Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Eduardo Pérez Haro

La incertidumbre se despeja

(Primera de dos partes)

Para Adolfo Martínez Ávila.

Hemos emprendido el segundo mes del año, y los elementos que parecían inciertos parecen despejarse dejándonos ver con mayor claridad el horizonte de este 2015.
La economía no tiene bases firmes para levantarse y darnos la sorpresa de una recuperación, no sólo de crecimiento económico sino de crecimiento del empleo digno y bien remunerado en paralelo a una contención en el incremento de los precios de bienes y servicios de consumo generalizado para la mayoría de la población, bases para una vida digna.
La política que nos gustaría entender como un espacio de diálogo y entendimiento entre los sectores representativos de la sociedad no se ve por ningún lado, a cambio, tan sólo se nos propone ir a las urnas hacia mediados de año para elegir a nuestros representantes en el congreso para que estos hagan leyes con las cuales habríamos de tener una vida ordenada y justa para la convivencia diaria, pero no estamos convencidos porque es una historia ya vivida sin resultados de ese carácter sino al contrario.
El movimiento social que surgió el 26 de septiembre pasado, a partir del reclamo de presentar vivos a los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, ¿acaso conlleva una posibilidad correctiva para la política y a partir de ahí, de corrección de la economía con una posibilidad de empleo en un marco renovado de justicia para los mexicanos?, debemos de imaginar que sí, pero no es tan sencillo.
Retomemos el hilo de nuestras consideraciones. La economía del mundo está en dificultades, y por ende la de México, con el agravante de rezagos acumulados de orden estructural que le restan capacidades para responder con mayores posibilidades.
La economía del mundo tradicionalmente estimulada por el dinámico crecimiento económico de los países desarrollados, Estados Unidos, Europa y Japón, por mencionar a sus más notables representantes, está complicada. Desde fines de los 80 el sugestivo modelo del Japón se desvaneció y su desmayo se prolonga hasta nuestros días, hacia 2007-2008 vendría el estallamiento de una crisis semejante en los Estados Unidos y terminaría por extender sus efectos hacia Europa, y desde entonces, ahí se naufraga.
Como explicamos en nuestra pasada entrega, la emergencia de crecimiento económico de países tan grandes como China, la India, Rusia y Brasil, y por tanto, tan importantes, impidieron que estas crisis de los países desarrollados se tradujeran en una gran depresión de la economía mundial. Empero, la caída del precio de los hidrocarburos –petróleo y gas– y transcurrido un ciclo de altos precios de las materias primas –alimentos y minerales– por reordenamiento productivo, esto es, incremento de la oferta relativa respectos de la atonía de la demanda, ahora alcanzan a debilitar a los países emergentes creándose un contexto de alto riesgo para la economía mundial cuya traducción es una mezcla de bajo crecimiento, estancamiento y recesión según el país o región de la que estemos hablando, en cada caso dependerá de sus recursos estructurales y de coyuntura; es decir, de sus bases competitivas y sus márgenes de maniobra dotados por la solidez de sus capacidades tecnoproductivas y de comercio así como de su fuerza financiera y de la fuerza política interna y externa.
No abundaremos sobre algo de lo que ya hemos hablado, por ahora sólo baste con señalar que nadie, ningún país en el mundo la tiene fácil para los próximos tiempos que bien se llevan el 2015 y el 2016 para no ir más lejos, aunque nos debe quedar claro que los ciclos cortos de la economía no ocupan menos de cinco años, dicho sea para el tema del petróleo que se ha colocado en el ojo del huracán, lo que, a su vez, se asienta sobre el “patinar” de las políticas de ayuda monetaria.
Sí, estamos afirmando que antes de vivir una franca recuperación de la economía norteamericana, y no se diga de las economías de Japón y de la Eurozona, se ha sobrepuesto la “crisis de los precios del petróleo”. Y ya anunciada la salida de los esquemas de ayuda monetaria –cuntitative easing–, vendrá el alza de las tasas de interés del sistema financiero y, en consecuencia, una desaceleración de la inversión, amén del incremento tácito de los niveles de endeudamiento… aparejados a la desaceleración del crecimiento económico, aún concentrado y centralizado, etcétera.
