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Eduardo Pérez Haro

Que encontremos el gobierno que nos merecemos

Para Raquel Tibol.

¡Que encontremos el gobierno que nos merecemos!, consigna el cineasta González Iñárritu, el presidente Enrique Peña Nieto lo esquiva con una felicitación y el PRI no se contiene al decir que lo están construyendo y tras ello, también lo felicita… nada de eso, su oportunismo mediático es torpe e intrascendente para sus propósitos… que resultan ajenos a los motivos del artista.
La consigna del cineasta galardonado en la principal sede de la industria comercial del séptimo arte en el mundo, no es un evento intrascendente al pronunciarse deliberadamente desde una plataforma que siguen decenas de millones de personas a nivel global. Sí, la entrega de los Oscar.
Y tiene un gran valor que desde ahí se demande un gobierno diferente en crítica directa al régimen encabezado por el presidente Enrique Peña Nieto. Necesitamos más de un artista, su trabajo y su compromiso con el sentir de la gente. El movimiento que detona con la desaparición forzada de los estudiantes de Ayotzinapa se ha transformado en cuestionamiento al gobierno que los mexicanos no merecen, y no quieren.
El movimiento social se ha enraizado y será muy difícil esquivarlo, ahí está González Iñárritu como expresión viva y elocuente desde el espacio más glamuroso de la principal potencia del mundo, y no es un hecho aislado, igual se liga a la declaración de la ONU, específicamente del Comité contra la Desapari-ción Forzada de ese organismo, que desde el viernes 13 de este mes hizo circular el documento que horas más tarde se subiría a la plataforma de los principales medios internacionales.
El periódico español El País, en su edición del sábado 14 de febrero destaca que el máximo organismo multilateral “vapuleó al Estado mexicano por su incapacidad para cerrar uno de los capítulos más oscuros de su historia reciente: la desaparición de miles de personas a manos de las fuerzas de seguridad. Lejos de considerarlo un fenómeno aislado y ya superado, la ONU alertó de que este tumor se extiende ‘por gran parte del territorio’…”.
“La verdad histórica” del procurador general de la República no es aceptada por los padres de los estudiantes desaparecidos, por tratarse de una “verdad histriónica”, como la ha caracterizado el periodista Jorge Zepeda Patterson en las páginas del mismo diario español, por responder a estratagemas políticas, por carecer de sustento, y por ser ilegal pretender dar por muerto a un desaparecido. Ante la ley, una muerte se consigna, se certifica y se documenta.
El procurador da por buena una declaración forzada de los integrantes del crimen organizado y desdeña la declaración de los sobrevivientes de la tragedia de Iguala porque en la voz de estos se comprende la denuncia de intervención de las fuerzas federales de seguridad y del Ejército, lo que le significaría desdecir las afirmaciones de absolución del máximo jefe de las fuerzas armadas, frente a lo cual se torna preferible, montar una verdad histriónica que aunque no se valide sirve para “echar tierra” al expediente.
Técnicamente, el mismo Equipo Argentino de Antropo-logía Forense se ha deslindado de la versión, y socialmente no ha sido aceptada. Los estudiantes desaparecidos son un expediente abierto que no podrá cerrarse sino al contrario ha creado un descrédito del gobierno entre la población y ante las instituciones del mundo que será muy difícil de reparar. La ONU establece hasta 2018 para materializar las observaciones de orden normativo, institucional y ejecutivo, pero la sociedad tiende a establecer plazos de mayor alcance para disuadirse del reclamo. Ya no depende de marchas y protestas, el movimiento se esparció. Su perspectiva se cocina a fuego lento en una olla de presión.
La presión se siente, las redes no son lo más influyente, dicen los medios tradicionales, pero reconocen que influyen en un porcentaje que alcanza a la mitad de las poblaciones que se tenían en exclusiva. Se ofrece el empecinamiento político y la economía no se haya como válvula de escape. La fuerza y el imperativo de los gobiernos verticales se han sucedido cuando el empleo y el ingreso corren su suerte paralelamente, pero en su ausencia los riesgos se elevan.
La economía “hace agua”; por más que se quiera disimular con frases amoldadas del discurso y escribanos a modo, las palabras no alcanzan a encubrir el deterioro de las condiciones económicas de la mayoría de los empresarios y de los trabajadores del campo y la ciudad. Aún no se terminaba la primera quincena del primer mes del año cuando se dio a conocer la modificación que el Banco Mundial sobre el pronóstico de crecimiento económico para México en 2015.
En los Criterios de Política Económica en que se funda el Presupuesto de Egresos de la Federación, la Secretaría de Hacienda estableció un incremento del Producto Interno Bruto de hasta el 4.2 por ciento con relación al año anterior; el 14 de enero, el Banco Mundial pronóstico que México no crecería arriba de 3.3 por ciento, y antes de concluir el mes, y todavía no corría una semana más cuando el 20 de enero ya teníamos los pronósticos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), con un pronóstico de 3.2 por ciento.
