Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Fernando Lasso Echeverría

Crónica de la desaparición de los poderes en Guerrero

(Tercera parte)

Desde 1928, año en el que se dio el desafuero del primer gobernador guerrerense removido violentamente por el gobierno federal en la época posrevolucionaria (Héctor F. López), Guerrero ha sido el estado más golpeado en este aspecto por la federación, pues ha sufrido ocho cambios de gobernante hasta ahora. Después de don Héctor, fue Guevara Orihuela en 1935, luego Berber en 1941, después Gómez Maganda en 1951, Caballero Aburto en 1961, Nogueda Otero en 1975, Figueroa Alcocer en 1997 y Ángel Aguirre en 2014, ocho gobernadores destituidos en menos de un siglo por múltiples motivos; sin embargo, todos tenían un común denominador, las razones políticas, la federación ya no los quería en el puesto.
En esta entrega, exponemos la crónica del quinto gobernador removido por el gobierno federal mediante este procedimiento.

Raúl Caballero Aburto

El 1 de abril de 1957, asume el poder Ejecutivo en Guerrero el general Luis Raúl Caballero Aburto, originario de Ometepec. Su periodo gubernamental terminaba oficialmente el 31 de marzo de 1963, sin embargo fue destituido el 4 de enero de 1961. Caballero Aburto contendió como precandidato, dentro del mismo partido, con Donato Miranda Fonseca, Rufo Figueroa y Fernando Román Lugo, siendo favorecido el general por el índice del presidente Ruiz Cortines, quien indudablemente fue un mandatario que tuvo muchas virtudes, pero entre ellas, no se encontraba el ser demócrata. Antes de ser nombrado candidato oficial, Luis Raúl no era muy conocido en Guerrero, sin embargo, su perfil de militar hacía pensar a la población que pondría orden en el estado y haría un buen gobierno, y aunque se le tachaba de “no ser político” y –como buen militar– muy autoritario, existía un buen ambiente para su periodo administrativo, cuando tomó posesión.
Según el criterio de periodistas de esa época, como José Gutiérrez Galindo, el nuevo gobernador guerrerense cometió tres errores fundamentales que causaron su caída política: nombrar en la estructura gubernamental a demasiados familiares en puestos públicos de importancia; su debilidad por el dinero fácil, logrado a la sombra de su alto puesto público; y la incitación o tolerancia al asesinato de numerosos ciudadanos guerrerenses por considerarlos enemigos del gobierno; pero, analizando estos aparentes motivos que supuestamente provocaron la caída del ometepecano, observamos en la historia política del estado de Guerrero que (antes y después del gobierno de Caballero Aburto), en mayor o menor grado, no ha habido un solo gobernante que no haya cometido nepotismo, que no haya aprovechado su puesto para salir millonario –él, su familia y sus amigos íntimos– al concluir su encargo; y que no haya habido muertes denominadas “políticas” en todos los periodos, situación que hace ver que los “motivos” que causaron la caída de Caballero Aburto fueron –al igual que en otros casos– meros pretextos de los enemigos políticos del gobernante en turno para quitarlo, demostrándose una vez más, que el canibalismo político típico de los grupos de poder guerrerenses era y es incurable.
No obstante, era verídico que Caballero Aburto no tenía dotes políticas, y que ello motivó que una serie de conflictos que tenían solución política a corto plazo fueran manejados en forma errónea y autoritaria por el gobernador, lo que provocó su crecimiento hasta que fueron incontenibles y capitalizados por los enemigos del gobernador para derribarlo: la inconformidad de los ejidatarios afectados por la ampliación del fundo legal de Acapulco, era uno de ellos, y se pudo haber arreglado llegando a un convenio con los campesinos, pagándoles un precio justo por sus tierras; la de los estudiantes, que acusaban al gobernador de haber cerrado la Universidad, por sus reclamos de autonomía, era otro, y conceder este derecho a la nueva institución de educación superior estatal no perjudicaba en nada al gobierno; su sustituto, el gobernador Arturo Martínez Adame la concedió de inmediato y no pasó nada; uno más fue el de los abiertos y feroces enfrentamientos con políticos potencialmente peligrosos para su gobierno, como con el ex alcalde de Acapulco, Jorge Joseph, y la diputada federal por el PPS, Macrina Rabadán; ante la cerrazón del gobernador, para tratar de conciliar intereses con ellos, estos personajes, hacen grandes campañas en contra del gobierno y logran que varios ayuntamientos se distancien del gobernador. De hecho, Caballero Aburto, con su autoritarismo logró unir en su contra a todas las fuerzas activas del estado, y la bola de nieve creada por los conflictos fue creciendo rápidamente ante la incapacidad política del gobernador para resolverlos.