En ese contexto, México la tiene particularmente difícil por triple razón, primero, su estrategia de atraer inversión mediante la permisibilidad de la intervención del capital privado en el negocio del petróleo está jaqueada, la rentabilidad se desplazó a otro tiempo y el atractivo ya no está por el momento. Mal cálculo o mala suerte, como quiera que sea la oportunidad se esfumó y no hay plan B.
Decir que no hay plan B es que no se muestra, y eso quiere decir que no hay opción a la vista porque no ha habido reformas estructurales, a las que se ofrecieron se les imputó ese nombre porque así se las gastan los hombres del poder económico y político, en otras palabras, lo que no cumple con el contenido los gobernantes se va por la fácil, y al no estar comprometidos con un plan serio de reformas para atender los problemas de fondo optan por ponerle ese nombre para que parezcan. He aquí el tema de los rezagos acumulados que se combinan con los temas de la coyuntura como la de los bajos precios del petróleo.
México tiene rezagos en la ciencia y la tecnología, en la infraestructura y en la educación, y en la calificación de la fuerza de trabajo, en el régimen laboral y la organización moderna de la producción, en la vinculación de mercados y en el financiamiento, en los desequilibrios regionales y la pobreza, en la seguridad y el destierro de la impunidad, y por consecuencia, en las instituciones, no en los aparatos burocráticos, sino en las instituciones que reglamentan y sirven a todo este andamiaje de la inversión y el trabajo, de la convivencia y la cultura, es decir, el aparato de producción y comercio del que se desprende el ingreso de las personas, y el clima en el que se desenvuelve la vida diaria . Reformas, transformaciones, en dirección de la modernización capitalista que se precisa en el nuevo umbral de las competencias globales y la transformación que responde a las exigencias de una vida buena.
En nada de esto hay reformas, pues lo que ha sucedido fue una cadena de acomodos baratos detrás de las fallidas pretensiones sobre el petróleo, y es un asunto del que advertimos durante buena parte de nuestros modestos análisis de 2013, y no me refiero a que nosotros ya supiéramos del desenlace de la guerra del petróleo en sentido estricto sino que advertimos de la flaqueza del paquete de reformas y de la orientación de la reforma energética que se colocaba al lado de los Estados Unidos para apuntalar su retorno como fuerza hegemónica en los hidrocarburos y hacer de esto su base para ir por la recuperación de su hegemonía económica, pero ¡oh, sorpresa!, que los demás, en este caso los árabes, también son parte y toman decisiones. Estas decisiones son temerarias y no contribuyen a mejores salidas para las dificultades del mundo, pero nadie debe darse por sorprendido y nadie debe apostar sin el debido resguardo del interés que se representa, como es el caso del de los mexicanos. Lo importante a señalar es que México levantó un plan (las mentadas “reformas”) que hoy se desdibuja hacia el futuro inmediato, y al no haber emprendido reformas de fondo en el espectro de las verdaderas debilidades estructurales, se queda sin más recursos que le obligan a recortar el gasto público y a presumir sus reservas de dólares y, por bien portado, el derecho a pedirle prestado al Fondo Monetario Internacional, en caso necesario; vaya circunstancia, vaya genialidad de nuestros gobernantes.
El recorte del gasto no es cosa menor, porque pone en cuestión el papel del Estado como promotor del desarrollo en un grado importante, pues se liga a la debilidad de la economía privada etcétera, ya el pronóstico de crecimiento para 2015 que fue colocado en hasta un 4.2 por ciento por la SHCP y que antes de que terminara enero los organismos internacionales habían bajado al 3.2 por ciento, ahora los organismos financieros llegan a colocarlo en hasta el 2.2 por ciento, entendamos bien que nada se gana negando estas circunstancias, como lo intentan la mayoría de los medios y sus escibanos.

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