En 2013, el crecimiento esperado se sometió a un sinfín de modificaciones, tanto de la Secretaría de Hacienda como del Banco de México, y después de suponer un crecimiento del 3.6 por ciento que de suyo era menor al resultado del 2012 que dejaba el régimen panista de Felipe Calderón, aun así se concluyó con un crecimiento del 1.0 por ciento. Para 2014 se repitió la historia, y tras repetidas modificaciones a la baja, el pronóstico inicial de 3.9 por ciento del INEGI acaba de informar que el crecimiento obtenido fue del 2.1 por ciento, prácticamente la mitad de lo prometido.
Para colmo, este año todavía no se cumplen ni siquiera los requisitos técnicos de tener el dato del crecimiento del primer trimestre, con base en el cual se podría ajustar dicho pronóstico cuando el recorte del presupuesto, dado dos días antes de terminar el primer mes del año, confirmaba los ajustes del crecimiento probable, dados por los organismos internacionales, y confirmaría para los diversos agentes económicos, léase empresarios y financieros, una perspectiva de disminuidas posibilidades.
El 30 de enero se publica en los medios el anuncio del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, para instrumentar el recorte de 124 mil millones de pesos y JP Morgan y Skotiabank se bajan a 2.8 por ciento en sus estimaciones, mientras que Vector Casa de Bolsa se coloca con una estimación de 2.2 por ciento. No obstante, se deslizan publicaciones que divulgan noticias de aparente sensacionalismo como “Mercado interno frenó el crecimiento de 2014” o “PIB per cápita en dólares superó promedio del mundo emergente” (El Financiero, 23 de febrero de 2015), que sugieren que es problema de los mexicanos que debemos de echarle ganas o que, a pesar de todo en “México si se puede”.
El reclamo del mercado interno como falla no es más que la consecuencia de un desbocado y, por tanto, desequilibrado y extremoso giro que se tuvo por parte de la estrategia de crecimiento económico de libre comercio con Estados Unidos con insensato descuido de las estructuras para el desarrollo del mercado interior por décadas, y que ahora se presenta como sorpresa y descubrimiento, pero que de nada sirve porque reparar la falta implica fuentes de financiamiento que no se tienen por la crisis en los precios del petróleo, y que aun contando con ello llevaría un par de décadas, así es que el lamento sólo es despiste.
Presumir del PIB per cápita no sólo es una “tomada de pelo” sino un bumerang de sus exhibidores, pues el PIB per cápita, que en México es mejor en su crecimiento anual 2014 contra 2013 que el de los países emergentes, léase China y Argentina a manera de referentes, no guarda sentido que no sea el de encubrir las verdaderas dificultades, pues en principio se refiere a la tasa de crecimiento, es decir a la variación anual y no al tamaño del per cápita, pues tanto el de China como el de Argentina, aún después de crecer menos es mayor, dos que el PIB per cápita es una realidad estadística y no una realidad de las personas, y por si fuera poco que China viene de crecer al 7.6 por ciento y ahora creció 7 por ciento en comparación con México, que creció el 1 por ciento y después llegó al 2.1 por ciento.
Y a todo esto, el PIB incrementado, y mucho, no es sinónimo de mejoría en los ingresos de la población, se trata de un agregado macroeconómico que es preciso desglosar en sectores, subsectores, ramas y principales productos, pues el PIB lo pueden nutrir en más de la mitad un puñado de 10 o 20 empresas con bajos niveles de ocupación de fuerza de trabajo, como bien sucede en el sector financiero. Pero eso es otra historia que retomaremos en otra oportunidad.
La realidad es que la economía mexicana no ofrece una perspectiva halagüeña, con lo que viene a oscurecer el ya de por sí complicado escenario de crisis institucional y erosión política del régimen. El gobierno no está bien y no parece estar preparado para enderezar el curso de las cosas de la economía y la política, la sociedad nacional es persuadida por más de 7 millones de spots de los partidos políticos para ir a votar por los hijos, compadres y amantes de los dinosaurios políticos, sin oferta que no vaya más allá de la retórica y la ayuda del Instituto Nacional Electoral que en sus promocionales dice que si votamos tendremos mejores servicios ¿de dónde el INE puede comprometer una acción que depende del gobierno y no del organizador de la fiesta electoral?, pero en fin, ya entrados en gastos o en recortes de gastos, todo mundo parece que puede hacer lo que se le ocurre sin ninguna responsabilidad. Ya nadie les cree… ¡qué encontremos el gobierno que nos merecemos! Y ¡qué los inmigrantes sean tratados dignamente en Estados Unidos! Serán tareas en la que no hay que cejar…

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