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Culturalmente Cuba puede relacionarse con EU, pero no tecnológicamente, dice el escritor Leonardo Padura

*Después de alimentar durante tantos años el sentimiento de plaza sitiada y con una infraestructura obsoleta, se pregunta si la isla está preparada para lo que puede venir tras la estabilización de relaciones entre ambas naciones

Silvia Isabel Gamez / Agencia Reforma

Ciudad de México

Al escritor Leonardo Padura le preocupan las alcantarillas de La Habana. Teme que colapsen tras el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
“¿Te imaginas que llegue un millón de turistas norteamericanos, 100 mil por mes, y todos descarguen a la vez los inodoros luego de su deposición matinal? Las pobres, viejas, tupidas, alcantarillas de La Habana pueden reventar y llovería sobre la ciudad… algo como lo que cayó en Sodoma y Gomorra”, advierte el autor cubano.
Parece un chiste, pero no lo es, aclara. Aun si lo fuera, resume su mayor preocupación. “Pienso en si Cuba, después de alimentar durante tantos años el sentimiento de plaza sitiada y con una infraestructura obsoleta, está preparada para lo que puede venir en un futuro cercano”.
Lo interesante en esta nueva coyuntura, señala el historiador Rafael Rojas, es que el enemigo en Cuba deja de ser el gobierno de Estados Unidos y con el término “contrarrevolución” se identifica ahora a la oposición y el exilio.
“Con esto se admite, así sea a regañadientes, que el conflicto cubano es entre los miembros de una misma nación”.
Padura, vecino del barrio habanero de Mantilla, asegura que el anuncio del 17 de diciembre dejó a los cubanos conmocionados. Sabían que algo se “cocinaba”, esperaban pequeñas medidas, pero no el fin del diferendo.
“Sé que con Estados Unidos es muy difícil tener una relación verdaderamente normal, pero me conformo con que sea al menos cordial, que no es lo mismo pero suena parecido, ¿no?”.
Rojas considera la medida un triunfo para la administración de Barack Obama y el sector reformista del gobierno de Raúl Castro –que confía se acelere la flexibilización del embargo–, lo que contrasta con el “profundo rechazo” de la clase política cubanoamericana y de los fidelistas de la isla.
El silencio de Fidel Castro ante el anuncio sólo puede tener dos causas, según el ensayista cubano: un malestar con el nuevo escenario, o un mayor deterioro de su salud.
“En todo caso, ese silencio ha reforzado la escasa resonancia que la normalización diplomática ha tenido en los medios oficiales, en contraste con la satisfacción que ha despertado en la ciudadanía”.
Para el investigador del CIDE, la decisión obedece tanto a la necesidad de la economía cubana de acceder a créditos e inversiones, y aumentar las remesas e ingresos por el turismo, como al giro que en los últimos tres años ha tenido la política exterior hacia un mayor pragmatismo.
Padura tiene claro que la economía está en el fondo de cualquier acto político o social. Y si no lo estuviera sería un disparate, afirma el autor de novelas como El hombre que amaba a los perros y Herejes.
“Estados Unidos puede seguir viviendo sin tener relaciones económicas con Cuba, aunque algunos sectores productivos pierdan por esa imposibilidad de comerciar. Pero Cuba necesita darle un aire a su economía, hacerla eficiente, productiva”.
El fin del diferendo no significa que termine el conflicto entre ambos países, subraya Rojas, pero abre cauces diplomáticos para abordar temas como la migración, el narcotráfico y el terrorismo.
“Hay sectores en el gobierno cubano que querrán aprovecharlo para perpetuarse en el poder, y mantener o aumentar la represión. Pero tampoco hay que descartar que la presión a favor de la democratización interna aumente”.
Cómo reaccionará en el futuro la clase gobernante es algo que Padura, simplemente, ignora. “La verdad es que no lo sé. Yo no gobierno ni en mi casa”.
El mejor escenario para Cuba, asegura el escritor, sería que la relación con Estados Unidos se mantenga en un plano de igualdad. “Culturalmente podemos, pero no tecnológicamente; tenemos habilidades y deseos, pero no respaldo económico, y eso nos pone en cierta desventaja”.
Para Rojas, lo mejor que podría pasar es que el proceso electoral en Cuba culmine en 2017 con una renovación generacional en la jefatura del Estado, junto con reformas que permitan incorporar a opositores y líderes independientes de la sociedad civil al gobierno, y la creación de partidos políticos autónomos.
“Esa sería la mejor manera”, concluye, “de avanzar hacia una democratización soberana del sistema político cubano”.

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