Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Centro de Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan

Carta de adhesión al movimiento #YoSoy132

En esta coyuntura electoral y en medio del segundo debate entre los candidatos y la candidata a la presidencia de la república, lo que más llama la atención y que nos abriga de esperanza no es tanto la verborrea y los vituperios que se  endilgan entre sí los que pelean por el poder, sino la juventud de México que ha levantado la voz en las plazas públicas para mostrar su indignación y los deseos de transformación de una realidad que los ha excluido de las escuelas, la cultura, las artes, el deporte, el trabajo y de la participación política como actores con imaginación y con plenos derechos.
En México y en nuestro estado, la juventud es la más apta para realizar los cambios que requiere nuestro país. De pensar en cosas nuevas. Sólo los jóvenes están en posibilidades de crear una vida nueva, libre de violencia, corrupción, impunidad y mentira.
En la actual crisis del capitalismo los jóvenes son lanzados al abismo de la desocupación, del abandono y de la frustración. Son los desechos de una sociedad regida por la ley del mercado que cosifica y mercantiliza la dignidad humana. El sistema capitalista les ha negado un lugar en las universidades para que puedan estudiar. La misma estructura del capitalismo no necesita ya para la producción de mercancías a tantos trabajadores, que son reemplazados por los procesos robotizados y computarizados. Por eso a las y los jóvenes no se les permite siquiera llegar a ser, de soñar en ser alguien en la vida, de lograr su realización como personas, de alcanzar la dicha de ver coronados sus deseos como un joven profesionista. En México está vetado y criminalizado el proyecto de una juventud que ejerce a plenitud sus derechos, porque no están contemplados en el presupuesto y porque no hay lugar para que ellos y ellas participen en la toma de decisiones y en el diseño de políticas, donde sus voces críticas y anti sistémicas sean la piedra angular de una democracia participativa.
Los partidos políticos son los responsables de esta crisis de representación política, porque se han casado con la idea de que estamos en la cúspide de un modelo democrático donde ellos son los iluminados y salvadores del pueblo. La democracia representativa nos ha llevado a un callejón sin salida, porque necesariamente los ciudadanos y ciudadanas tenemos que elegir a un candidato o candidata que no representa lo más profundo de las aspiraciones de justicia, de igualdad y desarrollo para las mayorías que sostienen a una partidocracia parásita. Qué cómodo es en este modelo democrático para cualquier candidato o candidata pedir en la televisión y en los actos públicos de las y los electores. Qué fácil es prometer y presentarse como la verdadera alternativa democrática, cuando todos los partidos han defraudado a los ciudadanos y ciudadanas. En este engranaje electorero para los partidos políticos todo camina sobre ruedas, porque lo único que hay que hacer es que funcione adecuadamente el mercado de las ofertas políticas para que las y los clientes depositen en las urnas un cheque en blanco para que puedan vivir como reyes, los que aparecen en las boletas electorales.
Esta democracia es protectora de los cacicazgos políticos, por eso se mantienen incólumes las y los dinosaurios del poder, más allá de que gane otro partido político. También en esta democracia los gobernantes tienen el fuero para atentar contra los derechos de los ciudadanos y ciudadanas; matan, reprimen, desaparecen, torturan, violan y encarcelan impunemente, a hombres y mujeres que luchan contra un sistema que castiga la pobreza y criminaliza la protesta social. En esta democracia los políticos nunca son llamados a cuentas y los que caen en esta desgracia son víctimas de alguna venganza, por eso los gobernantes son los campeones de la corrupción, porque el presupuesto público lo destinan para amasar fortunas y comprar impunidad.
En este sistema para ser candidato o candidata no se necesitan demostrar conocimientos básicos sobre los grandes problemas que nos afectan, mucho menos una formación ética que sea garante de un trabajo honesto, transparente y comprometido con la sociedad. Tampoco es requisito de que cuenten con una trayectoria intachable para los ojos de la ciudadanía y que, además, hayan demostrado en su vida pública valor y coraje para defender los derechos de los más desprotegidos.
