Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jorge G. Castañeda

Aunque los troles no sepan contar

Desde hace unos días en Twitter, un puñado de troles enfermos, pejistas y castristas, pretenden haber descubierto que poseo un departamento en Miami. Se hubieran ahorrado el costo de su investigación: en la página 627 de Amarres perros dice textualmente “Visito con frecuencia Miami, donde compré a crédito un pequeño departamento en 2006”. Pero en vista de que les gusta dar lata, que yo tampoco tengo nada que hacer, y puede haber alguna gente de buena fe que caiga en el garlito de estos oligofrénicos, aclaro:
1. Dejé de ser funcionario público hace más de 12 años; no tengo obligación política, jurídica o moral alguna de hacer públicos ni mis bienes ni mis ingresos. No creo que quien esté en la arena pública mas no viva del erario deba hacerlo. Tampoco lo creo para otros personajes públicos, hayan sido o no funcionarios, o hayan recibido emolumentos públicos. Nos expondríamos así a una cacería de brujas en un país demasiado desigual, donde hay alguna gente que gana mucho dinero, gracias a un trabajo no necesariamente más útil o necesario para la sociedad que otros. Pero dada la coyuntura actual en México y mis posturas en el debate correspondiente, no tengo empacho en divulgar lo pertinente.
2. Compré dicho departamento que aunque los troles no sepan leer, escribir o contar mide 95 metros cuadrados, en un edificio construido hace 34 años, por 480 mil dólares, de los cuales pagué 15 por ciento de enganche y lo demás con una hipoteca a 30 años, refinanciada en 2011, a una tasa de interés de 3.75 por ciento. El pago mensual es de mil 750 dólares. Deduzco el impuesto predial anual de dicho inmueble ante el SAT, ya que se trata de un departamento de trabajo –soy comentarista y asesor de Univisión, y la sede se encuentra en Miami, y afortunadamente me pagan muy bien–; deduzco, asimismo, los intereses de la hipoteca. Como confiesan los mismos troles, el inmueble está a mi nombre, la hipoteca está a mi nombre, y se trata de un bien de bastante modestia comparado con otros.
3. Desde antes de entrar a la SRE, y después, como relato en Amarres perros, me gano muy bien la vida. Eso me permitió no sólo dejar el cargo cuando quise, sin tener que aferrarme a él, sino vivir mucho mejor fuera del presupuesto que dentro; quizás mi error fue al revés del dicho mexicano. En 2013, último año para el cual hice una declaración anual –no sé si los troles sepan que las declaraciones anuales se presentan en abril para el año anterior, ya que no pagan impuestos, ya que no tienen ingresos, ya que no trabajan–, declaré un ingreso anual, de México y del extranjero, de 7 millones 536 mil 540 de pesos: al tipo de cambio de entonces, unos 600 mil dólares. Como verán quienes se preocupen de estos asuntos absurdos, la hipoteca corresponde a 3.5 por ciento de mi ingreso mensual, no precisamente un monto estratosférico.
4. Para que estos pobre diablos no desperdicien su tiempo y su dinero, les adelanto que el departamento que ocupo en la ciudad de Nueva York, como lo describo también en Amarres perros (pág. 621), es propiedad de la Universidad de Nueva York. Pago una renta altamente subsidiada de 2 mil 700 dólares al mes desde hace 17 años, y esa prestación forma parte de un paquete muy generoso que la Universidad me ofrece. Seguramente la NYU y mis múltiples otros empleadores, empezando por el diario Milenio, no saben lo que los troles: qué idiotas son por pagarme tanto. ¿O será que estos tontitos, además de su estulticia y su ignorancia, padecen una severa dosis de envidia?

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