Habría que recordar que, en el caso de la desaparición de poderes de Gómez Maganda, el conflicto del gobernador fue directamente con el presidente Ruíz Cortines, quien temía deslealtades para con él del alemanista gobernador guerrerense, sin embargo, en el caso de Caballero Aburto, López Mateos jamás dio muestras de querer desaforar al gobernador en turno, y aparentemente nunca se metió; el enemigo de peso fue sin duda Donato Miranda Fonseca, quien ya había fracasado en dos intentos por llegar a la gubernatura, y un año después, al asumir la presidencia su gran amigo Adolfo López Mateos, Miranda Fonseca se vuelve un poderoso súper secretario de Estado, con la titularidad de la recién creada Secretaría de la Presidencia, que lo ponía prácticamente en la antesala de la presidencia de la República, y obviamente no perdonaba que Caballero Aburto le hubiese ganado la candidatura, convirtiéndose en la mayor amenaza para el gobernador guerrerense. Miranda Fonseca tenía fama de ser muy rencoroso, de que no perdonaba, y desde que asumió su cargo en la Secretaría fue un discreto pero feroz y temible crítico del gobernador, aunque él siempre afirmó públicamente “que no se metía para nada en los conflictos del estado de Guerrero”. Fue precisamente su poderío el que provocó que todas las fuerzas contrarias al gobernante en turno buscaran su apoyo político y económico, volviéndose con ello, el eje oculto de las embestidas en contra de Caballero Aburto. En el último tercio de junio de 1960, se iniciaron los ataques perfectamente sincronizados contra el gobierno caballerista.
De esta manera, pasaron varios meses de tensión cuando daba la impresión de que el gobernador eludía los encuentros conciliatorios con sus opositores, dificultando con ello las soluciones de los problemas sin hacer verdaderos intentos para resolverlos, argumentando que “los sucesos constituían toda una conspiración armada contra México, tramada por los comunistas extranjeros que habían tomado a Guerrero como región experimental”. La presencia de Othón Salazar en el estado –decía Caballero Aburto– refuerza mi afirmación. Asimismo, el gobernador aseveraba encontrar “parentesco” entre los métodos de los agitadores locales y los del cubano Fidel Castro, e inclusive –remachaba– entre el lema de éste (“Patria o Muerte”) y el de sus enemigos: Desaparición de poderes o muerte. Nadie convencía al autoritario gobernador, de que el movimiento contra él no era comunista, y que debía hacer concesiones… y así le fue.
Fue el grupo estudiantil universitario el que detonó la bomba. Los jóvenes inician una gran campaña contra el mandatario, y una de sus facetas más activas era la publicación de letreros en los que enumeraban sus demandas. El 30 de diciembre de 1960, varios estudiantes colocaban unas mantas en la vía pública de Chilpancingo con la ayuda de Enrique Ramírez, empleado de la Comisión Federal de Electricidad; son sorprendidos por soldados del 24 Batallón de Infantería, cuyo mando le ordena a Enrique que desate la manta y baje del poste; se hacen de palabras. Ramírez se burla de la orden y uno de los soldados, fuera de sí, le dispara y lo mata. Los estudiantes –además de recorrer la población informando a la gente de lo ocurrido– acuden de inmediato al zócalo, echan las campanas de la catedral al vuelo y logran una gran concentración popular enardecida por los hechos.
La población, armada con garrotes, cuchillos y piedras, ataca a los soldados, cuando el cadáver de Ramírez no ha sido levantado aún, los militares disparan matando a 16 ciudadanos –incluyendo a un ex presidente municipal, Benjamín Méndez Bonilla– y dejando cerca de 40 heridos, muchos de ellos graves; la lista incluía un bebé de seis meses. Del lado de la tropa hubo un soldado muerto y dos heridos graves; dos de los heridos civiles murieron pocas horas después de los hechos. Los tiroteos prosiguieron todo el día y la noche, pese a que la ciudad quedó a oscuras. El Ejército cerró los accesos para impedir que llegaran más subversivos o salieran los locales.
