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Destaca Le Clézio la universalidad de Alfonso Reyes en la feria del libro de la UANL

Karen López / Agencia Reforma

Monterrey

Arraigado en las culturas prehispánicas, enamorado del mundo y devoto de los sueños, Jean-Marie Gustave Le Clézio no es un Premio Nobel común y corriente.
De voz suave y maneras amables, el autor francés inauguró la feria librera UANLeer 2015 en Colegio Civil Centro Cultural Universitario. Ahí afirmó que Alfonso Reyes ofreció la generosidad del corazón mexicano y lo compartió con otras culturas.
“(Alfonso Reyes) supo expresar la necesidad absoluta del intercambio entre las culturas, sin el cual estamos en peligro de desaparecer”, dijo.
Le Clézio encantó al público que abarrotó el patio ala sur del recinto con su pasión por las letras y su honesta empatía con México, su “mural de sueños”.
“La vida es un sueño, en cada momento se confunde la realidad con lo que creemos que es la realidad. Cuando tenía 23 años empecé a escribir libros dedicados a la realidad, yo quería traducirla tal cual, no tenía el menor interés en los sueños. Poco a poco regresé al concepto original de literatura que era conectada con los sueños, y por mucho tiempo no podía escribir sin haber empezado con un sueño, lo esperaba cada noche”.
En el diálogo conducido por el traductor y editor Phillipe Ollé-Laprune, Le Clézio expresó su enamoramiento con culturas como la mexicana, con la que estuvo en contacto directo en los años 70, y los mitos y ritos latinoamericanos, que considera compasivos.
“La literatura puede ser algo parecido (a los ritos), no al nivel místico, pero puede apoyar este canto de los que imploran a que no se acabe el mundo. Quizá es la meta de los escritores, escribir antes de que el mundo se acabe”.
Antes, en rueda de prensa, Le Clézio habló de cómo las fronteras geográficas en México producen un vacío cultural en el que se puede generar la violencia.
“No soy un viajero, no me gustan los aeropuertos, los aviones, las estaciones. Lo que me gusta es estar en un lugar donde no entiendo el idioma y empiezo a percibir, a leer en las caras, tratar de cambiarme. No creo que existan raza, ni diferencia, somos de una sola raza, la humana. Lo que podemos aprender de nosotros mismos viene de los otros, no de nosotros mismos. Tengo la tentación de aniquilar las fronteras, quizá la cosa que más odio son las fronteras. El problema es de la frontera, las fronteras son imaginarias, pero estas murallas impiden la curación (del país)”.
A pesar de su visión universal y su involucramiento con múltiples culturas, Le Clézio no considera que ser un Nobel lo comprometa a nada, ni siquiera siente que lo haya cambiado en absoluto.
“No creo que me cambió de ninguna manera. Es nada más un vestido, un vestido de lujo que me pongo por un año y el año siguiente otro se lo pone”.

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