En esta democracia se ya no importan las ideologías, las convicciones políticas, los principios que inspiran las luchas sociales, y a los mismos políticos trepadores, en lugar de que se le cierren las puertas por traidores y convenencieros, se les premia y se les ofrecen cargos de primer nivel para abanderar otros institutos políticos. En esta democracia ni a los líderes de partidos, mucho menos a los candidatos y candidata, les afecta lo que puedan decir sus correligionarios porque lo único que importa son los bonos políticos que obtienen con este tipo de negociaciones realizados debajo de la mesa. Esta es la democracia que ha encumbrado a los políticos más corruptos que se han ganado el desprecio y el odio de la población que se encuentra sumida en la pobreza. Es la democracia que engendra al hombre más rico del mundo y también coloca en la revista Forbes en un lugar prominente al narcotraficante más famoso de México. La cosecha de esta democracia al final de este sexenio son más de 60,000 muertes violentas y un escenario atroz, en el que ningún mexicano y mexicana puede vivir con tranquilidad. Es una democracia que nos ha acostumbrado a vivir en la corrupción, en el engaño y la traición de los políticos. Los partidos se alzan con las banderas del pueblo para hacer sus campañas como el modo más perverso de lucrar con los cargos públicos. Cualquier situación crítica que enfrentamos como sociedad los partidos políticos la capitalizan para su beneficio y siempre buscan colocarse por encima de los intereses de la sociedad. No les importa el hambre, el dolor, la desesperanza y la pesadumbre de la gente que cotidianamente es víctima de la violencia o de los atropellos por parte de quienes tienen el poder. Esta es la democracia que vemos también en las pantallas televisivas, la que cada segundo nos aturden con sus mensajes fútiles y triviales, que en lugar de estimular la participación ciudadana, alienta el enojo y el malestar porque existe la certeza entre la población de que el político se ha ganado la fama de mentiroso y de ser un personaje farsante.
Por eso lo que hoy vivimos con las y los jóvenes es una experiencia inédita que nos preludia el nuevo amanecer de una democracia real, donde ellos y ellas le dan vida color y candor, a los sueños colectivos en busca de la justicia, la verdad y libertad. Su indignación ha irrumpido en las plazas públicas de todos los estados de la república para dar fin al silencio cómplice de una supuesta juventud apolítica e indiferente. Han salido a manifestarse porque ya no están dispuestos a que continúe gobernando la mentira, la corrupción y la violencia. Es un movimiento para no permitir que siga anclada en la cotidianidad la injusticia, el desprecio y la exclusión hacia los pobres, las mujeres y los jóvenes. Su coraje y encabronamiento es necesario en este país, algo estaba faltando en este ambiente plagado de intereses mezquinos y controlado por la mediocridad de los políticos. El movimiento #YoSoy132 es la expresión más nítida de los deseos profundos de una juventud rebelde deseosa de participar en los asuntos públicos, y sobre todo en la construcción de un nuevo paradigma de organización social.
Ante el desorden injusto, impuesto por la burocracia política, el movimiento disruptor de las y los jóvenes cimbra a la partidocracia y a las altas esferas de poder, porque cuestionan el viejo paradigma de la democracia representativa. Para los jóvenes la clase política no es más que una burocracia caduca, indolente y pendenciera que ahora se ha puesto al servicio de la burocracia privada transnacional, que se han aleado para exprimir la sangre del pueblo explotado.
Con la revolución tecnológica y electrónica las y los jóvenes han descubierto el gran potencial de este recurso para generar procesos de comunicación inéditos que han logrado desencadenar nuevas formas de participación social y política en tiempo real, acortando distancias tejiendo redes, conquistando espacios, coordinando acciones y recreando nuevas identidades y colectivos. Gracias a esta revolución de la comunicación en tiempo real y sin intermediarios, en el mundo y en el país se empieza a realizar una transformación participativa en la toma de decisiones y en la capacidad para incidir en la construcción de una nueva cultura política. Ahora la participación se aumenta al infinito en la medida de que fluye la información de manera libre y autónoma.
En Guerrero y la Montaña, a pesar de tantas adversidades y limitaciones tecnológicas, las y los jóvenes han despertado de este letargo impuesto por los grupos políticos iletrados, y han ejercido con gran arrojo el derecho a comunicarse y a encontrarse como sujetos políticos decididos a hacer actores del cambio y a revolucionar políticamente este sistema democrático elitista y excluyente. Es alentador ver marchar a las y los jóvenes en la ciudad de Tlapa portando mensajes inéditos “Cuando la imposición es un hecho, la revolución es un derecho”. La creatividad de los jóvenes #YoSoy132 se funde y recrea con las ideas revolucionarias de El Che y Lucio Cabañas: “SI avanzo sígueme, si me detengo empújame, si retrocedo mátame… ser pueblo, hacer pueblo y estar con el pueblo”; “131 nos despertaron 30 millones haremos la diferencia”; “Jóvenes por el cambio”. En ellos y en ellas cimbramos nuestra esperanza de que la Montaña florecerá cuando las y los jóvenes luchen al lado de los pueblos por la justicia, la seguridad, el desarrollo y la paz.
Jóvenes de la Montaña y de Guerrero, tras sus pasos queda marcado el nuevo sendero por donde avanzan con fuerza hacía la cima de la Montaña los hijos e hijas de la lluvia y el fuego.
Ya se mira el horizonte…

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