Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Federico Vite

Apuntes sobre detectives

Como bien reseña P.D. James en el libro Talking about detective fiction (Knopf, 2009), Arthur Conan Doyle publicó Estudio en escarlata cuando era un recién casado que ejercitaba sus conocimientos médicos, pero anhelaba ser escritor. Escribía con ahínco. Fue en 1886 que tuvo la idea que cambiaría el panorama literario: crear un detective que usara el método científico para resolver sus casos. Así que un año después, el joven Conan Doyle, de tenía 27 años, se animó a probar suerte en la narrativa y publicó por primera vez, en Beeton’s Christmas Annual, Estudio en escarlata. No tuvo mucha repercusión mediática, pero en 1889 se reimprimió esa historia. Inició el mito de Holmes y Watson. Muchos años después, Conan Doyle afirmaría: “Un hombre no puede crear un personaje prolongando su propia consciencia y dotarlo de verdadero realismo a menos que posea algunas de las aptitudes de ese personaje dentro de sí”. Evidentemente Conan Doyle se identificaba más con el valeroso Watson que con el asombroso artífice de la deducción.
Otro molde creativo es Raymond Chandler, quien logró crear con su detective Philip Marlowe un personaje consciente de la injusticia social, pero sobre todo, un detective que ofrecía la lealtad como respuesta a la desproporción de riqueza en el mundo. Curioso hecho porque Chandler buscaba dinero a toda costa, no su detective. “No hay una forma legal de ganar 100 millones de dólares, porque en algún punto del camino hay tipos que acaban contra las cuerdas […] Mucho dinero significa mucho poder y quien tiene mucho poder lo utiliza mal. El sistema es así”, refiere Chandler en El largo adiós, libro que muestra las cualidades de este escritor: creación de diálogos y descripciones sin adornos; es decir, la prosa posee un estilo directo, recurre a la primera persona del singular para generar intimidad con el lector. Engancha de inmediato al lector. Chandler apostaba por las historias que en cierta forma reflejaban su pasado: recordemos que él tuvo una carrera exitosísima en el mundo mercantil, antes de enfrascarse completamente en la literatura. Le interesaba, más que las mujeres y el glamour, la lucha franca contra el dinero sucio, mal habido. Chandler descubrió en la figura del detective al hombre ideal para restaurar el orden perdido en una sociedad que ve en la acumulación de riqueza un sinónimo de respeto.
Talking about detective fiction analiza algunos de los prejuicios que vierten los críticos literarios y escritores en cuanto a este atractivo género literario, acusado desde su nacimiento de populista, panfletario y, por supuesto, comercial.
P.D. James señala que las novelas de detectives muestran una forma de entender el mundo en ciertos momentos de la historia y detallan costumbres que han facilitado la aparición de homicidas en el sistema de justicia, “porque las novelas que encierran un misterio —usualmente un crimen— y proporcionan la satisfacción de una solución final son, sin duda, comunes en el campo de la literatura inglesa, y la mayor parte de ellas no pueden clasificarse como novelas de detectives; por ejemplo, Jane Eyre de Charlotte Brontë, Emma, de Jane Austen; Casa desolada, de Charles Dickens, y El topo, de John Le Carré”.
P.D. James expone que la literatura de detectives trabaja con los temas absolutos: la muerte, la venganza y el castigo. Este género emplea instrumentos de justicia prácticamente arrancados de la vida cotidiana. Talking about detective fiction es un documento monográfico que analiza la lucidez conmovedora de los capitales detectives literarios. Analiza, con la mirada sólo puesta en Inglaterra, la evolución de un género que ha sido gran deleite para los lectores anglosajones.
La historia detectivesca, afirma P.D. James, aborda las manifestaciones más dramáticas y trágicas del a naturaleza humana, aunque la forma en sí es ordenada y controlada, responde a una fórmula establecida y ofrece un soporte de seguridad dentro de la cual la imaginación tanto del escritor como del lector pueden enfrentarse a lo impensable. Para lograr una buena novela de detective, concluye, no basta con seguir la fórmula sino que deben crearse nuevas maneras de sugerir las pistas, de hacer que la historia se complete ante el lector.
Esta serie de artículos relacionados con la figura del detective logran que el lector se replantee la valía e importancia de una buena novela, con personajes memorables, estructura bien elaborada y resolución portentosa, porque como bien refiere E.M. Foster en Aspectos de la novela, en la literatura no bastan las historias atractivas, interesantes, sino la trama pícara en la que el lector confronta su humanidad con el texto. “El rey murió y luego murió la reina es una historia; sin embargo, el rey murió y luego la reina murió de pena es una trama. La reina murió, nadie sabía por qué, hasta que se descubrió que fue de pena, por la muerte del rey, esa es una trama con misterio”. En palabras de Foster esa intención, la del suspenso, es justamente el motor que le ha dado tanto interés al antiquísimo arte de contar historias de corte misterioso y homicida. Que tengan buen martes.

468 ad