Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Humboldt en Acapulco

La bahía, una concha

Trepado seguramente en el cerro desde donde se oteaba la llegada de la Nao de Manila (La Mira), Federico Guillermo Enrique Jorge Alejandro von Humboldt, anota en su diario:
“El puerto de Acapulco forma una inmensa concha cortada entre peñascos graníticos, abierta al sursuroeste que tiene de Este a Oeste más de 6,000 metros de ancho. Pocos sitios he visto en ambos hemisferios que presenten un aspecto más salvaje, y aún diré más lúgubre y romanesco ”. Compara:
“Las masas de peñascos recuerdan por su estructura la cresta hendida de picachos de Mont-Serrat, en Cataluña, y están compuestas de granito de granos gordos parecido al de Fichthelberg y de Carlsbad, en Alemania. De otra parte, estas costas peñascosas son tan escarpadas que un navío de línea puede rozarlas sin correr ningún riesgo, porque casi en todas partes hay de diez a doce metros de fondo”.
El joven científico de 34 años llega a Acapulco a bordo de la fragata Orue procedente de Guayaquil, el 22 de marzo de 1803. Lo hace luego de recorrer 10 mil kilómetros en tres etapas continentales. Lo acompañan el botánico francés Aimé Bompland y Mariano Luis de Urquijo, quien como ministro de Carlos IV le ha conseguido el permiso para visitar tierras hispanas. En Berlín, antes de iniciar su viaje, el científico había bosquejado los objetivos del mismo: coleccionar plantas y animales, estudiar la temperatura, determinar las longitudes y paralelos geográficos y medir montes. Particularmente, investigar cómo se entretejen las fuerzas naturales y cómo influye la naturaleza inanimada sobre el mundo vivo.
Aquí, el gobernador José Barreiro y Quijano le ofrece la bienvenida en nombre propio y del virrey José de Iturrigaray (1803-1815). Le otorga, además, las más amplias facilidades y seguridades para su trabajo. Estará aquí únicamente seis días luego de los cuales viajará a la ciudad de México

Mejor que cualquier conquistador

Durante su estancia en el puerto el científico será observador fiel y acucioso del entorno acapulqueño logrando plasmar en documentos y mapas la realidad de estas tierras. Por su Ensayo político sobre el reyno de la Nueva España el libertador Simón Bolívar lo llamará “descubridor científico del Nuevo Mundo” y de su estudio dirá que “es algo mejor que lo que han dado a América todos los conquistadores juntos”.

La Roqueta

Acapulco deslumbra a un joven Humboldt dispuesto a conocerlo de cabo a rabo y estudiarlo a fondo aún con el tiempo como enemigo. Visita la que él llama “islita” de la Roqueta o del Grifo. Anota: “Está situada de manera que se puede entrar al puerto por dos canalizos: el primero se llama Boca chica , un canal que no tiene más de 250 metros de ancho desde la punta del Pilar hasta la del Grifo. El segundo, Boca grande, comprendido entre la Roqueta y la punta De la Bruja , una y media milla de abertura con 24 a 30 brazas de fondo (medida de los dos brazos extendidos). ¡Y la gran bahía! En la que el mar del Suroeste se deja sentir con violencia a causa de la anchura de la Boca Grande”.
El científico germano no otorga a la bahía porteña el nombre de Santa Lucía, hablando simplemente de la bahía de Acapulco. A la que sí da tal nombre (Santa Lucía) es a “la ensenada que comprende, con la “playa grande” (¿ larga?), la parte más occidental del puerto (hoy, club de yates). “Muy cerca de tierra, encuentran los buques un excelente fondeadero de 6 a 10 brazas. Allí dimos fondo con la fragata Orue en el mes de marzo de 1803, treinta y tres días después de nuestra salida de Guayaquil”.
“La bahía de Acapulco en su vasta extensión no presenta más que un solo bajío que no tiene sino 40 metros de ancho y se llama Santa Anna. Ello a partir de 1781 cuando inesperadamente sucumbió el navío Santa Anna, perteneciente al comercio de Lima. Los Bajos, que son unas piedras que hemos rasado a nuestra entrada por la Boca Grande, el Farallón del Obispo y la islita de San Lorenzo, cerca de la punta de Icacos, no presentan ningún riesgo porque son escollos visibles; son masas de peñas a las cuales se acerca uno sin temor de tocar y pueden considerarse como destrozos de la antigua costa.

Benemérito de la patria

Dos décadas más tarde de la visita del investigador, el primer presidente de la República, Guadalupe Victoria, reconoce la valía de sus estudios y descubrimientos acordando por ello declararlo ciudadano mexicano.
Mucho más tarde, a la muerte del científico berlinés en 1859, el presidente Benito Juárez honra su memoria declarándolo “Benemérito de la Patria”.

Abra de San Nicolás

Al tercer día de su estancia en Acapulco, el germano trepa peñascos y se moja los zapatos al examinar “el estrecho istmo que separa al puerto de la bahía de la Langosta y del Abra de San Nicolás (La Quebrada)” “Pareciera –anota– que la naturaleza ha querido formar allí un tercer canalizo semejante a los otros dos. Este istmo que tiene cuando más 400 metros de ancho es muy notable bajo el punto de vista geológico. En él hemos trepado por peñascos desnudos y de una figura extraordinaria: apenas tiene 60 metros de elevación, y parecen despedazados por la acción prolongada de los terremotos frecuentes en aquella costa”.

