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Afirma antropóloga que el náhuatl es un idioma impregnado de funciones poéticas

Alejandra Pedroza / Agencia Reforma

Guadalajara

En los cuchicheos en el tianguis, en los mensajes de los gobernantes o en el regaño de un padre: el náhuatl está impregnado de funciones poéticas hasta en su uso más cotidiano.
No era necesario que los antiguos pobladores de México pronunciaran un discurso engalanado para alcanzar juegos estéticos, pues la lengua náhuatl está adornada por sí misma y reluce en la boca de cualquiera que la hable.
El estilo de esta lengua se logra por dos características: las composiciones del significado y la semántica, y el orden de palabras y sintaxis, explicó la académica de la UdeG, Rosa Yáñez, en una conferencia que ofreció ayer en la librería José Luis Martínez, del Fondo de Cultura Económica.
Los efectos suceden por la forma en que el náhuatl nombra objetos y acciones, es decir, cómo está constituido el repertorio de sustantivos y verbos. De este modo, explicó la antropóloga, abundan mecanismos estilísticos como el difrasismo, creación de léxico, metáforas y paralelismo.
“‘Yo me llamo Agustina Sebastiana. Yo estoy enfermita. Yo tengo un pedacito de tierra. Yo se lo dejo a mis hijitos, a mi Juan Francisco y a mi Antonio Bernardino’. Eso es paralelismo y aparece, incluso, en textos escritos, como éste que es un testamento: hay un componente oral muy fuerte”, ejemplificó.
A la estética del náhuatl le ayudan los paralelismos, que repiten palabras para distribuirlas en secuencia paralela y lograr ritmo, explicó la académica.
“‘A nadie le debo, a nadie ofendo’. Esta frase fue dictada por un testador a un escribano en 1629, es como decir estéticamente ‘estoy en paz, me puedo dormir en paz’”, mencionó.
También son comunes los difrasismos, construcción gramatical en la que dos palabras diferentes aparecen juntas y así crean otra unidad con un significado totalmente diferente, agregó.

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