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Jorge G. Castañeda

Lo que vaya a salir, que salga de una vez

Pocos días antes de Navidad, sostuve una conversación con la persona que encabeza una de las misiones diplomáticas más importantes en México. Me preguntó que pasaría con el presidente Enrique Peña Nieto. Respondí que, obviamente no iba a renunciar; terminaría con toda normalidad su mandato; si tomaba medidas drásticas podría convertir la crisis que enfrentaba en una oportunidad; si prefería esperar que todo pasara sin hacer nada, corría el riesgo de debilitarse al extremo y volverse un presidente paralizado. Pero en todo caso, si esa era la ruta que decidía seguir, debía cerciorarse de dos cosas: que no hubiera una nueva matanza, ni un nuevo escándalo. La persona con quien hablaba me insinuó que pasarían ambas cosas.
Afortunadamente la matanza no ha sucedido, aunque no está totalmente en manos del gobierno evitarla en las semanas, los meses y los años que vienen. La impunidad de las fuerzas del orden mexicanas que sí funcionan y la corrupción infinita de las que no, casi garantizan que algo acontezca. Pero el escándalo ya empieza a tener lugar. Por eso conviene detenerse un segundo en la definición de escándalo.
Si se tratara de los méritos propios o la falta de sustancia intrínseca de la sospecha o la realidad de corrupción, nunca habría escándalos. No es el caso. Un escándalo se decide en primer lugar por el contexto en el que se da. En segundo lugar, existe o no, según la realidad –ahora sí realmente existente– en la que descansa y de la cual brota. Pensar que es sólo lo segundo es una ingenuidad; ver sólo lo primero es prueba de mala fe. La casa de Ixtapan de la Sal del Presidente, comprada en 2005 a la familia San Román, que obtuvo, según The Wall Street Journal, importantes contratos posteriores, tanto en el Estado de México como por parte del gobierno federal, es un ejemplo de esta ambigüedad.
No se trata de que la compra haya sido legal. Obviamente lo fue; la familia San Román posee propiedades en esa zona desde los años cincuenta; mis padres los frecuentaban cuando visitaban a Isidro Fabela, hace más de medio siglo. Se trata de si con posterioridad a la compra, durante la gestión de EPN en el Estado de México, y durante sus dos años en la Presidencia, esa familia obtuvo contratos que de otro modo no hubiera logrado. The Wall Street Journal insinúa que sí; yo no tengo la más remota idea.
Pero sí sé que la regla en estos temas, en México y en China –aquí sí funciona el dicho– es que todo lo que vaya a salir hay que sacarlo de una buena vez. Conviene adelantarse a los escándalos, no dejar que lleguen. Peña Nieto ya no lo hizo con el de la Casa Blanca, ni la de Videgaray, ni la de Ixtapan de la Sal. La persona de la embajada con la que hablaba en diciembre me dio a entender que varios miembros de lo que iba a ser el gabinete, adquirieron casas en octubre de 2012, semanas antes de ser nombrados. Si es cierto, va a salir. Mejor adelántense.

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