Terremotos y huracanes

“En Acapulco –continúa don Alejandro– se observa que los estremecimientos se prolongan en tres diferentes direcciones: a veces vienen del Oeste por el istmo del que acabamos de hablar; a veces del Noroeste como si salieran del volcán de Colima; y otras veces del Sur. De algunos años a este parte estos últimos son los más fuertes y vienen precedidos de un ruido sordo, tanto más espantoso cuando es extremadamente prolongado. Los terremotos que se experimentan en dirección Sur de atribuyen a volcanes submarinos, pues allí se ve lo que yo he observado muchas veces de noche en Callao de Lima: que el mar se agita repentinamente de una manera espantosa , en tiempo sereno y de calma y sin el menor soplo de viento”.
“En los meses de junio y septiembre se experimentan violentos huracanes y entonces en las costas de Acapulco y de San Blas se encuentra mar de leva, tan embravecido como lo está en invierno cerca de los isla de Chiloé (Chile) y en las costas de Galicia y Asturias”.

Puerto del Marqués

“Al Sureste de la punta De la Bruja está el puertecillo del Marqués, el cual forma una bahía de una milla de ancho y cuya entrada tiene de 18 a 20 brazas y en el interior de 8 a 19 de fondo. Esta bahía no es frecuentada a causa de su inmediación al puerto de Acapulco: es un lugar solitario y salvaje que en las costas orientales de la Nueva España sería una ciudad populosa”.

Un país desigual

Las observaciones de Humboldt no están referidas únicamente a los quehaceres de su dominio como naturalista, geólogo, mineralogista, astrónomo, vulcanólogo y demógrafo. Habla como humanista de la realidad social de México. Lo hace en su Ensayo Político del reyno la Nueva España , cuyo diagnóstico tiene a distancia de dos siglos tiene una vigencia estrujante:
“México es el país de la desigualdad. En ninguna parte del mundo existe una desigualdad más espantosa en la distribución de la fortuna y de la civilización que aquí”, escribió.

La ceiba

“Yo he visto cerca de Acapulco una ceiba (bombax ceiba) cuyo tronco tenía más de seis metros de circunferencia, que había sido arrancado por los vendavales. Las brisas, por el contrario, son flojas y muchas veces interrumpidas por calmas muertas; soplan estando el cielo hermoso y sereno”.

El comercio

El polímata dedica varias páginas de su ensayo a reseñar con lujo de detalles y tecnicismos de navegación, los viajes de la Nao de Acapulco, de ida, y Nao de Manila, de regreso.
“El ramo de comercio más antiguo e importante de Acapulco es el trueque de las mercancías de las grandes Indias y de China con los metales precisos de México. Comercio limitado a un solo galeón sumamente sencillo. Yo he estado en el mismo paraje en que se celebra la Feria de Acapulco, más famosa del mundo”.
“La Nao de Manila transporta a Acapulco en un solo viaje anual (tres o cuatro meses) mercaderías orientales consistentes en muselinas, telas pintadas, camisas de algodón ordinarias, seda cruda, medias de seda de China, obras de platería labradas por los chinos en Cantón o en Manila, especias y aromas. Entre los viajeros el mayor número es de misioneros, tanto que se decía que el galeón solo traía ‘plata y frailes’. Por ley, el valor de los géneros trasportados por la nave no debían exceder los quinientos mil pesos, aunque en realidad llegaba a los dos millones.
“La Nao de Acapulco, por su parte, hará el viaje en cincuenta o sesenta días llevando principalmente plata y una muy corta cantidad de cochinilla de Oaxaca, cacao de Guayaquil y de Caracas , vino , aceites y tejidos de lana de España. El valor de los metales superaba el millón trescientos mil pesos.
“El comercio de Acapulco con los puertos de Guayaquil y de Lima es muy poco activo. Los principales objetos del mismo son el cobre, aceite, un poco de vino de Chile, pequeña cantidad de azúcar, quina de Perú y finalmente cacao de Guayaquil. De regreso solo algunos géneros de lana de las fábricas de Querétaro y un poco de grana”.

La Calle Humboldt

El cabildo de Acapulco atiende la sugerencia del gobierno central de honrar la memoria del hombre que había dado al puerto una dimensión internacional. Lo hace sin ganas ni conocimiento acordando bautizar con el nombre de “Umbol” una de las calles más alejadas y angostas del centro. (¿Quién será ese cabrón?, se pregunta la clase política local).
Con todo, la calle Humboldt será una de las más transitadas, particularmente por las noches. Recibirá auténticas romerías de acapulqueños verriondos en busca de placeres báquicos y carnales ofrecidos en cantinas y “burros” allí establecidos. Todos con la oferta de las más bellas y complacientes “cuperquinas”, como se llamaba a las “horizontales”. Damas coloreteadas cuyos pesos completos las hacían fuertes competidoras de las modelos del Tintoreto (hoy lo serían de las de Botero).Un conglomerado aquél llamado más tarde “zona roja o de tolerancia”
Pero nadie crea que la calle Humboldt era un ascua dorada. El congal más famoso era el Foco Rojo por estar identificado precisamente con una lucecita parpadeante de ese color. Y es que la prostitución estaba entonces prohibidísima aunque las autoridades se hacían de la vista gorda, aguantando las condenas azufrosas lanzadas desde los púlpitos. No lo hacían por la salud de los acapulqueños, sino por los muchos dólares que dejaban aquí los marinos gringos.

El retorno

Humbold termina su viaje por América con una visita a Estados Unidos donde su presidente, Thomas Jefferson, lo “sopea” pero no por ningún interés científico, el muy bull shit, sino en la obtención de información estratégica para sus planes de dominio sobre América Latina .
Luego de cinco años en estas tierras, el sabio regresa a París y es recibido como héroe. Viajará más tarde a Berlín donde será honrado con el cargo de chambelán del rey y consejero diplomático. El llamado Padre de la Geografía Universal muere el 6 de mayo de 1859.

(Tomado de Ensayo político sobre el reyno de la Nueva España, por Alejandro von Humboltd , Tomo IV).

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