Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

María Luisa Garfias Marín

La violencia sexual,  instrumento de humillación y de poder político

En los conflictos armados o políticos, es decir en las guerras y en las luchas por las ideas y por  el dominio de las acciones sociales y  económicas, quien o quienes detentan el poder buscan aterrorizar a la población para que ésta evite inmiscuirse en la problemática social presente, y una forma de terrorismo ha sido utilizar los cuerpos de la población considerada como enemiga para  ejercer control y poder sobre ésta, de ahí los cuerpos destrozados, mutilados, violados, etcétera.
En un contexto patriarcal de un  conflicto armado o político, el cuerpo gira en torno al control y al desprecio. Es decir, el grupo poderoso ve al cuerpo de los enemigos con desprecio, y al mismo tiempo lo utiliza para enviar mensajes al otro o a los otros  de que ellos tienen el control, y una de las formas más antiguas para demostrarlo ha sido por medio de la violencia sexual hacia las mujeres.
La violencia sexual ha sido el arma de guerra más usado en los conflictos bélicos, pero también en conflictos políticos, cuyos objetivos han sido el de someter a la víctima por medio del terror que ésta le genera, pero también envían el mensaje de lo que les espera a las otras mujeres.
Por medio de la violencia sexual, la cultura patriarcal busca reiterar su supremacía y su derecho de posesión, mostrando con ello a la mujer como objeto de placer y destrucción, convirtiendo al cuerpo femenino en campo de batalla de los conflictos armados o políticos. La mujer y su cuerpo se convierten en botín de guerra.
Es así que, en el marco del conflicto político que vive Guerrero, causado por la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, la inseguridad laboral y la falta de pago de salarios a maestras y maestros  de la CETEG y del  SUSPEG, la violencia sexual que vivieron cinco maestras el día 24 de febrero, al ser reprimido el movimiento en el que participaban, es muestra clara de que el motivo de este delito fue más por destruir el tejido social y familiar de la comunidad de la que son parte, llámese como se llame, que por deseo sexual del victimario hacia la victima; con la violación sexual de las maestras, el mensaje que trasmite el gobierno es de humillación, control y poder.
La respuesta a la violencia sexual que ellas han denunciado ha sido casi el silencio, lo que lleva a la impunidad de los responsables y a la estigmatización de ellas, ya sea porque algunas o algunos las responsabilicen del hecho, es decir, ellas tienen la culpa por participar en el movimiento, otros dirán que pudieron evitarlo, y algunas o algunos  señalarán que se lo merecían por andar de revoltosas. La falta de reconocimiento a la  violencia sexual denunciada es grave, porque parece que no les damos crédito a estas mujeres por el hecho de estar contra la política de un gobierno “amigo”.
Considero que, independientemente de que simpaticemos o no con la causa del movimiento del que forman parte las maestras, la conducta delictuosa de quienes cometieron este hecho exige su castigo, de lo contrario otras mujeres seguirán pagando por nuestro silencio.

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