en todo el mundo, como la que lo esperó en la puerta de la Casa Blanca, en la que le gritaron “asesino”. Ningún maquillaje resuelve los problemas, e insistir en apostarle a la simulación equivale a atizar el fuego de la inconformidad social.

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