Al otro día, la Cámara de Senadores envía una comisión para que investigue los hechos, y los resultados fueron devastadores para el gobierno local. El movimiento no estaba ya circunscrito a Chilpancingo y Acapulco; la inconformidad era prácticamente general en todo el estado y ya se había integrado un bloque de ayuntamientos contra el gobernador, entre los que se encontraban los más importantes de la entidad. La situación era crítica. Entonces, las fuerzas del general Julio Morales se concentran en el Zócalo de Chilpancingo, y la vigilancia de la ciudad es reforzada con 500 soldados del 50 Batallón de Infantería.
Sintiéndose fuertes, las autoridades ordenan la ocupación de la Universidad, donde detienen a alrededor de 100 jóvenes, entre ellos los líderes Jesús Araujo, Eulalio Alfaro Castro, Pedro Ayala Fajardo, José Guadalupe Solís, Francisco Pastor, Arturo Robledo, Celso V. Miranda, José Naibi y Abel Estrada.
La incursión de las fuerzas armadas en la Universidad da argumentos al gobernador, para continuar defendiendo su posición. Por todos los medios de difusión informa que han sido hallados rifles, carabinas, parque, cartuchos de dinamita, docenas de bombas molotov, e insiste en que el movimiento es una conspiración comunista contra todo el país, no solamente contra Guerrero. Jorge Joseph, en un mitin celebrado en la Cámara de Senadores, hace pública una relación de los hechos que llevaron al caos al estado, y acusa a Emilio Sánchez Piedras, líder de la Cámara de Diputados, de no haber atendido una denuncia realizada por él dos meses antes, que pudo haber prevenido la tragedia. También dirige unas palabras el senador por Guerrero Caritino Maldonado, lamentando la pérdida de vidas humanas en el conflicto.
El 3 de enero de 1961, es llamado el gobernador a la ciudad de México, y presintiendo lo que iba a suceder, declaró a la prensa, “Si me voy, tengo la satisfacción de haber tratado de acabar con el crimen, el abigeato, el cacicazgo, y de haber actuado dentro de la ley”. La Federación de Estudiantes Universitarios lo recibe con una manifestación agresiva en la Ciudad Universitaria, pero no hay que luchar más. El día 4 de enero sesiona la Comisión Permanente y, con inusitada rapidez, se lee el informa de la comisión investigadora, se pasa este informe a las Comisiones de Gobernación y Puntos Constitucionales, y estas vuelven después de un receso de media hora con el dictamen condenatorio ya mecanografiado que decía, “Los poderes han dejado de tener existencia real y jurídica, tanto porque se ha vuelto imposible que los individuos que los formaron puedan ostentar en lo sucesivo sus investiduras y cumplir con sus funciones, como porque la sociedad guerrerense ha llegado a un estado de tensión, inconformidad y repudio de dichas personas, de una intensidad tal, que impediría por completo la restauración del orden normal”
Los legisladores, imponen un récord hasta ahora no igualado. Sin abandonar el recinto, nombran gobernador sustituto al ministro de la Corte Arturo Martínez Adame, quien formaba una terna con Fernando Román Lugo y Rufo Figueroa. Le toman la protesta, y lo envían a Chilpancingo a que asuma el poder. Al llegar a la capital del estado, su primer acto es poner en libertad a los estudiantes presos, quienes son aclamados como héroes por la población. A los pocos días, concede la autonomía a la recién creada Universidad de Guerrero, y su gobierno transcurre con tranquilidad. A los dos años, entrega el poder al médico igualteco Raymundo Abarca Alarcón, quien para sorpresa de toda la clase política guerrerense y gracias al dedazo del secretario de la Presidencia, llega a la gubernatura sobre políticos distinguidos y prestigiados, como los senadores Carlos Román Célis y Caritino Maldonado Pérez, quienes gozaban de la antipatía del alto funcionario, pero bueno… esa es harina de otro costal.

* Presidente de “Guerrero Cul-tural Siglo XXI”

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