Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

*De simplismos y mentiras

“Todo estuvo muy bien, salvo el final”, me soltó un más que broder sin aviso ni pedimento previos, a propósito de lo escrito aquí la semana pasada.
“Neta, sólo me quedan ganas de que el gobierno de Rogelio Ortega sepa y pueda convocar esperanzas y voluntades de tirarle juntos y soñar que podemos hacer realidad el sueño de paz y gobernabilidad para Guerrero”, fue el final que no le pareció al susodicho, porque lo juzgó, supongo, palero y, seguro, parcial.
Supongo que palero porque es la etiqueta estándar que muchos mexicanos le pegamos a cualquiera que se atreva en la prensa, la sobremesa o el café a reconocer o a beneficiar con la duda los decires y haceres de algún gobernante.
Seguro que parcial porque mi más que broder sabe lo que chance muchos lectores no, pero que en seguida les cuento, soy colaborador del gobernador Rogelio Ortega en tareas de comunicación social y política.
Aunque entiendo la suspicacia y reconozco la perspicacia del susodicho más que broder, las etiquetas estandarizadas siempre me han parecido prejuiciosas y simplistas; y según su seguro escribidor, colaboración no es lo mejmo que complacencia.
Sobre todo en coyunturas y contextos como estos, cuando las etiquetas estándar suelen ser particularmente prejuiciosas y simplistas. Sobre todo en espacios y medios como El Sur, en donde colaborar nunca ha significado complacencia ni sometimiento editorial.
Sobre todo porque, si algún gobierno merece reconocimiento y necesita el beneficio de la duda de sus gobernados es el de Rogelio Ortega, por su carácter ciudadano y de transición.
Ver y entender la coyuntura de la crisis como dos partes con dos agendas en conflicto es un error simplista; pero describirla y explicarla así es una mentira maliciosa.
A simple vista y tras breve análisis, son obvias al menos cinco o seis agendas de sendas partes en conflicto, y es obvio que, desde hace rato, la aparición de los normalistas y el castigo a los culpables dejaron de ser agenda única y prioritaria para todas, salvo para la de los padres de familia y cada día menos compañeros de los chavos desaparecidos.
Las razones que expuso Armando Ríos Piter para renunciar a su aspiración a la candidatura perredista a gobernador, evidencian más partes y agendas en conflicto en la coyuntura.
Sin embargo, a menudo leo y oigo consignas de algunos normalistas y muchos cetegistas, que etiquetan a Rogelio Ortega de represor. Ignoro razones, argumentos y evidencias para semejante consigna, pero a juzgar por lo que he leído y oído de lo dicho y hecho por él, la etiqueta carece de sentido, lógica y sustento.
De hecho, si algo le critican el resto de los guerrerenses, la enorme mayoría, es de “demasiado tolerante” y de no aplicar la ley a quien la infrinja y castigar a los culpables de los excesos.
“Yo tengo dos desafíos”, les dijo el gobernador Ortega a los acasocios que lo invitaron a su sesión del pasado 17 de diciembre, “Uno: el de la armonía, el de la paz democrátca… con diálogo, diálogo, diálogo y acuerdos. (Dos), desechar la tentación de una salida represiva”. En ese sentido, subrayó que “ahí perdemos todos. Es un gran retroceso”.
A juzgar por esos dichos, la razón, el argumento y la evidencia justifican una etiqueta, pero opuesta a la consignada por normalistas y cetegistas.
Por eso se atrevió a la “incorrección política” al criticar el bloqueo sistemático de carreteras en las protestas sociales: “cuando les pregunto, bueno y ¿por qué estan bloqueando? Porque se quieren reunir con usted… pero, les digo, que vengan, no hay problema. ¿Ese es el problema?, sí, pues que se vengan… o yo voy para allá”.
Más adelante, el doctor Ortega preguntó retórico a los acasocios, “¿dónde demonios aprendimos eso (bloquear carreteras)?”, e ipso facto respondió que “seguramente hay un momento en el que las autoridades no oyen, no ven, y tienen la puerta cerrada”, pero dijo que “el problema es que llegó un día en que nos acostumbramos a ese repertorio. Y no se aplicó la ley… y como no se aplicó la ley, ahora si la aplicamos nosotros somos represores”.
Es cierto y, por ende, justo es reconocer su dicho sin merecer la etiqueta de palero, aunque lo haya dicho como gobernador. Como también cierto y justo es reconocerle que, a pesar de que cada día son más hartos, principalmente en Acapulco y Chilpancingo, los que piden que se aplique la ley y con mano dura, y de que han abundado momentos propicios y pertinentes por excesos, y francas provocaciones de manifestantes, particularmente cetegistas, Rogelio Ortega no ha cedido a tentaciones represivas.
Sin embargo, hace poco leí y oí que algunos opinadores de prensa y más de café lo etiquetaron de gobernador represor, porque entendieron como amenaza lo que dijo el gobernador el 4 de enero: “Hay quienes tienen la tentación” de dar la orden de reprimir, “y hay quienes se radicalizan desde el lado del movimiento, generando acciones para ir al choque, a la confrontación, a donde tope, porque tienen la idea de que si hay más muertos se va a intensificar el conflicto y que va a caer el nuevo gobierno de Guerrero, que en todo caso sería lo de menos; y que puede caer el presidente de la República y que no va a haber orden para decirles que los van a parar y que les van a disparar, creen que no. Son ingenuos, porque por supuesto que hay quienes sí están decididos a dar esa orden”.
Con respeto absoluto a seguros discrepantes, incluyendo a los etiquetadores que entendieron como amenaza represiva lo dicho por Rogelio Ortega, este escribidor preguntaría retórico, ¿neta?, ¿les cai?, ¿cuándo, dónde y por qué entendieron eso?, ¿mintió?, ¿exageró?, ¿difamó?
Porque a juzgar por lo visto, leído y oído por su seguro escribidor, sin duda hay no pocos quienes piden, exigen y quieren órdenes represivas; como también sin duda hay grupos que, como estrategia provocan una reacción violenta del gobierno. Las movilizaciones vandálicas de cetegistas de los últimos días son prueba irrefutable de ello.
Por eso digo que ver y entender así es un error simplista; y que describir y explicar así, es una mentira maliciosa. O ¿por qué no vieron, entendieron, describieron ni explicaron dos historias extraordinarias, protagonizadas por el gobernador Rogelio Ortega, y la doctora Rosa Icela Ojeda, por separado y en momentos y lugares distintos? ¿Quizá porque no cumplían sus estándares etiquetables, o porque no convenían a sus agendas particulares?
A menos que su seguro escribidor las haya visto y entendido mal, y a la inversa… cosa que sincera y francamente dudo.
Porque digo que las historias fueron extraordinarias en el preciso y estricto sentido de la palabra: distintas a las historias ordinarias de la coyuntura, inusuales y hasta inéditas.
¿Cuándo habíamos visto a la esposa de un gobernador desalojar policías, personal de seguridad y trabajadores de Casa Guerrero, y abrir sus puertas de par en par para recibir con los brazos extendidos a manera de bienvenida, a manifestantes dispuestos a aplicarle al inmueble la misma aplicada a otros edificos oficiales y partidistas? ¿Cuándo habíamos visto manifestantes titubeantes que cancelan planes vandálicos para corresponder gestos semejantes?
¿Cuándo habíamos visto a un gobernador encabezar una gira oficial en una zona de conflicto, seguro de que sería encarado por manifestantes, y que en lugar de enfrentarse y discutir, conversan, marchan juntos y acuerdan sentarse a dialogar?
¿Neta, me cai?, yo no.

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